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Despercuden los “viejos estandartes”: La “Familia Militar” entra a la política

Por Mario López M. Desde la derrota de Pinochet de los 90 que no levantaban su propio candidato presidencial. “Hemos tomado conciencia de nuestro poder gravitante”, dicen, al paso que amenazan cosechar tempestades a quienes osen provocarlos.

“El mundo militar comienza a reaccionar”, aseguran, dando cuenta de “los honores rendidos por la banda de guerra de la Escuela Militar a familiares de perseguidos por la justicia”.

Una reunión de “generales de Ejército con el general Oviedo y la visita del Cuerpo de Almirantes de Valparaíso a los prisioneros políticos de Punta Peuco, confirman que militares y policías de ayer y hoy constituyen una unidad granítica”, advierten.

Quizás quien mejor retrata lo que es la “familia militar” es alguien que en cierta medida formó parte de ella durante la dictadura, pues su “padre era en realidad un abogado con grado –no recuerdo específicamente qué grado en ese momento– que lucía su uniforme militar no más de dos o tres veces al año: un milico de mentira, por suerte”, relata.

Se trata de Arturo Ruiz Ortega, licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile y Master of Fine Arts en Escritura Creativa de American University, en Washington DC, y quien las oficia de “poeta, podcaster y escritor chileno”, según propia definición.  

La “familia militar”

“La vida en la así llamada familia militar de los ochenta era simple: todos éramos gente de bien y ellos –los otros, los comunistas– eran los malvados, mientras que nosotros, nuestros padres más bien, eran los héroes victoriosos que combatían el marxismo internacional que tenía por objeto ‘convertir a Chile en otra Cuba’. Los miembros de la familia militar gozábamos de cierta comodidad y vivíamos en un mundo bonito, aislado y compuesto exclusivamente por más miembros del mundo militar y simpatizantes oportunistas de la clase alta que nos hacían sentir que nosotros también pertenecíamos a la oligarquía y que juntos éramos ‘lo mejor de la patria’”, recuerda Ruiz Ortega.

Hoy, esa “familia militar” ha envejecido o ya no está, no goza de los mismos privilegios y no disfruta de charreteras, botones dorados y menos de reconocimiento social. Sin embargo, no está en el ostracismo, pues aún continúa apegada a sus tradiciones, a su historia, sus historias, aquellas que necesitan creer para vivir sin remordimientos, aquella que lo justifica todo, que se siente víctima de la venganza del comunismo internacional, de jueces prevaricadores que manipulan la ley para ensañarse con sus seres queridos.

 “Por ello para mujeres como Angie de Krassnoff no ha habido crímenes, sino heroicas gestas en las que su apuesto marido combatió con el valor de los cosacos. Para Angie él no cometió ni violaciones a los Derechos Humanos ni violaciones puras y simples, sino que es un héroe traicionado por Chile, porque cuando la dolorosa verdad comenzó a saberse en los noventa, la familia militar creyó que todo no era más que un montón de mentiras de ‘comunistas resentidos’”, agrega Ruiz Ortega. Basta leer o escuchar a Loreto, la hija del general (r) Raúl Iturriaga Neumann, ilustre locatario (temporal) de Punta Peuco, decir “mi padre es un héroe”. Lo que sin duda cree a pie juntillas.

“Pegados en el pasado”

Para evitar equívocos o generalizaciones que pueden resultar odiosas, es necesario aclarar que la “familia militar” se refiere a aquellos que vivieron o nacieron en dictadura y nunca más cambiaron el chip.

Esos que tras la caída del dictador en 1990 y “mientras el resto de Chile y el mundo se enteraban poco a poco de lo sucedido en la dictadura de Pinochet, la familia militar se cerraba en sus mal entendidos valores tradicionales y en las misas celebradas por capellanes bien distintos a los curas de la Vicaría de la Solidaridad. Así, el mundo militar no cambió en la misma medida que lo hizo el resto del país –todavía hay una Biblioteca Presidente Augusto Pinochet Ugarte en la Academia de Guerra-”, recuerda Ruiz Ortega.

Y ese es solo uno de los baluartes que siguen atesorando. Más allá de estatuas o nombres de calles que poco a poco van desapareciendo, se reunían en restaurantes temáticos como el mítico Lili Marleen, en Providencia, donde en cada rincón, en cada pared y en los rostros de los contertulios pareciera, más allá de su edad, jamás haber avanzado el tiempo. Allí se dan cita los sobrevivientes del ’73 y los civiles, cada vez menos, que se enorgullecen de los himnos militares que resuenan victoriosos.

Los años dorados vuelven al combate

Durante años los ex uniformados se reunieron en juntas de camaradería en círculos de oficiales o militares en retiro, primero estratificados por rama, grados, especialidad o localidad, todas asociadas a temáticas gremiales y defensa de derechos previsionales u otros que intentaban mantener sus estatus. Allí comentaban el acontecer de los institutos armados y de la vida política del país. Sus mujeres se congregaban en tecitos sociales, obras de beneficencia o en CEMA Chile, última trinchera que dirigía la mítica señora de hierro, Lucía Hiriart de Pinochet, y que el dictador le había dejado “para seguir haciendo el bien”.

Sin embargo, el “enemigo” les seguía acosando “sin reconocer el tremendo aporte a la Patria que habían realizado”. Perseguían a sus líderes y ahora, no satisfechos con ello también, vía tribunales, apremiaban a todos aquellos que “habían servido lealmente en organismos de seguridad, incluso en contra de su voluntad”. Ya no bastaba encarcelar a los Manuel Contreras, Miguel Krassnoff o Álvaro Corbalán, ahora iban tras los simples agentes y los llamados –“de manera artera y traidora”-, cómplices pasivos.  

La diferencia ahora es que ya no se esconden tras las ventanas de conjuntos habitacionales de militares ni en lugares cerrados, han salido a las calles –pancartas en mano- a demandar “justicia” para sus seres queridos encarcelados, se reúnen en mítines políticos, acuden a la prensa a contar “su verdad”, sus abogados recurren a tribunales pidiendo se reinstaure el Estado de Derecho, crearon “multigremiales” de “Personal en Retiro de las Fuerzas Armadas, Carabineros, Investigaciones y Montepiados”, e incluso invocan a Trump, pidiendo los ampare de un gobierno comunista que les persigue.

Con candidato propio

La última candidatura presidencial que los motivó fue la del propio Capitán General. De ahí en más fueron los “políticos” los que se hicieron cargo, los mismos que los lisonjearon y una vez que volvió la democracia los fueron dejando de lado e incluso muchos renegaron de haber ido a los cuarteles a pedir algún favor, a capacitarse a Colonia Dignidad o a aplaudir al dictador donde fuera.

Quizás lo que más los marcó fue la “traición” de Sebastián Piñera en 2009, cuando en reunión secreta les aseguró que si votaban por él se encargaría de liberar a los exuniformados. Así lo recuerda el mayor (r) e integrante del Movimiento de Unidad Nacional (MUNA), Carlos Gary, quien asegura que el expresidente no cumplió su compromiso de aplicar “la misma justicia que los gobiernos de la Concertación le aplicaron a todos los terroristas, los cuales están todos libres mientras los militares que combatieron a los terroristas están presos”.

Prometen no tropezar dos veces con la misma piedra, en alusión a Piñera. Incluso Loreto Neumann jura que votará hasta por “Beatriz Sánchez”, pero jamás por el exmandatario. Por ello la aparición del diputado y ya inscrito candidato presidencial  José Antonio Kast, quien sin remilgos reconoce ser el candidato de la “familia militar” y sentirse orgulloso de la obra de Pinochet, les revivió. Calculan ser unos dos millones de electores y ello, “con la gran abstención electoral, puede determinar quién sea Presidente”, dicen.

Se sienten abandonados por la derecha que les rendía pleitesía mientras detentaban el poder. Según Gary, en la llamada “Familia Militar” hay un fuerte descontento con la derecha, pues “son muy pocos los que nosotros destacamos”, entre los cuales se encuentran vigentes el senador Iván Moreira, el diputado Jorge Ulloa (ambos UDI), que son los únicos que han mostrado interés por los presos, precisando que el resto de “se sirvió del gobierno militar, y ellos son políticos hoy día gracias al gobierno militar, ellos se apegaban al general Pinochet y hoy lo desconocen y le dan vuelta la espalda, el señor (Andrés) Chadwick y todos esos”.

Amenazas de tormentas

Los uniformados en retiro y sus entornos familiares aún enquistados en los 80 no solo viven de recuerdos o con las esperanzas puestas en Kast. También optaron por organizarse, como reconoce el capitán de Navío ( r ) Fernando Thauby: “Años de abusos de poder político, de prevaricación judicial y de prepotencia mediática; de amenazas e injurias que no pueden ser respondidas y la total ausencia de liderazgo ministerial han empujado a los militares retirados a ingresar a un mundo que repudian, la política. La Multigremial de las FFAA, Carabineros e Investigaciones en Retiro (Multigremial Facir) es su respuesta y la prueba de que se hizo necesario instalar un nuevo actor en la lucha por la dignidad militar”, dice.

La advertencia la lanza sin cursilería: “Ante una sociedad que las estima, aprecia y honra, han faltado gobiernos que respalden y cuiden a las FFAA de Chile; el regreso de sus enemigos sociológicos de izquierda y la cobardía e impotencia de la derecha, han creado una situación de abuso y prepotencia de la cual todos nos arrepentiremos”, puntualiza, agregando una lacónica y velada amenaza: “Preocúpense de sus propios votantes y no traten de introducir cuñas donde no hay espacio. Recuerden que quien siembra vientos cosecha tempestades”.

Por su parte el Presidente de la Multigremial de Militares (r), Alejo Riquelme Solís, define a la familia militar como aquella que está “constituida por quienes visten el uniforme, por aquellos que lo vistieron y quienes los vestirán, agregando a lo anterior a toda su familia”.

Desde la Multigremial llama a no desestimar su poder: “paulatinamente nos estamos convirtiendo en una entidad gremial con una enorme potencialidad política. Hoy que estamos agrupados, congregando a todos los círculos, federaciones y asociaciones de las Fuerzas Armadas y de Orden de todo Chile, se empezará a notar nuestra presencia. Ya no damos lo mismo. Ya no somos un grupo sin voz e invisible. Hemos comenzado a trabajar en pro de nuestro sector y de nuestros intereses (…)  al voto del militar en retiro se debe agregar la cónyuge e hijos con sus respectivos cónyuges, lo que multiplica de forma exponencial los votos en las urnas y de esa potencialidad ya nos estamos empezando a dar cuenta”, advierte.

Respecto del cierre de Punta Peuco lanza una advertencia: “Recomendamos a las autoridades gubernamentales no sembrar vientos (…) tener presente que desconocer ese compromiso contraído por el Estado sería un acto de agravio a las FF.AA., de Orden y Seguridad”.

De paso desliza que “felizmente el mundo militar comienza a reaccionar. El discurso del  Comandante en Jefe del Ejército durante el juramento a la bandera; los honores rendidos por la banda de guerra de la Escuela Militar a familiares de perseguidos por la justicia; la importante reunión del Cuerpo de Generales de Ejército con el general Oviedo y la visita del Cuerpo de Almirantes de Valparaíso a los prisioneros políticos de Punta Peuco, confirman que militares y policías de ayer y hoy constituyen una unidad granítica”.

El rostro autoflagelante de la familia militar

No solo vociferantes voces que dan cuenta de un poder omnipresente se escuchan a ese lado de la “trinchera”. También existe una especie de muro de los lamentos, que representan los esfuerzos de familiares de presos por causas de derechos humanos y sus abogados para sensibilizar a la opinión pública acerca de la feble salud de los procesados y condenados por delitos de lesa humanidad y así, si no lograr su liberación, al menos evitar el traslado de sus familiares a cárceles comunes, pero segregadas.

Raúl Meza, defensor entre otros de Miguel Krassnoff, ha reiterado que “no descarto en absoluto que eventualmente internos que están cumpliendo condena en Punta Peuco, o militares que están próximos a ser condenados, tomen una decisión tan drástica de quitarse la vida (…) pues para las personas que tienen sobre 75 años, una condena a 10 o 20 años es una condena a muerte”, dijo.

Por su parte Loreto Iturriaga, autora de célebres frases como la que acusa que la Presidenta Bachelet “nos tiene viviendo en una dictadura marxista”, o aquella en que espeta a una cibernauta que cuestionaba el golpe del ’73 diciéndole “te mueres de ganas que un honorable te viole”, no ha dejado espacio periodístico al que recurrir ni instancia a que acudir.

Incluso envió por redes sociales un tuit dirigido a Donald Trump, en que le pide “Señor Presidente, ¡ayúdenos! Nuestros padres, una vez soldados, ahora son presos políticos en Chile”. Ello es parte de la estrategia denominada “libertad (para los) batallones olvidados”, que incluye una reservada carta hecha llegar al mandatario estadounidense a través del senador republicano Marcos Rubio.