El domingo 19 de noviembre quedó claro que el triunfalismo piñerista era “puro humo”.
Editorial de Cambio21. El nerviosismo piñerista de cara a la segunda vuelta
No lograron el 49% o 50% que pregonaban en los medios de derecha y sólo obtuvieron un 36,6% en la presidencial y un 38% en la parlamentaria y hoy de cara a la segunda vuelta se dan cuenta de su debilidad en las comunas de clase media y del mundo popular (comunas donde obtuvo 30% o menos).
Lo hemos visto desplegarse en las calles de diversas comunas como Estación Central. Puente Alto, Valparaíso y se nota la falta de sintonía y empatía con un electorado que no le cree. Incluso se subió a una micro con un senador de Renovación Nacional y los pasajeros no engancharon con su discurso y lo conminaron a bajarse.
Fue patético ver a un ex Presidente de la República tratando de conectar con un electorado de esfuerzo y trabajo como es el del mundo popular que se va en micro a su trabajo y donde se ve claramente la falta de conexión entre un empresario rentista, operador en la bolsa pero que carece de empatía para vincularse al mundo popular.
Menos con un electorado proveniente del mundo del trabajo, con bajos salarios y donde incluso la organización sindical es cuestionada por sus empleadores.
A lo mejor por eso ha vuelto a la campaña del terror de señalar que Chile si gana Guillier “va camino a ser Venezuela”, otros como el presidente de la Sofofa señala que “si se abrazan las propuestas del Frente Amplio se alejará la posibilidad de un Chile moderno”.
Nadie en su sano juicio -aparte de afiebrados piñeristas- podría afirmar que Chile podría terminar en la crítica situación venezolana y parecieran no haber aprendido que las campañas del terror contra las reformas no generan impactos electorales ya que la mayoría del país quiere avanzar hacia un Chile más inclusivo.
Ahora, Piñera habla de un posible fraude electoral. Ello demuestra una desesperación del candidato derechista, cuando ve una elección perdida y previniendo una derrota.
Chile es un país que crece, que el período de desaceleración económica producto de la crisis de los comoditties, ha sido sorteado con la recuperación del precio del cobre (US$ 3,1 la libra) lo que anticipa un crecimiento de 3% o más para los años 2018/2019 -como lo ratificó la semana pasada la Ocde-.
Más bien el desafío de la centroizquierda es como crecer para el futuro con una matriz productiva más diversificada, como se aprovecha las oportunidades en el Turismo, como se refuerzan las exportaciones de los alimentos saludables, como la creciente demanda por Litio producto de la electromovilidad genera otro polo de desarrollo para el país.
El piñerismo, la derecha y el empresariado no han logrado leer que hay una nueva generación política que quiere real competencia en los mercados, respeto a los consumidores, diversificación productiva, desarrollo de nuevas tecnologías e innovación.
Que quiere que el emprendimiento no esté monopolizado en la cota mil, quiere que haya democratización de las oportunidades por la vía de una educación de calidad y de una activa política de fomento productivo en los territorios y regiones.
Que quiere que haya una cancha de las oportunidades de progreso nivelada y que eso no lo garantiza la derecha piñerista, ni menos los actuales empresarios que corrieron desesperados al Tribunal Constitucional para detener el proyecto de ley que crea el nuevo Sernac con el fin de bloquear las facultades fiscalizadoras y sancionatorias hacia las empresas cuando se abuse de los consumidores.
O sea, seguimos con un empresariado que no quiere ser fiscalizado y que siga reinando el mercado donde las empresas no tienen reglas ni obligaciones con los consumidores, ni con el medio ambiente ni menos con las comunidades.
Estos mínimos avances civilizatorios que fomenta la centroizquierda son tergiversados con el discurso y el terror sobre Venezuela.
No logran percibir que hay un malestar social de esa clase media que va a los malls, que el consumismo ni el endeudamiento son suficientes y que este Chile emergente requiere mecanismos de protección y también bienes públicos de calidad.
Piñera está nervioso y desconcertado porque percibe que su discurso triunfalista, de los miles de empleos no resuelven ese anhelo básico de vivir en un Chile inclusivo donde la igualdad de oportunidades para los que se esfuerzan y revelan talentos sigue siendo el mejor modo de desarrollo equitativo para Chile.