Por Francisco Castillo
El coronel Roberto Silva Renard, por orden del ministro del Interior, Rafael Sotomayor, disparó ametralladoras en contra de 8 mil obreros del salitre y sus familiares, que protestaban pacíficamente por asuntos salariales.
Fue el 21 de diciembre de 1907. La acción fue respaldada por el presidente Pedro Montt. Hubo, al menos, 500 muertos. Hoy, en el libro “Santa María de Iquique, La muerte de la República”, el escritor Carlos Tromben recuerda este dramático episodio.
“Disparo en los pies”
La historia suele escribirse de forma impensada y a veces cruel. Chile, a fines del siglo XIX, era una potencia sudamericana, después de su victoriosa campaña en la Guerra del Pacífico. Su poderosa escuadra dominaba el Pacifico sur. La anexión de valiosos territorios peruanos y bolivianos causó admiración. Chile era más grande, más rico.
Pero duró poco la bonanza. Sin que mediara presión externa alguna, el país se dio varios “tiros en los pies”: el presidente José Manuel Balmaceda sufrió una rebelión del Parlamento y se suicidó, generándose un caótico periodo de lucha por el poder.
Al producirse el terremoto de San Francisco en 1906, se produce una hecatombe financiera que repercute en los dueños del salitre. Éstos rebajan los sueldos de sus trabajadores, los cuales, con justicia, protestaron. Todo concluiría en masacre.
“Había 8 mil personas”
Fue el 21 de diciembre de 1907.En la escuela Santa María de Iquique había ocho mil personas. Obreros del salitre en huelga y sus familias, que habían marchado desde los yacimientos a la ciudad en forma pacífica, para plantear sus demandas. No solo no los escucharon, los reprimieron de la peor manera, a balazos. “Nunca vamos a saber la real cifra de víctimas, pero sin duda no murieron menos de 500 personas”.
Carlos Tromben, autor
Quien habla es Carlos Tromben (51), porteño, hijo de marino, ingeniero comercial, periodista y escritor de varias obras de contenido histórico, la última, “Santa María de Iquique, La muerte de la República”.
Tromben forma parte del exitoso “dream team” literario que cautivó a los lectores con el relato ameno de hechos relevantes de la vida nacional. En el grupo figuran, entre otros, Jorge Baradit, Carlos Basso y Guillermo Parvex.
El escritor cuenta que, a diferencia de sus dos primeras novelas históricas –“Huáscar” y “Balmaceda”- en esta son diversos personajes los que van contando la historia; desde obreros y jefes chilenos a empresarios ingleses y norteamericanos; operarios peruanos y bolivianos, oficiales del Ejército de Chile y políticos del gobierno de Pedro Montt. A través de sus dichos, Tromben teje la trama, que culmina en el peor de los desenlaces.
“Digo que este libro trata de ´la muerte de la República’ porque los obreros del salitre creían que la institucionalidad chilena los protegería de la opresión extranjera. Eso no sucedió”, señala.
Por el contrario: la autoridad se puso en contra de los trabajadores y defendió los intereses foráneos, con una crueldad inaudita.
¿Qué pedían los huelguistas?
La petición no podía ser más razonable:
1. Elevar los salarios de acuerdo al alza del costo de la vida. En tres años habían perdido la mitad de su capacidad de compra.
2. Que las fichas con que se les pagaba fueran cambiadas a la par por pesos chilenos, sin recorte como lo hacían los patrones.
3. Que hubiera libertad de comercio, y no ser obligados a comprar en las pulperías, y que en éstas hubiera una balanza y una vara, para evitar robos en los pesos y medidas.
4. Que las chancadoras (donde se trituraba el caliche) y los cachuchos (donde se hervía éste a altas temperaturas) fueran rodeados con rejas para evitar las frecuentes caídas que causaban una horrible muerte.
5. Que los patrones entregaran un local para que funcionara una escuela nocturna en cada campamento.
Era una época en que no había sindicatos. El movimiento obrero se gestaba de manera espontánea. La huelga, provocada por las míseras condiciones de trabajo y la explotación de los obreros, fue reprimida por medio del indiscriminado uso de la fuerza armada por parte del gobierno del presidente Pedro Montt.
El coronel Roberto Silva Renard, comandando las unidades militares bajo instrucciones del ministro del Interior, Rafael Sotomayor Gaete, ordenó reprimir las protestas, matando a los trabajadores junto con sus familias y dando un trato especialmente duro a los sobrevivientes.
En estado de shock
La obra de Tromben registra paso a paso el horror de esta matanza, sólo comparable con la de estudiantes en Tlatelolco, México, en 1968, y la de Tiananmen, China, en 1989.
“La hora es difícil. Nos amenazan con armas de fuego a nosotros, que no hemos dado muestra alguna de violencia. U obedecemos al imperio de las armas o agachamos el moño, o permanecemos firmes en esta escuela esperando que los soldados de Chile no consumen un crimen contra el pueblo”, se lee sobre el día decisivo.
La angustia se asoma entre los mineros del salitre, chilenos, peruanos y bolivianos, que marcharon desde el desierto, exigiendo mejoras salariales, hacia el centro de Iquique. Ellos están junto a sus familias, indefensos. Luego, morirían, baleados o a bayonetazos.
Pampinos vìctimas de la masacre
La opinión pública nacional, una vez superada la censura de prensa, quedó en estado de shock. Incluso los más duros de la época consideraron que lo hecho estuvo fuera de todo parámetro.
Generación exitosa
A su tercer año de exitosa vida en librerías entra la divulgación histórica en el “formato” Baradit, Parvex, Basso, Tromben. Según este último, la fórmula llegó de Argentina, según señala el escritor a Cambio21:
“Esta tendencia en favor de los libros de divulgación histórica, o de novela histórica, como prefieras, partió antes en Argentina, en la poscrisis de la década anterior. En un momento de incertidumbre, los argentinos comenzaron a buscar claves en el pasado. Había autores, como Felipe Piña, capaces de entregar pistas y una industria editorial que captó el momento. Creo que las claves son parecidas en Chile.
-Vuestros textos ¿no debieran ser material de lectura obligada, o al menos aconsejada, a los estudiantes de enseñanza media?
-Pueden acompañar el proceso de aprendizaje en colegios y liceos, pero esa decisión corresponde a los profesores y a los responsables del currículum escolar.
-¿Conversan entre ustedes, los escritores, participan en “conversatorios”, foros, debates, intercambian ideas?
Sí, en varios planos. Directamente o a través de foros y encuentros como los que señalas.
-¿Hay alguno de esta generación que podría aspirar al Premio Nacional de Literatura?
No lo sé. El premio nacional es el reconocimiento a una trayectoria y nosotros estamos recién empezando.
-¿Hay ninguneo intelectual o social hacia vuestra generación?
-Siempre va a haber un cierto nivel de chaqueteo. Es normal y no hay que darle mucha importancia. Lo relevante no es la crítica ni la academia, sino la relación con los lectores.
PSU reflejo de desigualdad
-Jóvenes que dieron recién la PSU señalaron que la prueba de Lenguaje estuvo “peluda”. ¿Qué se debiera hacer?
-No soy un experto en educación ni menos en PSU, pero creo que el principal problema de la educación en Chile es la desigualdad. Los colegios que tienen buenos puntajes, en su mayoría, seleccionan a los alumnos y cobran. Hay un círculo vicioso ahí, que las reformas buscaron atacar. Hay que esperar a ver los resultados.
-Siguiendo con la PSU, la ministra Delpiano reconoció que debiera haber cambios; hoy, más que “aptitudes” mide “conocimientos”. ¿Por qué lado debieran ir los cambios?
Insisto, no soy un experto en educación. Pero creo que la PSU es un síntoma de un problema estructural, que es la desigualdad.
Acto de barbarie
-Pasando a su nuevo libro, ¿cómo fue posible que se llevara a cabo semejante acto de barbarie?
-Fue un conjunto de factores políticos, la ausencia de una legislación laboral, la ausencia de sindicatos e instancias formales para negociar, la predisposición represora de los mandos militares y la ceguera de los empresarios. Por citar algunos elementos
Trabajadores del salitre a principios del siglo XX
-A su parecer, ¿fue culpa sólo de un puñado de desquiciados, de las presiones de los dueños de las salitreras, o del Estado chileno en su conjunto?
-El Estado pecó de omisión, pero los dueños de las salitreras por acción. Adoptaron una postura intransigente, que dio pie a que los militares y en particular el coronel Silva Renard dieran una orden criminal.
-El control hacia la prensa fue feroz ese 1907; igual en México el 68 por Tlatelolco y en China el 89 por Tiananmen. Pero es inútil, porque al final se sabe todo.
-Sí, es interesante el paralelo. Las fotografías de Tlatelolco estuvieron escondidas durante décadas y solo se conocieron hace unos diez años en México. La censura de 1907 fue bastante importante. Pero creo que el Poder sale siempre perdiendo al final. Si no ante los contemporáneos, ante la historia.