Oh I'm just counting

Carta de ex presidentes de la DC. Por Francisco Huenchumilla Jaramillo, Senador

Por la presente declaración, vengo en rechazar la insólita declaración de los expresidentes de la DC, que llaman al partido a decretar Libertad de Acción en el Plebiscito de Salida del próximo 4 de septiembre. Esto equivale a decirle a sus militantes y simpatizantes, simplemente: “hagan lo que quieran”; o a decirle al país que la DC, como partido político, no tiene nada que decir, puesto que no tiene opinión sobre el plebiscito. ¿No es acaso insólito que dirigentes que ejercieron el máximo liderazgo interno, en un hito tan clave para los destinos del país como es una propuesta de Nueva Constitución, que deje atrás aquella de la Dictadura, y que por primera vez haya sido bajo la soberanía popular, hagan este llamado al partido que alguna vez presidieron para que renuncie a su razón de ser, y a que mire para el lado, se quede callado y no tenga opinión?

 Por esencia, un partido político tiene como objetivo conducir los destinos de su país, y por ello lo más elemental es tener opinión fundamentada respecto de aquellas circunstancias o hitos históricos que resulten cruciales para la sociedad que pretende conducir; y de esa manera, transparentar frente a la opinión pública su postura y su decisión de influir en ella, para que el país, en su conjunto, se pronuncie democráticamente el próximo 4 de septiembre.

 ¿Acaso no hemos enfrentado otros momentos cruciales en nuestra historia? Que yo sepa, nunca en parecidas circunstancias Frei Montalva, o Tomic, anduvieron promoviendo una tal libertad de acción. La respectiva Junta Nacional asumió su responsabilidad. Busco, y no encuentro en sus palabras, los argumentos o análisis que sustenten esta petición. Sospecho, por la vía del contexto y de la interpretación, que los camaradas expresidentes tienen el temor –legítimo– de que una definición clara y tajante, produzca entre nosotros una fractura de insospechadas proyecciones. Concedo que este es un punto para considerar.

Desde que asumí como Senador, en marzo del 2018, distintos camaradas me propusieron asumir responsabilidades mayores en el partido. Sentí que no estaban dadas las condiciones democráticas internas para salir de la crisis que vivíamos; un partido sin ideas y sin debate, empantanado en una lucha encarnizada por el control del poder interno.

En todos estos años, incluidos los de esta última elección de la nueva directiva, hice innumerables gestiones para que bajáramos las armas y lográramos un acuerdo básico en orden a salvar a la DC, e iniciáramos un proceso de modernización y puesta a punto. No fue posible. Era más fuerte la lucha por el control interno. Creo que no es posible soslayar este mal que nos corroe.

Los expresidentes nos piden 3 años más, al costo de no tener opinión en el plebiscito; el precio es demasiado alto, porque apunta al corazón y la esencia de un partido. Un partido sin ideas y sin opinión, ¿qué es? Nada. Detrás de todo esto, existe el temor de que –dada una definición entre el Apruebo y el Rechazo– el sector que pierda pudiera no aceptar el resultado.

Si tal cosa sucediera, significaría que nos habríamos estado haciendo trampas en solitario, y que el partido habría perdido el affectio societatis, sin el cual no es posible una comunidad de ideas de hombres libres, agrupados en un partido político. Se nos pide actuar con respeto. Obvio, pero esto no puede ser óbice para un libre debate de las ideas, como corresponde a cualquier democracia que se precie de tal; y, si no hay acuerdo, serán las instancias competentes las llamadas a resolver. Pero lo que no puede suceder es que, bajo la acusación de falta de respeto, se encubra una suerte de recelo a las legítimas diferencias. Ahora bien, si hay problemas conductuales reñidas con la ética, o infracciones a las lealtades partidarias, tendrá que operar el Tribunal Supremo. Si de delitos se tratara, bueno, eso lo resolverán los Tribunales. Yo siempre partí de la base que estos temas estaban zanjados. Sobre la legitimidad de las opciones –se cita al presidente Boric– es claro que el pueblo de Chile está llamado el 4 de septiembre a pronunciarse votando por el Apruebo o el Rechazo. Eso no está en duda.

Pero lo que no es aceptable es que, bajo este supuesto, los expresidentes quieran actuar y llamen a su partido, como si fueran simples ciudadanos de a pie sin responsabilidades públicas; y la Democracia Cristiana una suerte de Junta de Vecinos, que opte por la mudez y el silencio frente a las opciones, simplemente lavándose las manos.

Eso sería eludir su responsabilidad y un grave error político. No quiero especular, pero es probable como hipótesis, que determinados sectores de la DC estén por rechazar, y una “libertad de acción” les permitiría pasar “colados”, al costo de hipotecar para siempre la poca credibilidad que, supongo, aún nos puede ir quedando. Una cuestión a mi juicio impresentable, pues le estaría haciendo el juego a la derecha. Porque objetivamente, una decisión de libertad de acción de la DC es un punto a favor del Rechazo.

Creo que llegó la hora de la verdad, y que tenemos que tomar una opción. Bueno sería que cada uno de los firmantes sincerara su opción y dijera públicamente si está por el Apruebo o por el Rechazo; la militancia y la opinión pública lo agradecerían, pues iluminaría su propia decisión. Por mi parte, fui crítico de la forma como la Convención condujo este proceso, pues ello generó un clima negativo respecto de su gestión.

El proceso le ganó al contenido. Terminado el trabajo, me di el tiempo necesario para estudiar detenidamente el resultado, y no encuentro nada tan grave y delicado para el futuro del país, que me llevara a encender luces rojas o amarillas.

 La derecha está en contra, porque está velando por sus intereses, como lo ha hecho siempre en nuestra historia patria; no se da cuenta que está cometiendo un error histórico, pues estamos en un mundo diferente, en que las injusticias y las abusivas desigualdades ya no pueden esconderse, te seguirán persiguiendo, y en cualquier recodo del camino te pasarán la cuenta. Lo sabio y estratégico de un partido político es adelantarse y hacer los cambios que la sociedad necesita. Desde los años 90 la derecha, con todo tipo de promesas falsas y artilugios, usó su poder de veto y se negó a los cambios. ¿Por qué ahora deberíamos creerle? Hay vida, más allá de la Constitución de Pinochet.