Por Francisco Castillo
El periodista Patricio Abarca tuvo el acierto de publicar su segundo libro sobre fútbol en la fecha precisa. Justo cuando hay receso, aparece “Goles sagrados del fútbol chileno”. Una selección de 15 tantos cuyo camino a la red quedó tatuado en el ADN de los hinchas, quienes los pusieron en un marco por siempre jamás.
Un registro memorable
Es cierto. Hay goles que no se olvidarán nunca. Eso pasa en Chile y en todas partes donde ruede la pelotita, porque el gol provoca emociones, alegrías y jolgorio como ningún otro deporte lo consigue.
Hacer un registro de los memorables no es tarea fácil. Que lo haya hecho el periodista Patricio Abarca Mora (autor también de “Pellegrini, lecciones de la vida y el fútbol”), se agradece, especialmente en un período como éste, cuando los equipos han colgado los botines y de lo único que se habla es de a qué club irá este o aquel jugador.
De los quince goles seleccionados por Abarca, ocho se convirtieron en el extranjero y dos los marcaron futbolistas que nacieron en otro país, pero que jugaron por clubes chilenos en los cuales hicieron historia.
Los goleadores seleccionados fueron Leonel Sánchez, Eladio Rojas, Carlos Caszely, Elías Figueroa, Sandrino Castec, Patricio Yáñez, Washington Olivera (uruguayo), Jorge Aravena, Juan Carlos Letelier, Marcelo Barticciotto (argentino nacionalizado chileno), Luis Pérez, Leonardo Véliz, Iván Zamorano, Marcelo Salas y Reinaldo Navia.
Leonel Sánchez junto a Fernando Riera, Arica, Mundial 1962
“Nunca vi entrar la pelota”
Leonel entró en esta galería por una de sus inolvidables conquistas logradas en el Mundial del 62. En esa época, Rusia formaba parte de la Unión Soviética y su poderosa escuadra había ganado recién la Copa Europa. Tenía en el arco un portento llamado Lev Yashin, al que apodaban La Araña Negra.
Cuenta el zurdo de la U: “Yashin era un gallo grandote, alto como el flaco Nitsche (que atajaba en Unión Española), pero con más cuerpo, Era muy canchero para sus cosas. En el calentamiento, saltaba mucho y tomaba la pelota en el aire como para mostrarse…
“Nosotros empezamos bien, concentrados. En el primer gol vino todo de una jugada por la orilla. Armando Tobar (que había reemplazado al lesionado Tito Fouillioux) se corre al lado izquierdo y busca entrar, como un wing, y le hacen foul dentro del área. Nosotros gritamos penal, pero el árbitro tomó la pelota y la puso fuera del área. ‘Pero si fue penal’, le decíamos. No hubo caso…
“Como la jugada fue por el lado izquierdo, vino Jorge Toro, que era derecho, y me dijo: ‘Déjame pegarle a mí’. ‘No, hueón, déjame a mí, tengo una corazonada, puede pasar algo’…
“Puse la pelota para patear y ahí creo que Yashin se equivocó. Vio que yo tenía poco ángulo para pegarle al arco y puso tres jugadores en la barrera, en el primer palo, y él se fue al centro. Pero yo veía el hueco, justo entre el palo y la barrera. Era un espacio mínimo, pero lo veía. Yashin se me perdió, tomé vuelo y le pegué con el empeine, borde externo...
“En ese momento uno no piensa, cree, y me di cuenta de que era gol cuando la gente se levantó para festejar. Nunca vi entrar la pelota. El griterío era inmenso y salí corriendo detrás del arco, loco de alegría. Yo solo corría y todos me perseguían porque querían darme un abrazo”.
Hitos inolvidables
Lo reseñado forma parte del capítulo dedicado a ese extraordinario gol de tiro libre convertido en Arica por Leonel Sánchez, el legendario puntero izquierdo de aquella selección que dirigió Fernando Riera y que obtuvo el tercer puesto en el Mundial de 1962.
Como al de Leonel, a cada gol Patricio Abarca le otorga el espacio suficiente dentro del libro para situar a los protagonistas en el lugar de los hechos y obtener testimonios íntimos, de él y de su entorno. Curiosamente, varios de ellos, recién con el paso del tiempo, han venido a tomarle el peso a lo que hicieron.
¿Tan cruciales son los goles en la vida profesional de los futbolistas? La pregunta fue una de las varias que Cambio21 formuló al autor de esta saga de “goles sagrados”.
-En efecto, los goles son hitos inolvidables. Este libro parte por los goles y se encuentra con que los que los convirtieron eran justamente ídolos. O sea, no hay un desconocido que haya hecho un gol y después haya desaparecido-, dice Abarca.
“Ese gol les da fama a estos ídolos, pero ellos, por su cuenta y carrera, hicieron muchas cosas extraordinarias en una cancha de fútbol. Me asombra la personalidad, la pasión de cada uno, y eso los convierte en seres particulares. Elías hace ‘un gol iluminado’, pero su vida es la iluminada. Iván Zamorano es una muestra de resiliencia en el Real Madrid, pero como se ve en el libro, esa característica la tenía desde que estaba en el colegio”, añade.
De película
- Los 15 goles escogidos, ¿fueron gusto personal o hubo una encuesta mayor?
- Es una elección arbitraria, de todos modos, pero no me costó corroborarla. La gente a la que le hablaba del proyecto reconocía perfectamente cada gol, e incluso me decían dónde estaban ellos mismos en cada caso. Cada uno tenía una historia personal en muchos goles. Lo que también es arbitrario es llegar solo hasta el 2000, porque quise conservar esa sensación de recuerdo.
- ¿Qué primó: la belleza de la elaboración, la ejecución perfecta, la importancia del logro, todas las anteriores?
-Primero la trascendencia. Luego la belleza se suma. Hay goles hermosos, de película. Coinciden. Imaginemos que el de Eladio Rojas (a Yugoslavia el 62) se consigue en el último minuto, con un carrerón legendario. Era como que estuviéramos en una isla desierta y Eladio nos salvó a todos, lo dice Jorge Toro en el libro.
- Es curioso, pero no se incluye ningún gol de “la generación dorada”. ¿No merecía estar, por ejemplo, el de Alexis que nos dio nuestra primera Copa América, ese penal suavecito, al centro, tras el sutil “picotón” que partió en dos a Sergio Romero?
- Justamente llego hasta el 2000 para mantener la distancia melancólica. Son episodios remotos en nuestra memoria. Y la gracia es que los que los hicieron han vivido años con esos goles en su cabeza.
- Así como hay “goles sagrados”, ¿existen las “atajadas increíbles?, ¿los “pases fantásticos”?, ¿las “patadas memorables”?
-Claro. De partida, el libro sostiene que en la increíble goleada por 4-0 a Brasil en la Copa América del 87, todo parte por el arquero. Cóndor Rojas tapó cosas imposibles, y eso fue bajando a Brasil. Fue un mazazo sicológico. O sea, una goleada que parte por el arquero. Lo conversé con Rojas hace unos meses y él lo toma con mucha modestia. Las jugadas están rescatadas también en el libro. El gol de Barticciotto a Boca es para la academia, desde que sale de un saque de lateral.
- ¿Darán tema para un segundo libro?
- Me gustaría hacer uno con lo que viene después del 2000. El gol de Orellana a Argentina (el ‘histórico’ 1-0 de la era Bielsa). El penal de Alexis en la final de la Copa América, también ante Argentina. Ahí sí entraría la generación dorada.
- Estuviste de cuerpo presente en Wembley, en febrero del 98, cuando Marcelo Salas “mata” a los ingleses en su casa en aquel 2-0 previo al Mundial de Francia. ¿Qué te conmovió más esa vez?
-Entré a Wembley y sonaba una canción de Queen que estremecía todo el estadio. Me senté al lado de Eduardo Bonvallet, un tipo muy amable y que se veía completamente emocionado. Cuando terminó el partido estaba eufórico. “¡Salas, el mejor del mundo!”, gritaba. “¡Acuña es un alemán!”, añadía. Junto a los periodistas que estábamos en el palco, nos fuimos rápido a despachar y en el Metro nos encontramos con unos veinte chilenos. Era extraño. Teníamos la sensación de haber conquistado algo inimaginable.
“El partido fue de menos a más, y todavía recuerdo a Salas cuando Inglaterra atacaba sin piedad y a él no le llagaba la pelota. Salió a buscarla con furia al medio, trancó con un inglés y corrió de inmediato contra el arco. Lo derribaron violentamente y él se paró como si no hubiese pasado nada. Se notaba, se distinguía desde el palco que era un tipo diferente, un verdadero goleador sagrado”.
Ese de Salas, convertido el 11 de febrero de 1198, es para muchos –incluido Cambio21- el gol chileno más bonito de la historia. Cuando quiera, lo discutimos.