Se constata como una fuerte tendencia en el Chile de la última década, la creciente desconfianza hacia las instituciones, desde luego a los bancos, a la iglesia, a las clínicas y en general a las empresas. Pero sobre todo resulta preocupante la sostenida pérdida de confianza hacia la institucionalidad pública, tanto al gobierno en general como a las municipalidades, al congreso nacional y a los partidos políticos. En el caso de éstos últimos si para el retorno a la democracia, en los albores de los años noventa superaban los dos dígitos en aprobación y confianza, hoy en el mejor de los estudios alcanzan el 2% de credibilidad y cerca del 1% de adhesión. Esto es especialmente preocupante si se entiende que en teoría los partidos políticos no solo dan cuenta de una ideología o forma de ver y entender el desarrollo de una sociedad sustentados en principios y valores que los constituyen, ejerciendo o al menos debiendo hacerlo una función de intermediación entre la sociedad civil y el gobernante. Si no que por una cuestión mucho más práctica, pero de vital importancia para el desarrollo democrático, de ellos, y así lo demuestra la experiencia no solo chilena si no que comparada, surgen los tomadores de decisión, en efecto, es de los partidos políticos que surgen los presidentes de la república, los ministros de Estado, los parlamentarios, los alcaldes y en general quiénes nos ‘representan’ y nos gobiernan, hasta ahora no parece surgir una instancia que de mejor manera reproduzca a dichos decisores.
Al contrario, en la experiencia reciente en Chile, han surgido más partidos políticos y los movimientos sociales que interpretaban a diferentes grupos de interés, tempranamente entendieron que debían constituirse en partidos políticos formales, sin ir más lejos el Frente Amplio es una clara demostración de aquello. La pregunta es ¿Cuál es la alternativa a los partidos políticos?, ¿los movimientos, los caudillos, el populismo?, más que extinguirse los partidos políticos deberán adaptarse a una nueva forma de interacción con el ciudadano, mucho más individual que colectiva, incluso esporádica y hasta virtual, sin embargo, y a pesar de muchos, difícilmente podrán ser reemplazados.