Mural sobre el Puente Bulnes por la memoria de Juan Alsina
Por Alfredo Peña R.
Este 19 de septiembre, se cumplen 50 años de la ejecución del sacerdote y misionero español, Joan Alsina, de sólo 31 años, por funcionarios del Ejército.
Alsina se convierte así en el primer sacerdote que es asesinado sin juicio ni menos pruebas por militares en la dictadura. Luego vendrían otros. Era dirigente sindical y sin militancia política.
El crimen se produce porque se le ocurrió a un capitán del Ejército y su grupo de criminales del regimiento Yungay de San Felipe y ocurrió en el Puente Bulnes, sobre el río Mapocho en Santiago, y el cuerpo de Alsina fue lanzado al mismo río por este grupo. Otras personas también habían sido asesinadas en este mismo lugar por otros militares y también fueron lanzadas al río.
La mayoría de los muertos quedaron enbancados por esa misma zona del río y pobladores de Renca y Conchalí, corriendo riesgo de sus vidas, pudieron sacar los cuerpos del río y avisar al Servicio Médico Legal, en esa época, la Morgue, para su identificación. En ese lugar, testigos señalan que cerca de 15 cuerpos acribillados fueron recuperados de las aguas del río.
Los culpables que ordenaron a un conscripto a fusilarlo. El soldado confesó
De los militares responsables del crimen del Padre Alsina, uno fue condenado por la Justicia y los otros dos estaban fallecidos, al momento de realizarse el juicio.
En el año 2007, un tribunal confirmó el fallo de primera instancia en el caso dictado por el juez Jorge Zepeda, a cargo de la causa contra el jubilado coronel Donato López Almarza, a quien imputó el cargo de homicidio calificado.
Alsina tras haber sido torturado, fue llevado al Puente Bulnes, sobre el río Mapocho, donde, por orden de López Almarza, un recluta de solo 18 años, Nelson Bañados, le disparó siete balazos desde corta distancia con una metralleta.
Al momento de su muerte, el sacerdote pidió al recluta Bañados que no le vendara los ojos, para poder bendecirlo y darle el perdón, según confesó el propio conscripto al sacerdote Miguel Llodrá y al juez.
Bañados ratificó después la versión en el juicio por el asesinato y tiempo después, agobiado por los remordimientos, se suicidó.
También murió el coronel Mario Caravés, que como capitán comandó la patrulla que detuvo al sacerdote, lo torturó y después lo condujo al puente.
El soldado que lo mató por orden superior declaró antes de suicidarse que “al llegar al puente Bulnes mi capitán (López) frenó. Yo me bajé como lo hacía con cada uno de los que fusilaba y saqué a Joan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero él me dijo ‘por favor, no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón’. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón y movió los labios como si estuviera rezando y dijo ‘padre, perdónalos’. Yo le disparé la ráfaga y cayó altiro. Quería dispararle con la pistola, pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito nomás. Otros a veces caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca más”.
Quién fue Joan Alsina
Joan Alsina Hurtos, nació el 28 de abril de 1942 en Castellón de Ampurias. Estudió en el seminario de Girona. Fue ordenado sacerdote el 30 de agosto de 1966.
Tenía una profunda vocación misionera y el 30 de enero de 1967 llega a Santiago a vivir a una comunidad de sacerdotes catalanes, en la comuna de San Bernardo.
Joan Alsina, trabajaba en el Hospital San Juan de Dios. El fallecido exVicario de la Pastoral Obrera, Alfonso Baeza, que vivió con Joan, señala que su trabajo en el hospital formaba parte de su misión sacerdotal: “lo que lo llevó a tomar esa opción misionera era la evangelización encarnada en el mundo del trabajo. Fue una opción profundamente sacerdotal”.
El 11 de septiembre de 1973, se produce el Golpe Militar, encabezado por Augusto Pinochet.
Joan Alsina se encontraba en el hospital y era Jefe de Personal. El Director autoriza a todo el personal para que se retire a sus hogares, antes que entrara en vigencia el Toque de Queda (15,00 horas). Joan decide permanecer en el Hospital: “Tengo que estar con los míos. Si me necesitan aquí estoy”
Su permanencia en esos días no pasó inadvertida por los trabajadores del hospital: "La presencia de Joan durante esos 3 días nos alentó mucho, porque era el único Jefe de Departamento que se quedó. Y todos sabíamos que él era sacerdote. Pero ser sacerdote para él no significaba acogerse a una situación de privilegio, sino que lo miraba como un acto de servicio”. Los trabajadores que estuvieron con él, reconocen que el cura Joan Alsina no sólo los acompañó, sino que también realizó diversos trabajos de asistencia a médicos y enfermeras, ante la falta de personal.
El día 14 de septiembre, se levanta el toque de queda por unas horas y un sacerdote lo va a buscar en moto y se dirige la parroquia de San Bernardo, a cargo de tres sacerdotes de Girona. Alsina se queda en esta parroquia desde el día 14 hasta el 19 de septiembre, por la mañana. Celebra misas, entre ellas, una por un soldado muerto.
Compañeros de Alsina son fusilados sólo por ser de izquierda por los militares
Del hospital, durante esos días, se llevan a varios trabajadores detenidos sólo por ser de izquierda y dirigentes sindicales: fueron fusilados. El director del hospital lo llama por teléfono y le advierte que no se presente a trabajar: lo buscaban los militares.
El día 18, conversa con los sacerdotes de la parroquia su situación. Sabe que han ido al hospital para detenerlo; uno de ellos, le aconseja que se refugie en la embajada de España.
Escucha los consejos, pero ha decidido mantenerse en su puesto de trabajo y en su labor pastoral. Esta decisión, la ratificó con una profunda convicción:“Hay momentos en la vida en que hay que jugarse el todo por el todo y si me necesitan allá estoy”.
Las detenciones masivas, arbitrarias y criminales, las listas de personas buscadas que aparecían en la prensa, los cuerpos que flotaban en el río Mapocho, las ejecuciones ordenadas por falsos y espurios Consejos de Guerra, el ruido de balas cruzando la ciudad, para asustar a las personas, porque nunca hubo resistencia armada al Golpe, le indicaban que a él también le había llegado su hora.
Es muy probable que el 18 de septiembre, en la noche, haya escrito su testamento espiritual, conocido como “Último Escrito”, encontrado entre sus pertenencias, días después de su muerte. El texto termina así: “Adiós. Él nos acompaña siempre dondequiera que vivamos. Joan Alsina” .
El 19 de septiembre se dirige con paso decidido al hospital. Al salir de su casa, todo indica que intuía lo que iba a suceder: Él lo presentía, él lo vivía y nos lo hizo vivir a todos nosotros, confidencia un amigo.
Primero pasa a entrevistarse con el Vicario Episcopal, que le aconseja que no vaya al hospital por el momento. La respuesta de Juan es clara:” Vuelvo a mi trabajo. Yo sé que mis compañeros de trabajo van a sufrir mucho y quiero ser solidario estando junto a ellos. Son momentos cruciales en que uno debe ser consecuente con sus convicciones. Pablo, reza por mi”.
Después visita a unos fieles y amigos de su iglesia. Ellos le insisten que no vaya al hospital. Uno le pide “poco menos que llorando, que no fuera al hospital”. Joan Alsina les comparte su decisión: “mi deber es estar en el hospital”. Le reiteran: “Juan, no vayas, te van a matar”. Les responde: “Cuídense Uds. que tienen hijos; yo voy al hospital pase lo que pase”.
Se despide y se dirige al hospital
No se conocen todas las razones que impulsaron al cura Joan Alsina a no seguir los consejos de sus amigos y de sus superiores, como el Obispo Auxiliar de Santiago, Fernando Ariztía y el Vicario Episcopal, Pablo Laurin: que buscara protección en la embajada de España; que no se presentara en el hospital. Pero el Vicario de la Pastoral Obrera, Alfonso Baeza que vivió con Joan Alsina, entrega una pista: señala que en conversaciones con Joan, previas al Golpe Militar, y en el hipotético caso de un enfrentamiento entre dos bandos, de un Chile profundamente dividido, Joan tenía muy claro que haría: “estar en su lugar de trabajo”.
Su fusilamiento y luego lo lanzan al río Mapocho
Llega al hospital. Después de almorzar, es detenido por los militares. Es torturado; uno de los golpes lo recibe en el estómago. Lo llevan al 5° piso. Una funcionaria lo ve y relata: “Iba custodiado por dos militares; venía afirmado por ellos y se llevaba la mano al estómago por el culatazo. El venía muy pálido. Subió apenas las escaleras…”. En una camilla lo llevan al policlínico.
Cerca de las cuatro de la tarde es trasladado a un colegio cercano al hospital, el Internado Barros Arana que funcionaba como centro de detención. El militar a cargo del recinto, solicita a un capellán de las FFAA que verifique si es sacerdote; conversan y Joan, además se confiesa. Posteriormente, el capellán le informa al militar que el prisionero es efectivamente un sacerdote.
Al anochecer, durante el Toque de Queda, es subido a un jeep militar. Lo llevan al Puente Bulnes del río Mapocho.
Es custodiado por Nelson Bañados, soldado conscripto de sólo 18 años. Juan está esposado, pensativo, no habla durante el trayecto: ya le habían comunicado que lo iban a matar. Lo condenaron a muerte sin un proceso judicial, sin un abogado defensor, sin derecho a defensa, con falsas acusaciones.
Llegan al Puente Bulnes. El soldado que lo fusiló, Nelson Bañados, relata en los tribunales: “… saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo ‘por favor, no me pongas la venda, mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón’… fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo ‘Padre, perdónalos’”.
Placa que está en el Puente Bulnes
El soldado, nervioso, le dispara con la metralleta una ráfaga. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y sólo tuvo que darle un suave empujón para que cayera a las sucias aguas del río Mapocho.
“Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca jamás”, afirma el soldado ante el juez.
Los militares mintieron y afirmaron que Joan Alsina había muerto en un enfrentamiento con patrullas militares: que era un extremista, un francotirador.
El cura Alsina, pocos días antes de su crimen
El Cardenal Raúl Silva Henríquez, envía una carta a los padres de Joan: “La primera información fue dada a la curia de Santiago por los militares que entregaron el cadáver de su hijo. Por averiguaciones hechas más tardes, por los sacerdotes gerundenses que hay aquí en Santiago, y que han hecho indagaciones bastantes serias, ha resultado que Juan fue fusilado después de un juicio sumario”.
El día 20 los sacerdotes de la parroquia de San Bernardo inician diligencias para encontrar a Joan. Acuden al Arzobispado, al Consulado de España y recorren centros de detención, como el Estadio Nacional; no lo encuentran.
El 27 de septiembre, la Embajada de España les comunica que el cuerpo ha sido ubicado. Fue encontrado el 20 de septiembre en el río Mapocho, subido a un camión, y con otros cuerpos, fue llevado al Instituto Médico Legal.
Al día siguiente es sepultado en el Cementerio Parroquial de San Bernardo. El Vicario Episcopal señala en el funeral: “En la muerte de Juan hay algo muy profundo que vale la pena meditar: él fue al encuentro de la muerte (…) Como otro Cristo, Juan se entregó voluntariamente”.