Oh I'm just counting

Actrices chilenas: cuando se va el glamour, pueden terminar sus días en una casa de reposo

Estremecedora realidad que el escritor Jorge Marchant Lazcano describe en su nueva novela, “Desconfianza”

Por Francisco Castillo

Jorge Marchant Lazcano nos introduce en un ámbito alejado de los escenarios resplandecientes. Allí las protagonistas de su relato solo esperan que llegue el final.

Cuando se apagan las luces y cae el telón por última vez, empiezan a vivir una nueva existencia actrices que fueron famosas. Ya no hay aplausos en su entorno. Están en una casa de reposo del Sindicato de Actores.

Por cierto, lo que nos cuenta Marchant es producto de su imaginación pero hay visos de realidad. Al menos es lo que aventuran los lectores de “Desconfianza” también adictos al teatro. La novela trata de dos célebres actrices chilenas, rivales cuando estaban en plena actividad, que se reencuentran en un hogar de ancianas a vivir su retiro. Todo sucede en la casa que el sindicato actoral logró adquirir para amparar a sus asociadas que no tenían donde echar los huesos al final de sus carreras.

Será por curiosidad o morbo, da lo mismo, el lector empieza a buscar desde el comienzo la verdadera identidad de los personajes, que por cierto el autor presenta con seudónimos. Aunque sea al boleo, saltan los nombres de Silvia Piñeiro, Anita González, Alicia Quiroga, Carmen Barros y varias más.

-Pero, ¿quiénes son en realidad estas divas venidas a menos por el paso de los años y las billeteras vacías?

Marchant se ríe ante la presión reporteril: 

-Sin duda -dice a Cambio21-, de la lectura se desprende que hay una mezcla de varias actrices de nuestro pasado estelar. Tal vez quienes más se destaquen sean Ana González y Silvia Piñeiro, entre quienes hubo una gran rivalidad, más por razones políticas y visiones distintas en torno al espectáculo, que por otras causas.

“También hay figuras relevantes como Alicia Quiroga y Carmen Barros, por su pasión por el musical. Pero ninguno de mis personajes es ‘exactamente’ una de ellas. ‘Marta Bernales’ por ejemplo podría parecerse a Ana González, pero también se puede parecer a Bélgica Castro, aunque en realidad jamás quiso trabajar en una teleserie, como Ana.

Tributo a actrices

El relato de Marchant transcurre con referencias a los egos que caracterizan a estos personajes en la vida real, y que, en su tesis de autor, en vez de atenuarse con el paso de los años, se acentúan. Y esto, en un ambiente de personas delicadas de salud, con fallas de memoria y presas de rencores que vienen del pasado. Un thriller sicológico protagonizado por mujeres.

-De un tiempo a esta parte, personajes de la tercera edad aparecen en roles protagónicos en la escena televisiva. También en la política. ¿Está en lo mismo?

-Más que acercarme a ese repentino interés - algo mórbido - en la desgracia de ser ancianos, me interesó narrar en una especie de tributo una historia de actrices viejas que aún entusiasman a una generación de gente joven (eso puede advertirse en las redes sociales). Creo que son personajes potentes, apasionados, vivos, ricos en experiencias para transmitir ideas en torno a la lealtad, las rivalidades, los celos, las envidias, y la redención, especialmente en el mundo de las artes.

-Este repentino interés por dar espacio a la gente mayor, ¿es un anticipo a lo que viene en Chile, un país cada vez más “viejo”?

-Sí, que rato. Mi novela anterior, "Cuartos oscuros", fue en palabras de Alberto Fuguet, "una novela dura, de hombres solos, viejos, decrépitos, contaminados, abandonados, infectados, terminales”. Evidentemente, frente a estas actrices, no parecen oponerse mucho. ¿Tal vez soy yo mismo proyectándome en algunos años más?

 

La emoción, el dolor

El consagrado actor Humberto Duvauchelle -en sus charlas a estudiantes en la Universidad de Playa Ancha- dice que lo esencial de quienes asumen el oficio es transmitir emoción.

Su colega Ana Reeves lo ha hecho por años en los escenarios nacionales. También lo hizo al acompañar a Marchant en la presentación de “Desconfianza”, dejando en evidencia el impacto que le causó la novela. 

“Estando en una casa de reposo, el pasado existe. Cobra un aterrador protagonismo. Y vivir el presente allí, es reconocerse tal como se es, ya no hay personajes ni máscaras, ni maquillaje que ayude a ocultar la realidad tan lejana a la fantástica ficción que las cobijaba. Los recuerdos se sobredimensionan como las buenas y malas cosas vividas. ¿Qué son las buenas cosas para estas actrices?: Los momentos en los que alcanzaron o creyeron alcanzar la gloria”.

A continuación, Reeves se pregunta: “¿Y qué pasaba cuando bajaba el telón? Pareciera que se sumían en el dolor de saberse ejerciendo una vida sin sentido, absurdamente vacía, desapasionada. La alegría, el amor, el glamour tomaban sus horas de descanso preparándose para reaparecer camino a la función, al camarín, al ‘olor’ a teatro y una vez más a correr el riesgo de exponerse, de caminar por la cuerda floja, de equilibrarse entre la locura y la razón, entre el ser o no ser, vivir de verdad acompañadas del temor que se ha infiltrado en los sueños de cada actor o actriz: quedarse en blanco”.

La obra

Nada peor que quedarse “en blanco”, en plena función, para quien trabaja y vive del teatro. Ciertamente, un episodio de estos se muestra en uno de los 8 capítulos de las 202 páginas de “Desconfianza”.  La obra va in crescendo presentando la rivalidad de la empingorotada Rosario Huidobro, actriz de regia familia, hermosa, de enorme éxito de público y con mucha facilidad para papeles de comedia ligera, quien se enfrenta a Marta Bernales, gran actriz de reparto, con relevante capacidad para asumir roles de elevada exigencia dramática, Premio Nacional de Teatro por añadidura.

En papeles secundarios Marchant pone a “Sarita Montes”, actriz menos popular que las anteriores, pero que en la novela asume el rol de mediadora entre las divas, para conducir el drama a un desenlace menos desalentador. Otros personajes importantes son María Celis, la administradora de la casa de reposo y Tobías Villalba, un pintor chileno de fama internacional, residente en Madrid, que aún fallecido es la manzana de la discordia entre las divas.

Haciendo honor a su trayectoria como guionista de teleseries, para el final Marchant reservó una revelación inesperada. Es su sello. Y da pie como para que la obra continúe, girando como un carrusel, por siempre jamás.