El debate del proyecto gubernamental modernización tributaria debiera abrir la puerta a diversos debates públicos sobre la estructura tributaria del país y hacia dónde vamos a evolucionar en el futuro.
Qué duda cabe, Chile tiene una baja carga tributaria como porción del PIB (sólo 21%), que es lejana al promedio de los países desarrollados de la OCDE que llega al 30%. Pareciera que la derecha y también la administración Piñera no logran asumir en la medida que progresa un país se requiere más recaudación y gasto fiscal que financie demandas sociales más sofisticadas como educación terciaria de calidad, innovación y tecnología y subir las miserables pensiones de las AFP’s.
Además, la experiencia de países europeos como Bélgica y Holanda revelan que los países antes de impuestos pueden tener un coeficiente Gini alto, pero este disminuye “después de impuestos” con sistemas tributarios progresivos y políticas sociales focalizadas y de calidad, lo que lamentablemente no ocurre en el caso chileno donde la desigualdad medida por Gini se mantiene “antes y después de impuestos”.
¿Por qué pasa eso? Chile tiene un 49% de los ingresos fiscales provenientes del IVA al consumo que pagan también las clases medias y familias vulnerables –el más alto en los países OCDE- y también somos un país donde los impuestos provenientes de las rentas del capital son proporcionalmente bajos ya que teníamos hasta 2014 un sistema tributario integrado donde los impuestos que pagan las empresas, sus dueños los podían rebajar de sus impuestos personales.
Este fuerte peso del IVA en la recaudación fiscal es poco equitativo considerando que la mayor parte de la población en Chile tiene bajos recursos y gran parte del consumo son bienes de primera necesidad y es por eso que la recomendación OCDE permanente es aumentar el volumen del peso de los impuestos de las rentas del capital.
Sin embargo, todavía hay sectores –como Cieplan- que proponen aumentar el IVA, lo que es claramente regresivo.
El proyecto de modernización tributaria sólo tiene como objetivo político “reintegrar el sistema tributario” y así favorecer a las grandes empresas con una rebaja impositiva que favorecería la inversión.
La semana pasada dos ex presidentes del Banco Central señalaron que el proyecto tributario “no es una bala de plata” para la inversión ya que sólo está en debate 0,3% del PIB en materia tributaria. La economía sigue creciendo al 3% este 2019 porque no hay inversión en Innovación, no hay programas que den valor agregado a lo que exportamos, ni tampoco promovemos la diversificación de nuestra matriz productiva. La baja productividad de nuestra economía no se resuelve bajando impuestos sino invirtiendo en Innovación y recursos humanos de excelencia.
Insistir que “bajar impuestos” es una señal pro inversión sólo es repetir la ortodoxia de la Sofofaque sabemos terminará en algunos semestres más en preocupantes aumentos del déficit fiscal; si a eso le agregamos que en proyecto de pensiones se plantea un mayor gasto fiscal del 1,3% del PIB al año 2030 sin un financiamiento fiscal claropareciera ser sensata la preocupación opositora de que hay una falta de responsabilidad fiscal y la urgencia de avanzar más en progresividad tributaria.
La progresividad tributaria es decir que la recaudación fiscal provenga de las rentas empresariales y de los super ricos es algo que los países debieran perseverar, en especial en países como los nuestros donde la desigualdad social y cultural se mantiene.
Sería un retroceso para tener un Chile más equitativo en el futuro que hoy se rebajara la carga impositiva –ya sea mediante la reintegración tributaria o debilitado la norma anti elusión o rebajando los impuestos a la herencia-; en ese sentido es clave que la oposición reconstruya la unidad en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados para rechazar esas medidas regresivas que busca sacar adelante la derecha disfrazando su proyecto de ley -ahora- como un proyecto pro PYME pero que trae de “contrabando” una rebaja de impuestos a las grandes empresas.
Si de verdad se quiere seguir avanzando en construir un Chile más justo se requiere avanzar en más progresividad tributaria, por ejemplo, eliminando exenciones tributarias a las rentas del capital que le significan anualmente US$ 6.000 millones de menor recaudación fiscal.