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Crisis en la Iglesia Católica chilena: Francisco afina expulsión de “mercaderes del templo”

Por Mario López M.

La debacle va mucho más allá de los abusos sexuales, por graves que estos sean, incluyen relaciones incestuosas de poder, encubrimiento y redes de protección. La cúpula religiosa abandonó a su pueblo, llegando a niveles de desafección únicos en el mundo católico.

La reacción del Vaticano es inédita, es cierto, nunca había acontecido en casos anteriores ni la citación a Roma a todos los obispos de un país ni se les había tratado de mentirosos, pero si ella no va acompañada de sanciones ejemplarizadoras, solo agravará el cisma.

Algo más que una simple “crisis” de conducción vive la Iglesia Católica chilena, algo más allá incluso que  el tema de los abusos sexuales que la ha remecido hasta los cimientos, se trata de un trance histórico cuya única salida no puede ser otra que una “refundacional”, que incluya al menos profundos cambios entre quienes la encabezan, trasparentar los vicios que le han afectado e intentar rearmar el vínculo virtuoso que en alguna oportunidad, no muy lejana, le distinguió en Chile.

Si es chileno, no siempre es bueno

En Roma en el último año se ha hablado del “caso chileno”, para graficar una situación sin parangón en el mundo y que ha implicado una caída brutal en la apreciación pública de la Iglesia Católica chilena que cayó nada  menos que 43 puntos porcentuales, de un 91,8 en 2001 a un 48,6 en 2010. Recientes mediciones de la consultora especializada The Lab Y&R, se han mantenido en estricta reserva, pero llevaron a al sacerdote jesuita Marcelo Gidi, doctor en Derecho Canónico a asegurar que “Hay una preocupación acá en la Iglesia central de la realidad de la Iglesia chilena. Están bastante atentos, porque han visto este cambio adverso en estos últimos años”.

Diversas mediciones, encargadas algunas por la propia iglesia local, muestran que menos de un 30% de los chilenos confía en la Iglesia Católica en nuestro país, absolutamente por debajo de cualquier otro país del continente. Según un estudio de LatinoBarómetro, se encuentra lejos del peor evaluado, Argentina, donde la confianza alcanza a un 55%. La encuesta Bicentenario elaborada por la Universidad Católica, admite que quienes se declaran católicos en nuestro país, bajaron entre 2007 y 2017 de 66% a 59%.

La reciente “citación” que efectuó el Papa Francisco a los obispos a reunirse en Roma para analizar en conjunto la crisis originada al interior de la iglesia en Chile y que ha llevado a un verdadero cisma entre la superestructura religiosa y el pueblo cristiano y que el propio pontífice experimentó en su desarraigada visita a nuestro país, no ha sido la única en el último tiempo. A propósito de la visita “ad limina” que regularmente efectúan los episcopados de los distintos países al papa, la realizada por los obispos chilenos a comienzos de 2017, se distinguió por su inusitada prolongación, tanto así que no pasó ello desapercibido para la prensa: “No una, sino dos veces se reunió el Papa Francisco con los obispos chilenos”, consignaba La Stampa.

“El cierto descrédito”

En aquella oportunidad se discutió latamente acerca de los delitos canónicos en que aparecían involucrados sacerdotes, la gran mayoría de ellos asociados a pedofilia y que alcanzaban altos puestos en la curia, incluso que involucraban a obispos. Además se analizó la baja ostensible en las vocaciones religiosas en nuestro país y no estuvo ausente la política, pues se evaluó el rol de los colegios católicos frente a la entonces reforma educacional en Chile. Pero lo que generó más atención, reconocen quienes conocieron el tenor de las reuniones, fue la fuerte caída en la valoración y credibilidad de la iglesia chilena.

Según una entrevista publicada en aquellas fechas en L’Osservatore Romano, Mons. Santiago Silva, obispo castrense y actual presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, dijo que uno de los desafíos que preocupa a la Iglesia en Chile “es el cierto descrédito (que ha experimentado) por los casos de abusos sexuales por parte del clero (…). De eso hablamos con el Santo Padre”. Ya en 2011 el entonces rector de la Universidad Alberto Hurtado, sacerdote Fernando Montes, reconocía que la Iglesia Católica chilena estaba viviendo un momento de crisis y abogaba por transformarla en una oportunidad para hacer las correcciones que corresponden.

“No se trata de atacar ni de defendernos, sino de mirar la verdad y con toda honestidad hacer las correcciones que correspondan”, decía el jesuita y agregaba que “Lo más complicado es que hemos hecho daño a gente (…) Y por lo tanto, hoy día es la hora de las víctimas a las cuales tenemos en primer lugar que respetar, que escuchar, que pedirles perdón que hacer justicia en toda la medida de lo posible y, al mismo tiempo, ayudarlos a que no queden prisioneros de una pasado poco feliz”, concluía. Pero esos llamados a la jefatura de la curia chilena no le llegaron. Mons. Ricardo Ezzati nunca creyó en las denuncias que conocía de sobra o, derechamente, fue encubridor de abusadores. No se explica de otra manera su desprecio por las víctimas.

“Mentirosos”

Las palabras del Papa Francisco en la carta a los obispos chilenos convocándolos al Vaticano, golpearon fuerte no solo en Chile sino que en todo el mundo: “inédito”, “histórico”, “sin precedentes” y otros términos se usaron para calificar los lamentos del sumo pontífice que acusó haber sido víctima de mentiras: “En lo que me toca, reconozco, y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo también personalmente en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”.

Nadie sino el Nuncio Apostólico, Mons. Ivo Scapolo y quienes han dirigido la iglesia en nuestro país, son la fuente primera de la información que se entrega a Roma. Resulta muy grave que se catalogue de mentirosos a quienes informaron a Francisco. Así lo asegura el sacerdote jesuita Felipe Berríos, para quien “hay una responsabilidad directa del nuncio apostólico y del cardenal (Francisco Javier) Errázuriz (…). Yo creo que otros tendrán que dar una explicación. En la misma línea para el académico Luis Bahamondes, “claramente el nuncio es el que tenía mayor responsabilidad de informar al Papa, y en una línea bastante directa también le correspondía al cardenal Ricardo Ezzati”.

Muchos se preguntan por qué la carta “citación” del papa no conllevaba  de inmediato sanciones, si está tan claro que se le mintió acerca de los abusos y sus responsables. Tampoco basta sentir “dolor y vergüenza” por no haber “logrado que las heridas de los abusos sanaran”, como declararon los propios obispos en respuesta a la carta papal. Pero quienes conocen a la Iglesia Católica, saben que esta tiene sus propios tiempos y si bien no se hará un harakiri en público, sí habrán importantes cambios tras la reunión en Roma, cara a cara de Francisco y quienes le mintieron y además varios de los cuestionados obispos acusados de estar vinculados a casos de abusos sexuales o de encubrirlos.

Se espera al menos la salida de los cuatro obispos acusados de encubrimiento a Karadima, del propio Ezzati y del Nuncio Apostólico en nuestro país. Pero no se descarta que la desafectación sea mayor. La pregunta es ¿después de Ezzati, quién?

Al más alto nivel

Si bien los casos de delitos sexuales cometidos por parte de la curia no son exclusivos de nuestro país como tampoco el que se vean envueltos en ellos altos dignatarios de la iglesia, sí llama la atención que casi un tercio de los 34 obispos chilenos se encuentren cuestionados por su vinculación a casos  de abusos.

Entre los 80 denunciados se encuentran cuatro obispos, 66 sacerdotes, un diácono, dos consagrados y seis hermanos maristas. Sume a ellos a la religiosa Isabel Margarita Lagos -Sor Paula- fallecida en 2012, tras ser removida como superiora de Las Ursulinas.

Según Ann Barrett-Doyle, codirectora de la ONG estadounidense Bishop Accountability, existe una base de datos que da cuenta “de casi 80 clérigos en Chile acusados de abusar sexualmente de niños”. Tales denuncias tienen en calidad de obispo emérito –no justamente por sus logros o haber pasado a merecida jubilación-, a Mons. Marco Antonio Órdenes,  acusado de abusos sexuales en menores. También la lista incluye al obispo de San Felipe, Cristián Contreras, acusado de abuso sexual contra un menor de edad, investigación religiosa que determinó que no había antecedentes para llevar adelante una causa. También tres religiosos lo acusaron de “actos impropios”.

Igualmente se nombra a Mons. Francisco José Cox Huneeus, de la orden de  Schönstatt, quien en 1997 se vio involucrado en una investigación por abusos por parte de la Nunciatura Apostólica y renunció al cargo. Qué duda cabe que el nombre del sacerdote  Fernando Karadima ocupa una mención especial en el informe de la ONG. Mal que mal es él el centro de la acusación que alcanza a varios obispos por encubrimiento de los abusos por él cometidos en jóvenes seminaristas y acólitos por años. Incluso estando ya condenado por el Vaticano, ha seguido siendo venerado por varios obispos y sigue siendo considerado como el sacerdote más poderoso de Chile, sobre todo por su influencia en la cúpula de la iglesia en nuestro país.

Entre otros obispos han sido denunciados Mons. Gonzalo Duarte, de Valparaíso, a quien se acusa de encubrimiento y mantener comportamientos impropios con seminaristas; Mons. Santiago Silva actual presidente de la Conferencia Episcopal, como encubridor de abusos contra seminaristas cuando era obispo auxiliar de Valparaíso; Mons. Bernardo Bastres de Punta Arenas, a quien se le acusa de no haber actuado cuando era inspector de la congregación salesiana, respecto de un sacerdote que mantenía pornografía infantil y Mons. Jorge Medina, obispo emérito de Valparaíso, por no reaccionar al conocer una denuncia de abusos contra un seminarista.

Un secreto a voces es que al interior de  la Iglesia Católica chilena existe una profunda división entre los obispos. Si bien Barros ha sido la piedra de tope entre quienes le respaldan abiertamente y quienes en público han sugerido o derechamente pedido su remoción o dimisión, entre ellos Mons. Ysern y Goic, pero la cuestión es mucho más profunda y se da también entre la cúpula de la curia y los “sacerdotes de a pie”, cansados ya de ser los que día a día deben dar explicaciones ante los feligreses o recibir el menosprecio de algunos que tienden a generalizar en todos la falta de algunos.

Para el sacerdote jesuita Antonio Delfau, “Chile está viviendo, desde un punto de vista eclesial, una crisis muy grande. Todas las encuestas lo dicen. Un episcopado chileno que está dividido, una Iglesia que se ha vuelto un poco irrelevante, más aún para quienes vimos la Iglesia de la dictadura y de la pos dictadura, que era una Iglesia muy respetada”.

El círculo de Karadima

Al obispo de Osorno Juan Barros, acusado de encubrir los delitos sexuales de Fernando Karadima, se suman los obispos Tomislav Koljatic,  Horacio Valenzuela y Andrés Arteaga. Además, según las víctimas, debe sumarse, por “encubrir a los encubridores”, Mons. Ricardo Ezzati y el Cardenal Francisco Javier Errázuriz. De hecho la investigación de Mons. Charles Scicluna, obispo de Malta por encargo personal del Papa Francisco, daría por acreditados todas y cada una de las denuncias acerca del conocimiento que tales obispos tenían de los hechos que causaron tanto daño a tantos.

“Por momento el informe llega a ser desgarrador”, reconoce a Cambio21 un personero de la Iglesia Católica. La misiva de Francisco así también pareciera haberlo entendido cuando consigna que “Cuando me entregaron el informe, y en particular su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder, y en particular de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro país contra menores de edad”.

El obispo Tomislav Koljatic, como se recordará, en defensa de Karadima envió una carta al Papa negando los abusos sexuales y denunciando a su vez que  se trataba de un “complot de la izquierda y los masones” en contra de su venerado hermano en la fe. En la misma línea fue otra carta enviada por el obispo Horacio Valenzuela, que también hizo referencia a los mismos “conjurados” en contra del inocente ex párroco de El Bosque.  Según el abogado Juan Pablo Hermosilla, quien representó a las víctimas de Karadima, “Pese a recibir nuestras denuncias y el informe del padre Eliseo Escudero (investigador eclesiástico del caso), el arzobispado de Santiago no adoptó medida alguna tendiente a evitar que los hechos denunciados se siguieran cometiendo”.

De hecho los expedientes dan cuenta que Errázuriz, personalmente recibió la denuncia de laicos y religiosos y nada hizo al efecto y, peor aún, respaldó a Karadima, incluso por escrito. “Junto con desearle la abundante bendición de Dios”, partía diciendo la misiva, en la que reconoce de manera expresa que él fue uno de los que informó al Vaticano sobre estos hechos. En la carta en que lo pone al tanto de la acción seguida en su contra, le da a elegir abstenerse de conductas públicas sin necesidad de aplicar medidas cautelares. Otros 19 curas también escribieron sendas cartas al abogado de Karadima, Juan Pablo Bulnes,  para ser presentadas como prueba en Roma.