Sus mismas encuestas le trajeron la mala noticia: la desaprobación a su gestión había aumentado y la aprobación había caído al 49% especialmente en la clase media y mundo popular y los mismos analistas del establishment piñerista señalaron que se había acabado la luna de miel para el Gobierno.
Al leer esos informes queda claro que los autogoles del equipo gubernamental están pasando la cuenta. Los bingos y las sugerencias de ir a invertir afuera no fueron “anécdotas” como las describió el mismo Piñera sino gatillaron una molestia ciudadana sobre las debilidades del equipo que no logran asumir su rol de Ministros de Estado -por tanto, deben hacerse cargo de los problemas-, siguen siendo comentaristas empresariales, le siguen hablando a su micro-universo de “campeones” y no logran instalar un relato coherente que no sea “echarle la culpa al gobierno anterior” -como ocurrió en la Subsecretaría de Prevención del Delito-.
Empieza ya a notarse que la ciudadanía comienza a pasar la cuenta el incumplimiento de la principal promesa presidencial: generar más empleo y mejores remuneraciones. No han pasado desapercibida para la opinión pública los cierres de importantes empresas como Iansa Linares, pastas Suazo y otras empresas en regiones ni menos pasó piola el alza de la tasa de desempleo a 7,2% -0,2% mayor que el 2017- y que en regiones como Atacama, Coquimbo y Antofagasta el desempleo supera el 8%.
Por otra parte, el Gobierno anunció el envío del proyecto de ley que fija nuevo ingreso mínimo y lo reajustó sólo en el IPC que equivale a un incremento de $ 7.500, no hay aumento real ahora y se promete incremento el 1º de enero condicionado a una meta de crecimiento; lo que contrasta con lo ocurrido en 2016 –en plena etapa de lentitud económica- donde el mínimo creció 1% real.
O sea, la promesa de campaña de más empleo y mejores remuneraciones está aún pendiente o “congelada” como describió un agudo analista dominical y puede explicar la desafección de importantes segmentos de la población que no ven concretada en su vida cotidiana esas promesas presidenciales.
El manejo de la economía empieza a ser cuestionada. El Gobierno no tiene agenda pro crecimiento de mediano plazo denuncia un ex Ministro del Gobierno anterior, otros miran con preocupación que el Gobierno se embarca en peleas con agencias clasificadoras de riesgo sobre el manejo fiscal y no lee adecuadamente la crítica de que PIB tendencial sigue estando en 3% y que su estrategia de crecimiento depende en demasía del precio del cobre; por otra parte, al inicio el Gobierno minimizó los efectos de la guerra comercial de Trump contra China y no analizó los efectos internos que tendría en especial con el precio del cobre que cayó a US$ 2,75.
El exitismo del Ministro de Hacienda no es suficiente para los agentes económicos, que según la encuesta del Banco Central sobre percepción de negocios: “no se ven proyectos nuevos de inversión, el empleo está estancado y el desempeño de los negocios fue más bajo de lo esperado”.
Y empieza a tener sentido la conclusión de una de las encuestas: “la mayoría declara no percibir por ahora mejoras en la economía del país y menos en la economía personal. Y, particularmente, en esta medición, se ve un descenso significativo en las expectativas económicas futuras y en el buen rumbo del país”.
Es nítido de que el Gobierno de Piñera empieza a tener problemas producto del alto nivel de expectativas que creó el mismo con su campaña de los #TiemposMejores y hoy no puede cumplir esas expectativas porque pareciera tener un equipo económico poco innovador que se acostumbró a crecer con el viento de cola externo que dan los buenos precios de cobre y que ahora trata de convencernos que la guerra arancelaria de Trump será transitoria y no afectará el precio a mediano plazo del cobre.
El desafío para el progresismo es mostrar que tiene ideas y propuestas para que Chile tenga una economía “más diversificada y más productiva” que asegure un crecimiento sostenible y eso le permitirá recuperar su sintonía con las mayorías que perdió en diciembre del 2017.