A casi cuatro meses de iniciar su gobierno ya hay relativa claridad sobre el estilo Piñera que gobernará mirando las encuestas buscando no bajar su apoyo del 50% que le hizo triunfar de modo macizo en la segunda vuelta.
Es en las encuestas y en el análisis de las redes sociales donde buscará sus orientaciones políticas, seleccionará las medidas y prioridades buscando mantener ese apoyo ciudadano –claramente no quiere repetir lo que vivió en el segundo semestre del 2011 donde su apoyo cayó al 26%- y además, considerando que es minoría en el Parlamento.
Eso explica que ante la crítica opositora de “la sequía legislativa” no tiene ningún tipo de dificultad de emplazar y cuestionar al Parlamento –fundado en el bajo nivel de prestigio social que tiene esa institución democrática-, incluso buscó instalar la idea de que ‘no trabajan’ y sólo se dedicaban a obstruir sus iniciativas. Estamos frente a un liderazgo que no eludirá debates ni rencillas con el Parlamento apostando a que tiene un alto apoyo ciudadano y que su contendor al contrario vive una tremenda crisis de confianza ciudadana.
Para la oposición pareciera más razonable instalar un debate con el Gobierno sobre la calidad de los proyectos de ley, si está cumpliendo las promesas gubernamentales, presentando fórmulas mejores a las planteadas por el Ejecutivo para lograr determinados propósitos sociales. Por ejemplo, el Gobierno envió proyecto de ley de fármacos dos prometiendo rebajas sustantivas a los precios de los medicamentos mediante su fórmula de que se vendan en los supermercados –según la experiencia revisada esa iniciativa no tiene ese efecto de rebajar precios-, ahora anuncia un proyecto de Integridad pública pero su único propósito es relajar/debilitar las normas vigentes que impiden el nepotismo en el aparato público mediante una autorización del Servicio Civil, temáticas que debiera difundir en el espacio público. Pareciera más sensato para la oposición entrar en un debate de propuestas de futuro buscando mostrar mejores ideas para las familias de clases medias y del mundo popular y no seguir en un debate sobre sumas urgencias, indicaciones o proyectos de ley que se votan en el Parlamento que no lo favorecen.
En función de mantener su popularidad no tendrá ningún problema en desautorizar y humillar políticamente a Ministros, como le ocurrió al jefe de Hacienda Felipe Larraín que primero señaló que no habían recursos para el Hospital Sótero del Río ubicado en la populosa comuna de Puente Alto, lo que fue enmendado por Piñera desde el sur obligando al Ministro a recibir al Alcalde de Puente Alto y además, este Ministerio ha debido enmendar el recorte presupuestario que regulaba el decreto 651 eliminado los posibles recortes en programas sociales que denunció la oposición.
En esa misma dimensión debe analizarse su mise en scene en la Araucanía con la presentación de “su comando jungla” de Carabineros rodeado de las tanquetas declarándole la guerra al pueblo mapuche y las redadas policiales con él dirigiendo los operativos desde un radio patrulla donde pretende instalar en la opinión pública la idea de que él esta dirigiendo el combate contra la delincuencia, diseños que cree le generan adhesión ciudadana. Este tema sigue siendo prioridad para las familias pero aún no se ven resultados efectivos –está perdiendo la guerra contra la delincuencia- ya que incluso según las estadísticas de la Fiscalía “los portonazos” han aumentado en la Región Metropolitana migrando hacia comunas como Macul, Ñuñoa y Peñalolén.
Ese enorme despliegue comunicacional de Piñera –donde no hay voces opositoras ni visiones alternativas aún- lo mantienen con un apoyo ciudadano promedio del 50%; sin embargo, al desglosar esas encuestas se percibe que el gran apoyo está en las familias de altos ingresos y de mayor nivel cultural donde alcanza un apoyo del 66% pero que su apoyo ha caído en las familias del mundo popular, las de bajos ingresos donde el apoyo al gobierno es sólo un 44% y es mayor la desaprobación.
La oposición debe reinventarse para conectar con este nuevo Chile y asumir que estos años tendremos un Presidente de la República –que como dijo un analista social- cree que “todo vale, con tal de no caer en las encuestas”.