La conmemoración del triunfo del NO hace 30 años no sólo ha servido para valorar la tremenda movilización social y política que vivimos en los años 80’ -marcada por el heroísmo de miles de mujeres y hombres anónimos- que le permitieron a los sectores democráticos iniciar la transición a la democracia y las libertades públicas.
También ha permitido reflexionar sobre los avances, los cambios y las tareas pendientes que quedan para que Chile sea un país desarrollado, con equidad y con mayores libertades. Es claro que Chile ha crecido en estos 30 años, ha disminuido la pobreza, hay una amplia clase media, pero subsisten severas desigualdades sociales y falencias de nuestro modelo de desarrollo que marcan el tono del debate público actual.
En medio de ese proceso, la prestigiosa revista The Economist acaba de publicar un alarmante artículo sobre Chile y esta materia. En ella la revista advierte que el “sueño” de Chile de tener una economía desarrollada “parece difícil de alcanzar” y advierte que el país debe enfrentar algunos problemas como el envejecimiento de la población y la baja productividad, temas que no están en la agenda de la clase política, sea los gobernantes como los opositores.
Siempre es interesante conocer la opinión de observadores externos y es claro que nuestra élite política está al debe.
La vergüenza que sintió la mayoría ciudadana por el episodio del presidente Piñera en su reunión con el presidente Trump es revelador de esta debilidad de la clase dirigencia actual. Otro ejemplo es escuchar a los jóvenes emprendedores de Cornershop que desarrollaron una aplicación tecnológica que lograron vender a Walmart en US$ 225 millones y que en su proceso no tuvieron el interés de empresarios nacionales que los ayudaran a financiar su emprendimiento revelando así la nula preocupación de este empresariado rentista en invertir en Innovación y Tecnologías que son claves para el desarrollo futuro.
Hay además pocos políticos interesados en promover esta nueva mirada a los desafíos económicos chilenos de promover la diversificación productiva, la innovación y el desarrollo tecnológico y de ser así, nos podemos quedar abajo y muy atrasados de esta nueva vía al desarrollo en el siglo XXI.
No está lejano a la realidad los pronósticos del The Economist que “parece difícil de alcanzar” un desarrollo equitativo; porque parece que seguimos teniendo una élite política e intelectual alejada de estos nuevos desafíos que nos impone el siglo XXI.
En Alemania ya en el 2011 lanzó un programa “Industry 4.0” con políticas públicas, financiamiento fiscal y mucha colaboración privada destinado a fomentar e incorporar las nuevas tecnologías en el proceso productivo; en la administración Bachelet, Corfo y Economía lanzaron un programa de modernización productiva para nuevas industrias que no tuvo apoyo empresarial, fue invisibilizado por sus medios de comunicación y puede que en el presupuesto 2019 sean discontinuados; por que la derecha y el empresariado no creen en desarrollar “bienes públicos” que mejoren la competitividad y la productividad del país; debate que en el mundo ese ideologismo ha sido superado.
Nuestro desarrollo será difícil de alcanzar si seguimos con el ideologismo de mercado que domina en el empresariado y en la derecha, serán muchos los Cornershop que no tendrán apoyo en estos años.
Sería algo bueno para Chile y su futuro que asumiéramos lo que concluye Mazzucato en su libro El Estado Emprendedor: “la mayoría de los productos de alta tecnología que se comercializan hoy -desde fármacos hasta drones- se basan en adelantos tecnológicos que se originaron en el Estado”.
Chile debe empezar a invertir en desarrollar esas innovaciones y darle soporte a emprendedores y científicos que están impulsando nuevos productos para la industria agroalimentaria, en servicios médicos, darle valor agregado al litio para incorporarnos a la creciente industria de la electromovilidad. El presupuesto 2019 debiera dar un salto importante en Innovación, Ciencia y Tecnología ya hay pequeñas semillas que pueden empezar a dar buenos brotes.
Una de las prioridades debiera ser la innovación para la diversificación productiva y no financiar una oficina de lobby para los grandes inversionistas en el gabinete del ministro de Economía que se dedican hoy a presionar a los servicios públicos para que se aprueben proyectos de inversión cuestionados medioambientalmente.