Por Francisco Castillo.- Mónica Echeverría viuda de Fernando Castillo Velasco tiene hoy 97 años y ni se le notan. Sigue brillante, productiva, entusiasta. Para decirlo en chileno, “está como tuna”.
Escritora Mónica Echeverría a Cambio21: “a los políticos chilenos les falta humor y creatividad”
Acaba de reeditar “Agonía de una irreverente”, biografía de su tía Inés Echeverría Bello, una de las feministas más prominentes de principios del siglo XX, nieta de don Andrés Bello.
La escritora también tiene abuelo famoso: es nieta del conocido político, abogado y periodista Eliodoro Yáñez (1860-1932), quien fuera el fundador del matutino La Nación que le fuera expropiado por Carlos Ibáñez.
Además de escritora, Mónica Echeverría es profesora de Castellano. Estudió en el Pedagógico de la Universidad de Chile. En 1944 se casó con el arquitecto Fernando Castillo Velasco, rector de la Universidad Católica, destituido por la dictadura de Pinochet en 1973.
Dadas sus ideas progresistas, y ante el temor de que fueran arrestados por los militares golpistas, recibieron protección del gobierno británico y los contrataron como académicos en la Universidad de Cambridge, donde permanecieron durante cuatro años.
La Operación Chancho
Al regreso, Mónica y sus hijos y compañeros de éstos, llevaron a cabo varias atrevidas y cómicas acciones de protesta contra la dictadura, que recuerda en amena charla con Cambio21. La primera de ellas la llamaron Operación Chancho.
-La idea era ridiculizar al dictador, reírnos de él, para transmitir el mensaje que era un hombre común y corriente, no el poderoso al que todos le tenían miedo-, recuerda la escritora.
“Se nos ocurrió disfrazar de Pinochet a un chancho vivo y lanzarlo a correr por el Paseo Ahumada. Todo esto, en vísperas de la Consulta plebiscitaria del 4 de enero de 1978 a la que convocó el dictador”.
-¿Le contó del proyecto a su marido?
-Por supuesto que no. Nuestras acciones de protesta pacífica y humorística contra la dictadura siempre fueron reservadas. Cada uno las llevaba a cabo sin que el otro supiera, por si había problemas. En la Operación Chancho, lo primero fue conseguirse el animal, lo cual no era tan sencillo. Un amigo veterinario nos facilitó uno, que estaba enfermo, y pateaba y gritaba “como chancho”. Hubo que anestesiarlo para poder pintarlo de gris, ponerle gorra militar bien amarrada y banda presidencial. Luego lo introdujimos de cabeza a una jaula colocada en una citroneta. Cubrimos la jaula con una tela que decía “frágil, Teatro Municipal”, los carabineros nos dejaron pasar hasta Ahumada con Huérfanos.
-¿Y qué pasó después?
- El chancho estaba despertando y empezó a mañosear. Los universitarios retiraron la manta e intentaron sacar al animal. Pero se atascó. Hubo cierto revuelo y los muchachos arrancaron. Eso me lo contaron después, porque yo me había quedado en casa.
-¿Qué hicieron los carabineros?
-No entendían nada. Sacaron el chancho, que ya estaba despierto, a tirones y se les arrancó en dirección a la Alameda. El público que se había juntado se mataba de la risa. Del cuello del chancho colgaba un letrero que decía: “Vote por mí”. A las dos cuadras lograron atajarlo. ¡Y lo tomaron preso!, junto a unos 15 transeúntes que fueron arrestados por reírse de la autoridad.
-Ningún medio chileno informó de esta acción.
-Pero en el extranjero se divulgó a todas partes. Con eso nos bastó. Hasta Radio Moscú editorializó: “¡Por fin los chilenos se rebelan a la dictadura!”, fue su comentario.
-¿Y qué pasó con el chancho?
-Supimos que en la comisaría decidieron comérselo. Deben haberse enfermado del estómago; el animal estaba enfermo, pero ellos no lo sabían.
Esa no fue la única acción de protesta pacífica, irreverente y humorística organizada por la escritora Echeverría en esos años. Hubo otra en que lanzaron desde la terraza de un edificio del Paseo Ahumada centenares de pelotas de plástico que tenían la leyenda: “Si le dan ganas, patee a Pinochet”. La gente no sólo lo hizo, muchos se llevaron la pelota de recuerdo.
-Otra vez introdujimos a la Corte Suprema bolsas plásticas con pescados en descomposición y desde el segundo piso arrojamos el contenido a los pasillos, junto a panfletos con la leyenda: “La justicia en Chile está podrida”. Esa vez me llevaron presa- cuenta Echeverría muerta de la risa.
-¿Y cómo encuentra la política chilena hoy?
-Bastante desastrosa, le diré; sin imaginación, lenta, ofreciendo poca novedad, algo que nos acerque de veras al desarrollo. Mire la tontera esa de pegarle a José Antonio Kast. Actuar así, con esa violencia, es darle armas al enemigo. Los insultos a nada conducen, hay que usar la imaginación, la creatividad para oponerse. La oposición debe ser propositiva.
-¿El Frente Amplio está en ello?
-Todavía no. Los encuentro débiles. Como que les falta empuje. Hay que hacer más propuestas. El humor es mejor herramienta que andar a los golpes.
-¿Y qué le parece lo sucedido en Carabineros?
-Lo peor ha sido darse cuenta que estábamos equivocados al creer que nuestra policía era la más honesta de Latinoamérica. Pero, ojo, quiero dejar en claro que me refiero a las cúpulas, a “los jefecitos”. El carabinero que anda en la calle cumpliendo su deber no se deja corremper. Quero seguir creyendo en ello.
-Y lo de manipular pruebas para acusar de terroristas a lo mapuches?
-Esas acciones de espionaje no se conocían en estos tiempos. Eso hay que borrarlo de inmediato. Es muy peligroso. Me vienen a la memoria los peores momentos de la dictadura.
Otros temas
La charla con Mónica Echeverría se prolonga en otros temas de actualidad, como el reclamo marítimo boliviano –es partidaria de un trueque inteligente de mar territorial chileno a cambio de recursos naturales bolivianos-, como primer paso para una Latinoamérica unida que contrapese el poderío estadounidense.
Le impresiona que el ejemplo de los estudiantes de tomarse las calles en la era de los pingüinos haya continuado con otras manifestaciones ciudadanas, de la clase media, como No + AFP y los automovilistas reclamando por el valor del TAG. “Hay que ser creativos en las protestas”, insiste, “jamás llegar a la violencia”.
Echeverría ha escrito una decena de libros. Además de Agonía de una irreverente, están Antihistoria de un luchador, la biografía de Clotario Blest, Radiografía de la élite impune, Difícil envoltorio, El vuelo de la memoria, junto con su hija Carmen Castillo; Cara y sello de una dinastía, novela de facto sobre la familia de Agustín Edwards, Krassnoff, arrastrado por su destino, Yo, Violeta, biografía novelada de Violeta Parra, Insaciables, con Patricia Lutz; novela sobre Augusto Pinochet, Háganme callar, crónica, en la que denuncia las volteretas políticas de jóvenes idealistas de los años 60 que terminaron como defensores del sistema liberal.
-Muchos se molestaron conmigo, porque los identifico con nombre y apellido. Pero así lo pienso y lo hago: las cosas hay que decirlas, sin medias tintas. Aunque se enojen los que se consideran intocables.
-¿Algún nuevo proyecto literario?
-En seis semanas más debiera aparecer “Acero y paloma”, novela sobre la chilena Sibila Arredondo, mujer del escritor e intelectual peruano José María Arguedas, vinculado a Sendero Luminoso, quien se suicidó en 1969. Sibila estuvo presa 15 años en cárceles peruanas, acusada de ayudista de Sendero. Ella jamás disparó un tiro; pero se enamoró de Arguedas cuando el escritor, en Santiago, entró a una librería donde Sibila era vendedora.
-¿Qué más se puede pedir a los 97 años?
-Llegar con la cabeza buena. El Alzheimer es una tromba destructiva que ataca a la gente mayor. Los jóvenes terminan mirándonos con desdén. Los mapuches nos dan un ejemplo a seguir: ellos respetan a sus mayores, y los escuchan, porque transmiten sabiduría.