A 5 años del 18 de octubre de 2019, Chile no está mejor. Está peor.
La ciudadanía mantiene su malestar social por la desigualdad, está instalada la decepción por la ausencia de resultados que mejoren la calidad de vida de las mayorías (especialmente de las clases medias), ni que tampoco tuviera avances el camino propuesto por la clase política -encabezada por el Presidente del Senado de la época Jaime Quintana- que una Nueva Constitución resolvería los problemas sociales que generaron las manifestaciones del 18/O.
Decepcionada la ciudadanía, rechazó tanto la Constitución de la ultraizquierda en septiembre 2022 y también rechazó la fórmula constitucional promovida por la ultraderecha en diciembre del 2024 y el apoyo social a las manifestaciones sociales de hace 5 años cayeron abruptamente como se demostró este viernes en Plaza Italia, donde no más de 300 personas, muchos de ellos lumpen, llegaron a realizar desmanes y robos.
Además, según diversos estudios de opinión pública no más del 17% de la población hoy considera “bueno” lo que ahí ocurrió.
Es comprensible esa decepción ciudadana porque el país está peor que hace 5 años. Hoy se vive una crisis de seguridad inédita, un avance del crimen organizado y las familias viven atemorizadas encerradas en sus barrios mientras las calles son controladas por las bandas delictuales con su negocio de la droga, de la violencia, los robos, los homicidios, los turbazos y otro tipo de delitos.
La economía sigue estancada -creciendo al 2%-, hay menos empleos y más informalidad laboral, los barrios populares se han convertido en una cadena continúa de almacenes, negocios de alimentos, las controvertidas barberías que permiten la subsistencia familiar; las pensiones de las AFP’s siguen siendo miserables y se estableció una pensión básica de $207.000 mensuales que es claramente insuficiente.
La educación ha empeorado, los colegios están con menos alumnos y mayor violencia escolar entre los jóvenes y además, esa violencia ha llegado hacia los profesores; los colegios públicos traspasados a los SLEPS viven un acelerado deterioro como se ve en Atacama, en Valparaíso, pero el ministerio de Educación hace poco o nada y no reconoce la crisis de la educación pública.
Los hospitales públicos no tienen recursos para su funcionamiento como el Van Buren en Valparaíso, San Borja en la RM y nunca llegó el hospital público para la Zona Norte de la RM. El Transporte Público en regiones sigue siendo “caro, malo, inseguro y anticuado” y lo único que mejora es el Metro con algunas nuevas estaciones en Quilicura, El Bosque y en la RM hay más buses eléctricos.
Chile y su calidad de vida está peor y empieza a parecerse a ese país pobre de los 80’; las clases medias sienten que su progreso se estancó, sus hijos/as se quedan en la casa familiar hasta pasados los 30 años, no se independizan, no tienen autonomía, hay una crisis habitacional en las grandes ciudades que no puede negarse; mientras las élites políticas y económicas no han sufridos mermas en su calidad de vida con lo cual se amplía la distancia social.
Además, esas élites son incapaces de construir acuerdos para levantar al país, ya sea en lo económico y social, como en lo educacional y también en lo político.
Chile sigue siendo un país minero centrado en la producción de cobre, la diversificación productiva no llega, no se invierte en desarrollar nuevas industrias, el litio no ha sido la panacea donde sigue liderando la producción SQM; pero no aparecen nuevos motores productivos.
En lo político estamos más fragmentados y polarizados que hace 5 años. Cada mes aparecen nuevos partidos políticos y la polarización sigue.
No hay liderazgos que trabajen para construir diálogos y acuerdos para sacar adelante al país, para tener más trabajo, para resolver los problemas de seguridad, ni tampoco para mejorar las pensiones -donde llevamos 9 años discutiendo sobre el nuevo modelo de pensiones y no hay acuerdos-; ni menos para mejorar la calidad de la educación.
La política chilena hoy es pelea, polarización, acusaciones constitucionales, encontrar todo malo al contradictor, clima político que solo está favoreciendo a los sectores más ultristas con su discurso polarizante.
Y 5 años después, el gobierno vive su peor crisis con la caída del "zar de la seguridad" por una denuncia de violencia sexual hacia una asesora, que el Presidente de la República conoció el martes pasado, pero no se le pidió la renuncia, se le dejó asistir a la Comisión de Presupuesto a exponer en seguridad y solo renunció cuando la denuncia fue conocida vía medios de comunicación.
Este mal manejo, incluida la mala explicación presidencial en la comuna de Lampa, ha puesto en el centro de la crisis a La Moneda por demorarse tanto en pedirle la renuncia a Monsalve.
Todo esto ocurrió un fin de semana larguisímo en que ocurrieron 38 homicidios y la máxima autoridad del Gobierno no estaba enfocado en su tarea de brindar protección a la población. Esto revela que Chile está peor que hace 5 años en seguridad y en otros ámbitos de la vida social, lo que explica la alta decepción ciudadana con la democracia y las élites actuales.
Es urgente que renazca una élite política que se juegue por resolver los problemas acumulados en los últimos 15 años, mediante fórmulas transversales que conciten la adhesión de las mayorías, con cooperación del mundo público y sector privado, pero que efectivamente apunte a resolver la gran demanda social de mayor seguridad ante la delincuencia, seguridad ante la vejez, ante el desempleo, ante las enfermedades.
Si la política democrática no resuelve esto, que nadie diga que no vio venir este grito ciudadano que puede terminar pavimentando el regreso a políticas populistas, autoritarias y dictatoriales.