Oh I'm just counting

Editorial de Cambio21: ¿Chile en marcha? se viene el difícil 2019

El piñerismo trata -infructuosamente- de convencer a la opinión pública que el 2018 fue un año excepcional –donde la economía crece al 4% y se recupera la inversión- pero en su balance omite que este último trimestre la economía está a la baja con un consumo que cae en noviembre -2,3% en la Región Metropolitana, que los IMACEC proyectados para noviembre son 2% y para diciembre es 2,5% o sea habrá un menor crecimiento muy lejos del 5,2% del 2º trimestre del cual se ufanaba el presidente Piñera. El segundo semestre la actividad económica decayó y andará por el 3%, cifra de crecimiento que se mantendrá para el 2019.

Ante la crítica que la economía anda lenta, que el crecimiento no se ve en la realidad cotidiana que no hay más empleos ni menos mejores salarios, el mismo Piñera responde que hay mucha gente viajando, comprándose autos nuevos o sea describe la realidad de la Dehesa y Vitacura donde vive el 1% más rico y no donde viven las familias de la gran clase media y vulnerables como La Florida, Puente Alto, Pudahuel, La Pintana por nombrar algunas comunas donde se observa un fuerte pesimismo social por que no se cumplieron las promesas económicas.
 
Este discurso exitista refleja la endogamia de este gobierno que es incapaz de ser empáticos con la nueva clase media y sólo quiere mostrar su rostro de winner, en especial tratando de inculpar de todo al gobierno anterior.

En la economía se está viviendo de la cobre-dependencia y como economía abierta al mundo lo que ocurre con las grandes potencias impacta internamente; por tanto, la posible desaceleración de China para el 2019 –con un crecimiento de sólo 5%, lejos del 7% de los últimos años- y la posible recesión en Estados Unidos para el 2020 marcan un escenario eterno más desfavorable para nuestra economía, que lamentablemente el actual gobierno no quiere reconocer ya que insiste lo que ocurre con nuestra economía tiene que ver con la gestión interna y no con las condiciones externas.

A lo mejor preparándose para un escenario externo más desfavorable –que explique el crecimiento menor para el 2019 del 3%- es que el Gobierno quiere poner acelerador a sus dos grandes reformas económicas.

Por un lado, bajarle los impuestos a las grandes empresas como lo pretende realizar en el proyecto tributario y por otro lado, revertir la reforma laboral del 2016 mediante un proyecto laboral que pretende ingresar en enero del 2019 donde busca –en lo principal- rebajar los 11 años de indemnizaciones de los trabajadores en caso de despido y reponer los reemplazos en caso de huelga legal o sea vuelve a la ideologizada fórmula de reactivar la economía rebajando impuestos a los más ricos y facilitando la ultra-flexibilidad de las normas laborales.

En materia impositiva hay certeza que la rebaja de impuestos a las grandes empresas genera una menor recaudación fiscal de 0,2% del PIB, que la compensación  fiscal buscada es regresiva ya que la hace descansar en fiscalizar la evasión del IVA que paga la clase media con lo cual disminuye el peso relativo en la recaudación fiscal a los impuestos a las rentas del capital y hace crecer la recaudación vía impuestos indirectos al consumo, desoyendo recomendaciones OCDE que plantea todo lo contrario.

En este escenario de reformas ideologizadas pro economía de mercado, la duda es que hará la oposición de centroizquierda en el Congreso. Tiene mayoría en ambas Cámaras y está en condiciones políticas de evitar que prosperen malas iniciativas de política pública que por un lado debilitan el sistema tributario actual y por ende merman la recaudación fiscal y por otro lado, debilitan la situación contractual de los y las trabajadores.
 
Se viene un desafío enorme para el fragmentado cuadro de actores políticos de la centroizquierda que es encontrar principios y causas comunes que defender ante esta arremetida sobre ideologizada de un gobierno que ve que no puede cumplir su promesa básica de la campaña presidencial del 2017 que fue mejorar el crecimiento económico pero que no logra entender que la legitimidad ciudadana de estos modelos pasa por la inclusión social o sea que el crecimiento permita la real inclusión de las clases medias en los frutos del desarrollo.