Oh I'm just counting

Escritora Nómade, Nueva Vida a los 60. Por Ana Victoria Durruty

La libertad creativa que me dieron para hacer esta crónica ha derivado en una mezcla extraña, que incluye un llamado para vivir intensamente a partir de mi experiencia de crisis laboral, vida de viajes, amores y desamores, pasando por el vedado tema de los orgasmos femeninos.

Si existe una “Crisis de los 60”, la he vivido los últimos meses y convirtió esta etapa de mi vida en una de las más activas, inspiradoras y excitantes de mis seis décadas de existencia.
En poco más de doscientos días, enfrenté una ruptura amorosa significativa, la celebración de mi cumpleaños 61, una despedida laboral (la última), una decisión de jubilar y dedicarme cien por ciento a la literatura. Dos nuevos libros publicados: “Antipódica” y “Escritora Mestiza”. Seis presentaciones de esos libros en tres países. Incontables vuelos, trayectos en bus, taxis, trenes y Metro. Nueve países, Inglaterra, España, Andorra, Chile, Italia, Francia, Estados Unidos, Suiza y Portugal.


Un total de 33 ciudades, en algunas de las cuales estuve casi un mes y en más de una oportunidad, y en otras unas pocas horas: Londres, Guilford en los vericuetos de las citas online. Barcelona, Andorrra la Vieja con mi hija y su señora. Milán, Cremona, Cortemaggiore, para cerrar un amor. Nashville, donde se graduó otra hija y celebramos el cumpleaños de mi nieto. Ovalle, La Serena en mi tierra natal. Rancagua con mis sobrinos. New York, Ostia, entre vuelos. Plymouth, Tavistock, siguiendo los pasos de Francis Drake. Punta Arenas, por trabajo con el Premio Nacional de Historia Mateo Martinic. Chicago, Fiumicino, Roma, París, con un amigo escritor, y Toulouse. Zurich, con lo que agregué Suiza a mi lista de más de 40 países conocidos. Rochester y Canterbury, donde me consta suceden milagros. Le Boulou, para cumplir la meta de 200 páginas del nuevo libro y Perpignan, el centro del mundo según Salvador Dalí. Collioure por puro placer. Madrid, Gijón, Oviedo y Póvoa de Varzim, en la ruta de Luis Sepúlveda. Villasar del Mar una tarde inolvidable nadando en la Costa Brava. Santiago de Chile, dando cumplimiento a la meta de terminar mi nuevo libro con 330 páginas en exactos tres meses.


Nace un libro en Paris
En medio de esa vorágine, comencé a escribir un libro en los Jardines de Luxemburgo, después de visitar la tumba de Julio Cortázar, como si la inspiración me hubiera llegado del Más Allá, puesta en mi oído por ese escritor argentino que fuera gran amigo de Sepúlveda. Este coterráneo mío —uno de los escritores más traducidos junto a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende— nació en Ovalle en 1949 y en torno a ese hecho y los misterios que lo rodean versa mi nueva novela.

Pero fue un amigo real quien me insistió hasta que vertí en un archivo del MacAir que siempre llevo en mi mochila, las primeras páginas, sentada, con panties caladas y zapatillas Vans, en esos jardines parisinos de ensueño. Mi ex compañero de la Universidad Católica, Gilberto Villarroel es un escritor exitoso en Europa, en especial Francia, con su saga de fantasía basada en el personaje histórico Lord Thomas Cochrane.
Este viaje hacia el corazón del cambio en mi vida, comenzó antes, a fines de 2022, unos seis meses después de haber cumplido seis décadas. Tras la ruptura amorosa tuve que recomponerme y durante ese proceso publiqué en Amazon mi libro de relatos breves “Antipódica”, comencé a realizar presentaciones y todo comenzó confluir para que mi carrera se orientara exclusivamente a la escritura.

Pocos días antes de cumplir 61 años me hice un tatuaje. No es el primero y me temo que no será el último, pero éste es una declaración de principios que cubre buena parte de mi espalda a la altura de los homóplatos: Una estrella de los vientos en que los puntos cardinales son las iniciales de mis hijos, pero que en el centro tiene un Globo Terráqueo antiguo. Quise grabar en mi piel lo más relevante para mí, la familia y la universalidad de la vida, recordando que todo el planeta es nuestro hogar. Y que somos dueños de nuestra vida y los límites están en nuestra mente, no en las fronteras visibles o invisibles en que la sociedad intenta encasillarnos. Es nuestra responsabilidad perseguir nuestros sueños y es nuestra obligación buscar los caminos para ser felices.

Cambios sin Miedo

Fui el patito feo de la familia y me tomó cuarenta años sentirme cómoda conmigo misma y recién al sobrepasar los sesenta puedo declarar que me siento más bella que nunca antes en mi vida.

La belleza no tiene que ver con cómo somos en realidad, sino con cómo nos sentimos. Por ello ayudar a las personas a reforzar su auto aceptación es una de las líneas que trabajo en mis redes sociales. Con más de 45 mil seguidores en Instagram, me tomo con seriedad cumplir con la misión que me propuse al comenzar en 2017: ser una fuente de mensajes positivos, que transmitan el estilo de vida saludable y feliz, expuesto en mis dos libros de autoayuda disponibles en Amazon: “La Estrella de la Felicidad” y “La Belleza Feliz”. Escribí estos textos cuando las preguntas sobre por qué sonrío siempre y qué hago para verme como me veo a esta edad, merecieron que pusiera todo lo que pienso y hago por escrito. De ese modo cualquiera puede acceder a ello, además de los videos y post que están en mi cuenta de Instagram @anadurruty

Seis años después mis redes sociales han girando hacia donde tengo puesto el foco en mi vida, la literatura, aunque continúo tratando de aportar desde una visión positiva que inspire a hombres y mujeres, empodere a mis congéneres y brinde esperanza a mis coetáreas, las que estamos sobre los 60.
No me gusta repartir culpas sobre el pasado o el destino. Los problemas son —y fueron— desafíos y con esa perspectiva avancé en mi carrera profesional con seis hijos, sin detenerme ni siquiera después que me separé y tuve la carga completa sobre mis espaldas.

Viendo lo que ocurría con las mujeres frente al “nido vacío”, comencé a planificar con anticipación y, llegado el momento, adquirió protagonismo mi literatura de manera organizada.

“De orgasmos y otros mitos”

Usé la misma expresión de este subtítulo en un artículo de la revista digital de Mujeres Líderes de América, para referirme a la importancia de romper mitos, incluido el del techo laboral de la edad.

Cuando uno visita LinkedIn, descubre que en un mundo en cual nuestra generación vivirá hasta los 100 años y la de nuestros hijos hasta los 130, se plantea que a los 45 años ya se es viejo para ser contratado y hay empresas que se ufanan —tratando de mejorar su perfil corporativo— de contratar mayores de 50 años junto a imágenes de ancianos de más de 80.

El resultado de la mezcla es una bomba social, de mujeres que postergan (y eventualmente declinan) la maternidad, personas angustiadas por encontrar estabilidad antes de los 50 años, un desperdicio de experiencia echada a la basura y millares de humanos que pretenden vivir de sus pensiones a una edad aún productiva y con perspectivas de vida de ocio que supera con mucho su etapa productiva.

Las revoluciones por sí solas no solucionan nada… una prueba es que, al parecer, la Revolución Sexual de la segunda mitad del siglo XX no trajo mayor placer a las mujeres.

Esta preocupación por visibilizar la palabra “orgasmo” comenzó al ver un mini documental de Netflix sobre la falta de la culminación del placer sexual en las mujeres: un porcentaje tan alto que resulta ser mayoritario, no los ha tenido. Eso se cruzó con una película de lo más inocente, pero reveladora sobre una casada de mediana edad que nunca tuvo orgasmos en diez años de vida en pareja y, además, no tenía idea de qué iba esta placentera reacción del organismo humano. Por último, me llamaron la atención ciertos comentarios entre mujeres que ven afectada su libido por factores que van desde el stress laboral hasta el consumo de pastillas anticonceptivas.
Los seres humanos metidos en la batalla de la supervivencia nos hemos alejado de cosas básicas, que nos ayudan reducir el stress y aumentar la tasa de sobrevida, y no me refiero a los antioxidantes, sino al buen sexo, es decir aquel que es gratificante, enriquece, nos ayuda a sentirnos comunicados y únicos, y que para ser tal requiere que culmine con un orgasmo.


El elusivo amor, Tinder y Bumble

El problema es que el mejor sexo se da cuando hay aceptación propia, como vimos al principio, conocimiento de nuestra identidad y de quiénes somos y qué queremos ser, porque entonces podemos abrirnos al otro, y al amor.

En cierto punto, a diversas edades, el asunto de encontrar pareja se vuelve un asunto más que complejo, casi imposible.
“Paz y Amor” suena a slogan hippie del siglo pasado. Esa es mi meta. Ese es mi sueño más importante porque tengo muchos. Siempre he dicho que debemos coleccionar sueños y así veremos que al menos algunos se cumplan. ¡Y no hay edad para empezar a soñar! Cuando me preguntan por qué he hecho y hago tantas cosas, respondo “porque he cultivado muchos sueños y siempre tengo nuevos, frescos, para rejuvenecer el alma”… Bota el lastre del auto, los cafecitos por costumbre, la suscripción al gimnasio que no usas, la casa más grande que tus necesidades y cualquier cosa que te ate a objetos materiales, toma un avión, atrévete.

El asunto es que el logro de mi sueño de un amor maravilloso, con quien compartir esta nueva etapa de mi vida, no resulta fácil porque a esta edad ya no vas a una oficina, no voy a ir de bares sola y la verdad, la gente no es muy solidaria con las personas mayores sin pareja. Una tiene que arreglárselas sola para encontrar ese elusivo amor que además nos proporcione la paz que soñamos. Porque ya seré mayor, pero no estoy para aguantar malos ratos y peleas por nimiedades.

No voy a compartir aquí mi vida amorosa, pero sí me gustaría dar un par de avisos, especialmente para las mujeres pero también de utilidad para los varones, sobre cosas interesantes que descubrí en mis paseos por las aplicaciones de citas online, primero Tinder y luego Bumble.

Una es sobre el tema de la diferencia de edad. Mi experiencia es que en la Europa anglosajona, cuando la mujer es mayor no representa un problema, a diferencia de Chile y me imagino otros países sudamericanos, herederos de la tradición española.

Hay hombres jóvenes retirados tempranamente que tienen mentalidad madura y desean una mujer que haya completado sus ciclos de vida y pueda ser su compañera de aventuras. Hay hombres muy jóvenes que no quieren la complicación de eventuales hijos y sus responsabilidades. Hay hombres que disfrutan la madurez sexual de la mujer que ya no tiene que preocuparse por la también eventualidad de un embarazo.

Lo que las mujeres callan

Hablar, escribir y vivir con libertad y lealtad para con nuestros sueños tiene un costo. Por eso las mujeres callan, como en mi novela “Mudita”, cuya protagonista decide un día romper el silencio de décadas. Yo no soy muda y nunca lo he sido y he pagado el precio.

La soledad va de la mano con la aventura y la verdad, desde María Graham, y otras mujeres aventureras en los siglos XVIII y XIX, hasta nuestros días. Antes también; recordemos a una Leonor de Aquitania el siglo XII y a Santa Teresa de Ávila en XVI.

Ese es el segundo descubrimiento de mis pasadas por los sitios de citas online: no todos están preparados para ser sus propios compañeros. Muchas personas no quieren o no saben estar solas. No todo es sexo u orgasmos. El temido advenimiento del “nido vacío” está relacionado con la necesidad humana de dar y recibir afecto físico. Sobre eso hay innumerables estudios: las personas sociables viven más.

El punto es que aunque nos guste y podamos estar solos, en algún punto echamos de menos esos abrazos tiernos de nuestros hijos, por ejemplo. O de nuestra pareja. Es entonces, momento de ser productivos en buscar la solución, porque hay más humanos allí afuera en la misma situación.

Me encanta imaginar que mis historias, de viajes, literatura y amores, inspiren a personas de diversas edades, y en especial a aquellas que ya pasaron los 50 y los 60, para abrir sus corazones y sus mentes —y sus cuerpos— a nuevas experiencias, porque la vida no está terminando, sino que nos está dando un nuevo comienzo, lleno de oportunidades y sueños, de locuras y libertad.