Por Mario López M.
Cecilia Heyder es un ícono para muchos por su solitaria lucha para que se reconociera a su padre como víctima de la dictadura y luego porque se legalizara el uso de la cannabis para fines medicinales.
Tenía 9 años cuando mataron a su progenitor. ¡Se suicidó!, dijeron primero, luego cambiaron la versión para decir que había sido asesinado por extremistas en un enfrentamiento. Una bala en su cabeza disparada mientras estaba al interior de su citroneta, puso fin a su vida.
Inquieta desde niña, Cecilia tropezó con la cruda verdad, lo mataron agentes del Estado. La Corporación de Reparación y Reconciliación –continuadora de la labor iniciada por la Comisión Rettig-, le concedió la condición de víctima de violencia política. Duro peregrinar en busca de la verdad que judicialmente hasta hoy está pendiente. También una dura relación familiar por reconocer la verdad.
Un temprano cáncer la ha perseguido de manera inclemente, pero como lo que no te mata te hace más fuerte, comenzó una dura lucha que parece recién logra sus frutos, obtener que se legalice el consumo medicinal de cannabis. Dice estar cansada que la pasen a llevar. Vendió su casa, hizo completadas, recibió gestos solidarios, pero vive al día… “hay momentos que no me puedo mover”, se deprime, llora, le gustaría volver a reír, pero le duele hacerlo, se ve sin embargo a futuro, revolviéndola en sus intervenciones, con sus amigos en un cumpleaños.
Loreto Iturriaga, la hija del militar encarcelado en Punta peuco ha sido su tuitera contradictora. “Admiro a los hijos de los militares que, salvo Loreto, no reconocen las violaciones a los DDHH, pero no las desmienten, solo bajan la cabeza”. Siempre ha soñado en hacer una campaña con los hijos de las víctimas y pedirles a los otros hijos, los de los victimarios, que nos ayuden a preguntar antes de que se mueran, dónde están los que faltan, para que los sobrevivientes puedan encontrar a sus seres queridos.
Rechaza dar libertad a los presos de Punta Peuco, aunque estén supuestamente con enajenación mental, “para eso existen ‘ancianatos’ para ese tipo de gente”, dice. De los 84 de Punta Peuco, solo siete están con alzheimer, señala. “No me parece que salgan, ningún asesino de lesa humanidad debiera cumplir su pena en libertad o en su casa”.
Reconoce eso sí que sería distinto si entregaran información real, ahí sí estaría dispuesta a que se les concedieran beneficios intrapenitenciarios, pero que sea fidedigna, no como el falso perdón de la Catedral.
- Difícil partir una vida propia cuando desde muy niña fuiste “la hija de”. Hubo tantas “verdades” sobre su muerte y ninguna resultó cierta, que se suicidó, que lo mataron los extremistas y por otro lado la Corporación de Reparación y Reconciliación lo reconoce como víctima de la dictadura…
Y lo acusaron de líos económicos, de faldas –interrumpe-. Me crie dentro de un regimiento, no de una casa, no teníamos nana, venía un conscripto a hacer las cosas. Vi muchas cosas que no debí haber visto a mi edad.
En Talca, fui la última en ver a mi papá, como las 6 de la tarde, llevábamos un mes sin ir al colegio, algo pasaba, no sabía qué. Lo vi pasar y me hizo chao, iba en su citroneta, que pocas veces la usaba (la misma en que aparecería 24 horas más tarde, muerto el 5 de junio de 1975). Él siempre andaba en una camioneta, con chofer.
- Debe ser difícil recordar lo sucedido…
No, aunque parezca irónico recuerdo cada detalle. Temprano había llegado mi hermana menor, tenía 41 días, sentía gente entrar y salir, vi a mi mamá llorar mientras junto a sus amigas, vi a las nanas –en Talca sí las teníamos- llorar y no decían nada, hasta que la hija de un Mayor, que vivía al frente, me dijo “a tu papá lo mataron”.
No me asusté, no sé si será que presentía. Fui donde mi mamá y le pregunté qué le pasó al papá… me dijo que estaban viendo qué pasó, que no lo encontraban. Al día siguiente apareció, muerto.
- ¿Recuerdas haber escuchado de amenazas en su contra, sea antes o después de muerto tu padre?
Recuerdo una conversación de mi mamá con sus amigas después que él muriera, no eran amenazas, pero sí que él había descubierto algo, que había visto cosas que no debía haber visto, no recuerdo muy bien las palabras precisas.
- Cómo fue saber más tarde que lo habían matado.
Me encajó todo, la pelea que hubo en el casino del Maipo, la pelea que vi también en el regimiento de Talca, no recuerdo los nombres de los oficiales con los cuales peleó, discutieron muy acaloradamente, yo vi esas discusiones. No eran oficiales que yo viera permanentemente.
- Qué te causó que ese uniforme que distinguió a tu padre fuera vestido presuntamente por los mismos que lo mataron.
Siempre me dijeron que a mi papá lo habían asesinado los extremistas. No entendía por qué mi mamá pasaba mañanas enteras en Capredena haciendo trámites, meses de meses. Siempre hablaba en susurros con sus hermanas, porque nos protegía en ese sentido… (de pronto detiene el relato y comenta que hace 10 años perdió contacto con su familia materna). No me aceptan como soy, -sonríe con picardía-.
Ella siempre nos protegió, nos consiguió becas para estudiar en buenos colegios. Siempre hablábamos que a mi papá lo asesinaron los extremistas, nunca imaginé, hasta que un día una niña, Ximena Pokludes, a quien conocí en un taller, me dijo ‘a tu papá lo asesinaron los militares’, que eso se comentaba en Talca. Llegué a la casa y me rebatieron: ‘es mentira, lo mataron los extremistas’.
- Qué hiciste entonces
Mi mamá trabajaba en Dinacos, para Pinochet, mi hermana pololeaba con un cadete de la Escuela Militar, no me ‘pescaron’, porque yo era la hippie, revoltosa.
Me fui a la Vicaría (de la Solidaridad), tenía 16 años. Allí había mucha gente. Me daba vergüenza decir que iba a pedir perdón por si mi papá había torturado o matado a alguien. Le dije a la secretaria a qué iba, me hizo esperar y luego me hicieron pasar a una pieza sola.
No sé si esperé 20 horas o un minuto, fue un tiempo infinito. Se acercó un señor a quien le dije a qué venía. Le dije que a él lo habían asesinado. ‘No sé cuál es la verdad’, le digo, ‘pero vengo a pedir perdón’. Nunca supe su nombre, eran tantos los nervios que me abrazó y me dice que me debía sentir orgullosa, que a mi papá lo mataron porque respetó los derechos humanos. Siempre me recuerdo de eso.
- ¿Fue duro enfrentar a la familia luego de eso?
Llegué a la casa enojadísima, encaré a mi mamá y le dije que a mi papá lo mataron los militares. Me dice que es mentira. Recordé a Krassnoff y todo eso, le dije que era por su culpa… me fui, hasta el día de hoy.
(Cecilia habla casi susurrando al recordar cómo todo esto afectó a su familia, separada como consecuencia de estos hechos, cómo se cruzaron culpas familiares, cómo sufrió).
- Qué pasó después
En ese lapso me puse rebelde, estuve participando en muchas cosas de las que me retiré cuando conocí a un hombre maravilloso del que tengo dos hijos y el cual, a pesar de estar separados, se preocupa por nosotros y me aguanta todas mis locuras. Después del 2011 volví a actuar públicamente, antes preferí, por la seguridad de ellos, no hacerlo.
Ahora lo hago con precaución después del secuestro de uno de mis hijos en 2014, cuando tenía 19 años, no sé si fue por mis denuncias sobre el actuar del Estado en el tema de la marihuana o por el caso del pasado. Iba a dar una entrevista denunciando que me habían dado autorización para usar un medicamento en base a cannabis y 3 meses después me lo prohibían, me quitaba vida el Estado.
A principios de diciembre de ese año, en una entrevista en un canal de televisión iba a denunciar el hecho. Lo secuestraron tres individuos que lo anduvieron paseando por el Metro a punta de pistolas sin decirle nada. Lo dejaron botado, cerca de la Comisaría Baquedano, no la conocía. Lo encontraron cerca de ahí, muerto de miedo, no le robaron el Ipod, en el cajero (automático) le dijeron que por 100 lucas no le robaban, también le dijeron que eran del Frente. Luego de todo eso, no di la entrevista, preferí mí familia. Mandé todo a la cresta.
- Pero estás de vuelta
Sí, hablé con mis compañeros y me dijeron que hablara, que no me quedar callada y lo hice, un mes después estaba sentada al lado de la Presidenta en el Congreso.
- ¿Te cuestionaron en los sectores que participaste o participas por quién fue tu padre, integrante del SIM?
Cuando dije quién era y pedí ingresar a este mundo “revolucionario”, me cuestionaron de todo, pero llegó alguien muy querida –que no está- y que se la jugó por mí. (Prefiere no hablar del tema y se le respeta).
- Cecilia, ¿sabes quién mató a tu papá?
Sé de dónde provino el arma, de Colonia Dignidad, sé también que participaron como autores intelectuales Krassnoff y Laureani, pero no sé quién fue el autor material. Me dijeron que dos carabineros, nunca lo comprobaron.
- Y si ellos entregaran información y te pidieran perdón por lo hecho, ¿los perdonarías?
No. No los perdonaría, menos a Krassnoff, que me hizo mucho daño físicamente (baja la voz y repite: ‘mucho daño físicamente’). A Lauriani, a lo mejor sí, lo miraría a la cara y le diría que se acordara de esa niñita que tuvo a la fuerza colgando de un brazo en el regimiento Maipo.
Ese día me arranqué a jugar al sótano, tenía ocho años, solo que no estaba la sala de juegos que recordaba sino que habían muchos detenidos y detenidas en el suelo, vendados y con las manos en la espalda. Lauriani me sorprendió y me tomó fuertemente del brazo, a mis gritos llegó mi papá y Krassnoff, discutían en alemán muy fuertemente, aproveché de escapar y me escondieron en un mueble, en la cocina.
- El regreso a la vida pública también está relacionado a tu salud y la cannabis, que necesitas por razones terapéuticas. ¿Cómo ha sido eso?
Hace tres años traje un medicamento que costaba una fortuna, un spray que duraba 11 días. Me duró tres meses, me cambió mi calidad de vida, podía reír, podía caminar, con dificultad pero lo podía hacer sin sentir este dolor neurológico que llevo por dentro.
- ¿Consumes cannabis en la actualidad?
Llevo 8 meses sin consumirla, estoy con parches y gotas de morfina, porque me estoy desintoxicando, no había cepa que me hiciera efecto ya. Como todo medicamento hay que dejarlo descansar, produce también resistencia.
- Cuando joven y sin necesidad médica, ¿la habías probado?
Cuando joven sí, no voy a ser hipócrita, un par de caños.
- Esto también se presta para negocios
Todo va en la educación y eso falta mucho en Chile, no puede ser que en uso medicinal, tú te metes a internet y te atiende un médico online y te manda una receta a domicilio. Desde el 2015 que vengo denunciando que esto iba a ser llegar y sacar recetas a cincuenta. Me llevé críticas de médicos, de fundaciones, me atacaron casi hasta por calumnias, pero es la realidad, recetas online.
Aquí en Chile primero se habló que la marihuana servía hasta para el alma. Claro que hay un negocio detrás de esto. No he escuchado tampoco a nadie, ni desde las fundaciones relacionadas al tema, que hay periodos que la marihuana hay que dejarla, porque te pones resistente, no te sirve de nada y vamos aumentando, aumentando las dosis.
- ¿Debiera ser libre el consumo de cannabis?
Exactamente, no regulado, tampoco.
- Los menores de edad o las embarazadas ¿también tendrían acceso?
Todo va en la educación. No puede ser que venga la PDI o Senda que vaya a los colegios y exhiban un video de 2008 que muestra que la marihuana te deja tonto. Hasta el día de hoy muestran ese video. Está en juego una cuestión de libertad y de educación. En este momento le podríamos decir lo mismo que le decimos a la mujer embarazada que consume alcohol.
- Cambiando un poco el tema, qué opinas de lo sucedido con el exdiputado José Antonio Kast en el norte
De que lo agredieran no estaba bien, pero con ese señor no se puede dialogar. A él le gusta provocar, ya lo había hecho en dos universidades antes. Lo mechonearon, es misógino, cómo trata a las mujeres, si tanto se espanta de la violencia que cometieron con él, por qué no habla de la violencia que sufren las mujeres Mapuche que son reprimidas a diario por vender sus productos. Esa sí que es violencia.
- ¿Y de Piñera?
El señor Piñera, ufff, el señor Piñera no me quiere. A pesar que en su primer gobierno se autorizó que las mujeres con cáncer de mamas pudieran utilizar el Sativex, y a pesar que Mañalich (ministro de Salud) que decía que el 3% no era rentable. No lo molesto mucho, pero no me ama, de vez en cuando lo molesto y no me contesta, pero él sabe quién soy yo y capaz que en una de esas lo vayamos a “saludar” como lo hicimos con la señora Bachelet, nunca se sabe.
Este gobierno viene con la dictadura en la mano. Da rabia y vergüenza saber que un Hernán Cardemil está en el gobierno, una burla para los familiares de víctimas o que un subsecretario de Agricultura está relacionado con problemas de derechos humanos (…) con qué ética, puede ser el mismo ministro de Justicia y a la vez de la cartera de Derechos Humanos, siendo que era amigo y protector de Colonia Dignidad donde desaparecieron tantos compatriotas. ¿Cómo pueden decir que vienen a hacer algo diferente cuando hasta le crean cargos a los familiares?