Oh I'm just counting

George Munro, premio mundial de fotografía repasa su relación de Allende a Pinochet y Piñera. Hermosas imágenes

(Fotografía: George Munro junto a Francisco Coloane)

Por Mario López M.

Cuesta desentrañar qué es más cautivante, si la maravillosa obra gráfica de miles de instantáneas captadas por el ojo privilegiado de Munro, o su vida, llena de éxitos y dolores, amenizada por una vitrina de mundo que no buscó, pero que lo hizo partícipe de una parte importante de nuestra historia.

Es el sobrino al que Pinochet mandó a encarcelar y torturar. Fue fotógrafo “y casi guardaespaldas” de Allende, compartió con Neruda, Coloane, el Papa Juan Pablo y hasta conoció a Piñera en una de sus exposiciones. Jamás ha militado en partido alguno, pero cree en la democracia.  

Inmortalizó los paisajes del país, obra que inició con la revista En Viaje, donde trabajó junto a ferrocarriles. Fue justamente una de sus fotos la que impresionó al exsenador Alberto Jerez, quien lo contactó para que fuera a La Moneda, allí, el entonces Presidente Allende, el que lo invitó a integrarse a su equipo como fotógrafo. Estuvo allí siete meses: “empecé como fotógrafo y terminé como camarógrafo, casi su guardaespaldas”, recuerda. Poco tiempo después, esa experiencia profesional le traería consecuencias.

Fue acusado de mirista, encarcelado y torturado. Tres meses de terror, recuerda a Cambio21. Pero había algo más que las solas sospechas. Es el sobrino del dictador y este personalmente lo mandó a encerrar. El propio Pinochet se vanagloriaba de ello.

Enamorarse en un clic

De niño quedó prendado de la fotografía, que le ha deparado grandes éxitos. Estudioso del arte, Munro buscó en los grandes de las instantáneas a quienes serían sus mentores, Antonio Quintana, Eduardo Jullian y Jorge Castillo. De ellos aprendió la técnica que incorporó a sus obras, pero la sensibilidad le nace de un ojo privilegiado que ha retratado Chile y su gente, la mujer de Rapa Nui, el campesino humilde, las huellas dibujadas en los rostros del tiempo, la hermosura de campos, caminos australes, bosques ancestrales, desiertos, la antártica y mares.

También Pablo Neruda, Salvador Allende, Francisco Coloane, Juan Pablo Segundo y muchos prohombres han quedado retratados para la historia por este Premio del Consejo Mundial de Educación “Orden al Mérito Institucional” por su contribución a la Paz Mundial y a la comprensión entre los pueblos y a la elevación Cultural y Educacional de las Naciones (1998), distinción que se suma a premios nacionales y decenas de distinciones en Chile y el mundo, que ha sido cautivado por sus imágenes.

Ha publicado más de 34 libros, algunos digitales y su obra ha recorrido Vietnam, las Naciones Unidas, la OEA y decenas de países. Ha compartido la intimidad de la casa de Allende, Isla Negra junto a Neruda y la simpleza de la casa de gentes del pueblo. También compartió con presos políticos en el cuartel Silva Palma, Valparaíso, adonde fue enviado por el propio Augusto Pinochet, su tío, quien se cobró así revancha en contra de este rebelde mirista que perturbaba la familia, aunque él nunca militó en ningún partido político. El propio dictador se vanaglorió de haberlo encarcelado: “No tengo mano blanda, una vez metí preso a un sobrino”, señaló en 1987.

Sus armas, la cámara y el arte

“Me fueron a buscar a la casa de mi madre”, señala a Cambio21. Era la hermana del dictador, la que nunca le perdonó sus crímenes. “Estuve tres meses preso, entre diciembre de 1973 y marzo del 78”, me torturaron, estuve con hombres y mujeres, marinos, interrogado para que les dijera dónde estaban las armas, por qué tenía fotos de Valparaíso donde se veían La Esmeralda y los barcos”. No había tales armas, las únicas que conocía eran su cámara y su arte.

Tiempo después solicitó una entrevista a su tío, Pinochet. Ahí le dijo cara a cara, “si quiere meterse conmigo, no meta a mi madre”. Le pidió que le dijera que cuál era el problema que tenía con él. “Pinochet me mostró un alto de carpetas que tenía sobre su escritorio, hablaban supuestamente de mí. ‘No le creo nada de lo que está ahí’, le dije, ‘si tiene problemas conmigo, o con mi madre o mis abuelos, deme la cara, no me mande a detener’, le señalé, no meta a mi madre”, recuerda Munro a Cambio21.

Se lo repetiría más tarde, cuando ella murió. No dejó que Lucía Hiriart entrara al lugar en que se la velaba y a Pinochet solo le permitió unos minutos. Por respeto hacia mi madre”, recuerda. “No es bienvenido”, le dijo al dictador. No hubo muchos otros contactos con el dictador y su familia, solo que Pinochet nunca le perdonó que Munro, a los 14 años, le diera una frisca a “Augustito”, el mayor de los hijos de su tío: “era más bajo que él, pero mi padrastro me había enseñado algo de box. Me duró un minuto”, recuerda.

De Pinochet recuerda también cómo se enriqueció a costa del Estado. “Lo que llegó a tener no se logra con el sueldo de un general, tampoco de un Presidente”, asegura. Una ironía si se piensa que Munro, después de más de 10 años desde que fue reconocido por la Comisión Valech como víctima de la represión dirigida por su tío, solo recibe $170 mil como indemnización. 

Vueltas de la vida

De la gloria ha sabido suficiente, donde ha sido mundialmente reconocido por su obra. Pero también ha conocido la desgracia. Aquella de las mazmorras de la dictadura y la de un grave accidente que sufrió hace unos pocos años, que le ha disminuido su capacidad de movilizarse trabajar.  

Ahora, en la intimidad de su casa, donde nos recibió, ya rozando los 75 años, hace esfuerzos por volver a caminar bien y seguro. El accidente, del cual nadie se ha hecho cargo, le dejó secuelas. La más seria es que ahora ya no se puede desplazar entre los interminables senderos de una geografía prodigiosa que su cámara capturó. Atrás quedaron las aventuras junto a sus amigos que le acompañaron en interminables travesías por la zona austral, por la Araucanía, por el desierto de cara al mar y nuestras islas.

Retratos de su madre y antepasados, un óleo pintado por Alberto Jerez y con dedicatoria a Munro, muchas fotografías de sus innumerables exposiciones y pequeños cuadros pintados por él, decoran las paredes de su hogar. Varios cigarrillos pasan por sus manos mientras conversa con nuestro medio, sentado junto a pilas de libros, sus obras, en un sillón y un notebook, que es su nueva cámara que lo conecta con el mundo. Una entrevista en que es imposible consignar todas las “aristas” de su vida, tanto como mostrar en una edición sus miles de fotos.   

Una fotografía actual

El también Premio Nacional de Turismo, George Munro, no solo ha captado paisajes y personas, también el mundo político lo motiva, aunque no milite. A Piñera, no sabe cómo tomarlo: “No puede ser honesto cuando dice que votó por el NO. Ahora lo veo en su segundo gobierno, rodeado por todos los ‘tambores mayores’ que tenía la dictadura, rodeado de ministros y gente que participó y apoyó a Pinochet. Son los mismos”.

No ha dejado de votar en cada elección desde que volvió la democracia. Está un poco desilusionado de los políticos que se dejaron tentar por el dinero fácil, pero mantiene esperanzas “que los cabros del Frente Amplio se dejen de pelear y aporten al país, pueden darle mucho de su nueva mirada, no corrupta, los veo con la inquietud de hacer las cosas mejores en Chile”, dice.

Dice que no cree en los “partidos antiguos, debe haber mucha gente pensando igual que yo, incluso debe haber gente con más experiencia que estos ‘cabros’ del Frente Amplio que estarán dispuestos a ayudarlos, pueden hacer algo por Chile”, concluye.

A continuación, algunas de sus obras, mezcla de paisajesde Chile y habitantes de nuestra tierra.