El presidente Piñera en su búsqueda ansiosa de revertir su caída en las encuestas está recurriendo a una peligrosa estrategia de violencia y con un lenguaje impropio de un estadista republicano.
Señalar -a propósito de la aprobación en primer trámite constitucional de la ley que regula las migraciones- que usará “los machetes” para impedir el ingreso de inmigrantes/delincuentes es seguir tergiversando y distorsionando la situación de la población migrante en el país. Pareciera desconocer el Informe de la Comisión Nacional de Productividad que señala que el mejoramiento leve de la productividad del 2018 fue producto de la incorporación masiva de migrantes a la fuerza laboral ya que el 81% de participa en la fuerza de trabajo y tienen, en promedio, mayor nivel de escolaridad.
Asociar migración a delincuencia, enfermedades y otros males sólo genera miedo social hacia una población que viene a aportar al desarrollo del país y a encontrar una oportunidad de progreso que no encontró en su tierra natal. Descalificarlos y promover el miedo a los migrantes es una retórica populista y demagógica que a la ultraderecha le da resultados electorales -como lo probó Bolsonaro en Brasil- pero que no ayuda al progreso democrático de Chile en el siglo XXI que requiere más conocimiento y creatividad.
Asimismo distorsionar la nueva ley de admisión escolar, reducirla al azar o tómbola –cuando ya innumerables veces se ha explicado el algoritmo que se ha aplicado en diversas ciudades desarrolladas- sólo revela un tono político descalificador hacia una iniciativa de política pública que en la anterior legislatura fue aprobada mayoritariamente y que hoy se pretende revertir reinstalando lógicas de segregación escolar, de selección en función de las capacidades culturales heredadas y que permitan reinstalar la lógica de “la industria educativa” que sigue viendo en esto un negocio lucrativo y donde la calidad educativa está reducida a las familias de altos niveles de ingreso.
Son demasiados los informes OCDEs que señalan que el desarrollo en el siglo XXI está ligado a la calidad de los sistemas educativos y que debe haber inclusión para que haya educación de calidad en los diversos niveles sociales que permitan emparejar la cancha vía una educación de calidad en los distintos estratos sociales. Para la derecha sólo le importa que haya educación de calidad para algunos –para los que pueden pagar carísimos colegios privados y para “algunos” Liceos públicos donde puedan acceder jóvenes altamente seleccionados y competitivos.
Es ese modelo de segregación escolar que genera que sólo un 15% de los matriculados de las Universidad de Chile y Católica provienen de Liceos Públicos; es ese modelo de segregación que genera una sociedad endogámica donde “los mismos de siempre” acceden a los puestos de poder político, económico y cultural.
Se requieren democratizar las oportunidades para acceder a una educación de calidad y eso requiere abandonar las lógicas de industria educativa y de segregación escolar que fomentan el presidente Piñera y su Ministra Cubillos disfrazados de defensores de la clase media o de la meritocracia cuando en realidad sus propuestas se orientan a volver a un modelo educacional segregador donde la calidad educativa es una oportunidad limitada a los que poseen altos ingresos y el resto debe conformarse con una educación de mala calidad como ocurre actualmente.
Este lenguaje descalificador contra migrantes y contra los que promueven más inclusión escolar e integración social revelan el predominio en la derecha de una lógica autoritaria y populista que le hace daño al país; donde no importa construir políticas de Estado que trascienden a los gobiernos, sino sólo se busca la ventaja corta de la encuesta semanal y el bombardeo mediático que da controlar la mayoría de los medios de comunicación.
Este lenguaje violento y de trinchera revela el verdadero carácter del líder derechista que es impulsar una contra-reforma en materias educativas y reinstalar una lógica donde la educación vuelva a ser mirada como una industria, bien de consumo y donde el derecho democrático de acceder a una educación de calidad, moderna y pertinente queda subordinado a la capacidad de pago o mérito de las familias.
Quienes queremos democratizar la sociedad vía una educación de calidad para todos y todas debemos reaccionar y unirnos para enfrentar esta contra-reforma que viene.