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Detective que estuvo con Allende el Once en La Moneda desclasifica dos hechos: La escolta "era un desastre" y el último grito del Presidente antes de suicidarse: “Allende no se rinde milicos chuchasdesumadre"

Por Antonia Paz

El joven detective de 24 años Reinaldo Hernández Tarifeño -en la foto de hoy- había sido designado por la Policía de Investigaciones en la escolta y seguridad del Presidente Salvador Allende en 1973.

El grupo de protección del mandatario socialista estaba conformado por más de 70 personas, entre carabineros, detectives y el Grupo de Amigos del Presidente o Grupo de Amigos Personales (GAP).

El 11 de septiembre del 73, Hernández fue detenido saliendo de La Moneda por orden de Allende antes del ataque militar.

En una entrevista de la periodista Daniela Astudillo del diario La Segunda, Hernández Tarifeño, hoy con 74 años, desclasifica varios detalles desconocidos de ese día en La Moneda como que fue uno de los que escuchó el disparó con que se suicidó Salvador Allende, junto con devolverse junto a otros sólo dos testigos más, entre ellos el doctor Arturo Jirón, que observaron el cuerpo inerte del mandatario en su sillón. Otro que vio el cuerpo ensangrentado y desfigurado del Presidente fue el también doctor Patricio Guijón.

El juez Mario Carroza, quien menciona a Hernández en su expediente de 90 páginas como testigo fundamental para dar el sobreseimiento definitivo a la investigación sobre la causa de muerte del expresidente, en septiembre del 2012.

El joven detective está en una de la fotos icónicas del día del golpe cuando un tanque del Ejército intentó pasar por sobre los cuerpos de más de 20 personas que estaban tirados en el suelo. Cuerpos temblando de horror, enfilados y tumbados boca abajo. Los pies sobre la vereda de calle Morandé y un tanque con brutales militares entusiasmados en arrollarlos. 

Estas son las respuestas más destacadas de Hernández Tarifeño:

¿Cómo fue estar acuartelado la mañana del 11?

—Estábamos en el segundo piso; ahora, no sé cuánto habrá cambiado porque yo no he ido nunca más a La Moneda. No hubo nadie que coordinara al GAP, ni a Carabineros, ni a nosotros, que nos dijeran qué hacer; no hubo un líder, no hubo un mando. Yo quedé de acuerdo con el colega Eduardo Ellis Belmar, de estar parapetados, tendidos de guatita, apuntando hacia una puerta con la idea de que al primer milico que entrara le íbamos a disparar. Y bueno, no tuvimos a quién dispararle, nunca entraron por ahí, no le íbamos a disparar a los aviones. No disparé ese día.

Pensó que iba a relevar la lealtad de la PDI con el Gobierno.

—Ese es otro. Cuando empiezan a retirar a la escolta de Carabineros, antes del bombardeo, apareció el Presidente, yo estaba ahí, y le dice a don Juan Seoane (el jefe PDI): “Ustedes también váyanse”. Don Juan le contesta: “Tengo órdenes de permanecer en nuestros puestos. Nosotros nos quedamos”. Ahí el Presidente Allende le responde con la frase célebre que sale en el libro que después escribió don Juan: “Los viejos robles mueren de pie”.

—¿Cuándo es que está más cerca del Presidente Allende con vida?

—Cuando nos rendimos, nos mezclamos con el GAP y los choferes para hacer la fila y bajar, en modo arresto, y ahí fue el momento en que lo tuve a menos de dos metros. Yo no alcancé a bajar cuando el hombre (Allende) entra al salón y se manda el grito: “Allende no se rinde, milicos chuchasdesumadre" y sonó el disparo. Entré de inmediato y estaba sentado en el sillón, con el fusil todavía entre las piernas, de aquí para arriba (marca el entrecejo) caja craneana pegada en los cielos del salón, los lentes caídos adelante.

Y agrega: “Mire, yo vi muchos muertos, por mi trabajo en la PDI, en la escuela todos los sábados íbamos a alguna autopsia por distintos tipos de muertes, pero ver el cadáver del Presidente me impactó muchísimo”.

Para el juez Carroza su testimonio fue sólido

—No más de tres o cuatro escuchamos el disparo, entonces los que hablamos sobre esto no lo hacemos a medias tintas. Como le digo, esto ocurrió en segundos: escuché y entré al salón.


Y cuenta como era ser escolta del Presidente Allende con grupos tan diversos como Carabineros, GAP y detectives

—Le voy a contar un bochorno que me da risa. Fuimos a una cena donde el Presidente fue invitado en la Escuela de Carabineros, y ya sabe, van motoristas, el GAP y nosotros. Pasamos a un salón donde fuimos atendidos, escuchamos el himno de Carabineros , después unos discursos, ni sentimos aplausos y el hombre (Allende) va saliendo rápido y nos pilla a todos mal parados. O sea, no estábamos al lado de los autos ni siquiera para abrirle la puerta. Nos distribuimos en cualquier auto, otros se quedaron abajo. Fue una vergüenza, porque se veía feo todo ese espectáculo saliendo rajados tratando de alcanzar al Presidente.

—¿O sea que esa falta de liderazgo el día del golpe que usted relata no fue casualidad?

—Mire, la escolta que integraba Carabineros, Investigaciones y los GAP, la escolta completa del Presidente Allende éramos un desastre.

—Y en las imágenes se veían relucientes.

—O sea, ningún Presidente, desde que yo tengo memoria, usaba una escolta tan vistosa. El Presidente Alessandri caminaba a pie hasta La Moneda y su escolta no se notaba. El Presidente Frei Montalva salía en el vehículo presidencial con su chofer y nadie más. Aquí habíamos 17 detectives cerca, más otra escolta estructurada (GAP) que venía desde el barrio alto, más los motoristas de Carabineros. Le digo que por donde pasábamos, se sabía que iba Allende. Y si el Presidente salía a cualquier parte, toda la escolta iba con él.

—¿Comparte la idea que el Presidente Boric tiene algo del carisma de Allende?

—Es que no. Allende era un socialista con profundas convicciones. Boric no sé, es como lo más parecido al peronismo, o sea, no se entiende bien.