Oh I'm just counting

La crisis le quedó grande al presidente Piñera. Necesitamos un gobierno de Unidad Nacional. Por Ricardo Hormazábal S. ex senador, ex embajador, abogado

Estoy convencido que el Presidente Piñera no está en condiciones de seguir gobernando Chile y por ello, en mi propia representación, sin comprometer a nadie más, pido respetuosamente al señor Presidente que adopte medidas para establecer un gobierno de Unidad Nacional que surja para enfrentar uno de los desafíos más grandes de nuestra historia.
El líder que necesitamos no debe convertir a los discrepantes en enemigos, utilizar un lenguaje de guerra altisonante y excluyente, y menos delegar en los uniformados responsabilidades propias de las autoridades democráticas. Eso es más una demostración de incapacidad para liderar que de mando.
 
Es un hecho que la figura del Presidente ya no une ni genera el respeto indispensable para ese alto cargo. O’Higgins, teniendo fuerza, puso su cargo a disposición para evitar males mayores y eso está bien valorado en los libros de historia. El Presidente Piñera ya entró a la historia al ser elegido dos veces por el pueblo. La pregunta es ¿Cómo sale? La institucionalidad democrática nos ofrece varias alternativas y debemos actuar con serenidad y prontitud. La crisis que vivimos se agravará, y los chilenos necesitan respuestas urgentes, no medidas que nos incrementen el miedo.
 
Durante 8 años, marcados por grandes desacuerdos políticos y éticos, tuve una relación cordial con el Presidente Piñera y su distinguida esposa, cuando ambos integrábamos el primer Senado de la transición. No dudo de su inteligencia, solo sé que no tiene idea de lo que es el Bien Común. Tengo una opinión formada sobre él y por ello voté siempre por alternativas que consideraba mejores para el país, respeté sus triunfos y nunca he confundido sus graves errores con los horrores de Pinochet. Esa consigna, nacida de la indignación, no refleja el pasado y, en mi opinión, es un desconocimiento al real sufrimiento de las víctimas de esa dictadura cívico militar.
 
Hace unos meses escribí una columna en la que sostuve que el Presidente Piñera no era el indicado para este tiempo de crisis, pero que no era posible cambiarlo, porque entre varias razones, la oposición no tenía una alternativa. Las masivas movilizaciones del año pasado hicieron reaccionar a una clase política muy desprestigiada pero que tuvieron un momento de lucidez. He respaldado con entusiasmo el acuerdo de octubre del año pasado, ese camino abrió un camino pacífico y democrático al cambio de fondo que Chile necesita. Pero ahora el Presidente Piñera maniobra para hacerlo fracasar y eso es tremendamente dañino para el país.
 
A la pandemia neoliberal ahora se sumó la pandemia del corona virus y el Presidente Piñera muestra cada día que no está a la altura de este desafío. Declaraciones contradictorias, lenguaje bélico otra vez, como si el virus se asustara con las armas desplegadas. Una vez más, sus instintos de inversionista lo llevan a tratar de aprovechar la crisis para mantenerse en el poder y seguir adelante con sus planes de mantención de lo injusto.
 
No escucha el clamor nacional y no es capaz de dar respuestas apropiadas a los millones de cesantes, a los cientos de miles de profesionales y emprendedores que necesitan apoyo en esta dramática situación. Entre tanto, los poderosos se reparten el dinero mal habido y se les protege con leyes que descargan el peso sobre millones de personas. Incluso más, cuando más recursos se requieren, su familia exige devoluciones de impuestos que han sido rechazadas por el SII, no trae a Chile parte de sus inmensa fortuna que mantiene en paraísos fiscales y maniobra para hacer fracasar el Plebiscito y la Convención Constituyente que se aprobaría en Octubre de este año, por amplia mayoría.
 
Pero hay algo más grave aún. El Presidente está poniendo al poder civil bajo la tutela militar. Yo no critico el Estado de Catástrofe o cualquiera medida constitucional que la situación llegue a requerir. Más allá de los escándalos que han ocurrido al interior de ellas, afectando su moral institucional y su imagen ante el país, las Fuerzas Armadas y la policía son necesarias para dar tranquilidad a los ciudadanos. Por cierto que les debemos exigir que no descarguen su rabia en contra de los chilenos que protestamos pacíficamente, pero nos tenemos que ayudar recíprocamente. Estamos todos en peligro, los civiles que trabajan en los hospitales, en los servicios esenciales, como el transporte, los feriantes y almaceneros de los barrios, los generosos bomberos y los uniformados.
 
Necesitamos líderes que convoquen, que tengan legitimidad democrática y unan. Pero cuando escucho declaraciones del Presidente, su Ministro de Defensa y leo en la primera página del Diario Oficial del jueves 14 de mayo una norma impresionante, me convenzo que el Presidente reconoce su propia incapacidad y colabora, sin querer queriendo, en un plan que no comparto.
 
He aquí el texto literal publicado: “7.- Que, con la finalidad de propender a una mayor eficiencia y eficacia en las labores realizadas por los Jefes de Defensa Nacional en sus respectivas jurisdicciones, es que se requiere modificar el referido decreto supremo N° 104, en el sentido de incluir el alcance de dichas instrucciones respecto de la adecuada implementación de las medidas sanitarias adoptadas. 8.- Que, por lo anterior, Decreto: Artículo primero: Reemplázase el numeral 7), del artículo tercero, del decreto supremo N° 104, de 2020, de esta Cartera de Estado, que declara estado de excepción constitucional de catástrofe, por calamidad pública, en el territorio de Chile, por el siguiente: "7) Impartir directamente instrucciones a todos los funcionarios del Estado, de sus empresas o de las municipalidades que se encuentren en la zona, con el exclusivo propósito de subsanar los efectos de la calamidad pública, y, en particular, para una adecuada implementación de las medidas sanitarias adoptadas.".
 
Esta disposición va más lejos del considerando 7 que dispone “7.- Que, con la finalidad de propender a una mayor eficiencia y eficacia en las labores realizadas por los Jefes de Defensa Nacional en sus respectivas jurisdicciones, es que se requiere modificar el referido decreto supremo N° 104, en el sentido de incluir el alcance de dichas instrucciones respecto de la adecuada implementación de las medidas sanitarias adoptadas.
 
No es una diferencia menor. Se amplían las facultades a los Jefes de la Defensa Nacional para “ Impartir directamente instrucciones a todos los funcionarios del Estado, de sus empresas o de las municipalidades que se encuentren en la zona no ya respecto a las medidas sanitarias sino que para “subsanar los efectos de la calamidad pública, y, en particular, para una adecuada implementación de las medidas sanitarias adoptadas." ¿Qué otras facultades se les otorga?
 
El gobierno involucró a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el Narcotráfico lo que aumenta el riesgo de corrupción en estas instituciones, como lo demuestran los numerosos ejemplos que conocemos de otros países. Pero ahora, se trata del poder civil democrático supeditado al militar no en una materia de Orden público tradicional, sino en todos los ámbitos que los Jefes Uniformados dispongan. Y, ¿ las atribuciones de Intendentes, gobernadores, Cores, Alcaldes, concejales, desaparecen?
 
He sido crítico de los excesos publicitarios de algunos Alcaldes, pero tienen la legitimidad democrática y muchas veces, hasta buenas ideas. Si queremos que no actúen pensando en las elecciones próximas, aprobemos una ley desde ya , que el que quiera ir a la reelección debe renunciar desde ya a sus cargos. Tienen tanto poder que ya encontrarán una manera de ganarse la vida entre tanto. Pero si hay que elegir entre una autoridad democrática y un uniformado, no vacilo. La autoridad democrática.
 
Creo que es posible concordar en un Programa de Emergencia apropiado. Chile tiene los recursos financieros para ello y personas apropiadas de todos los sectores. Lo que necesitamos son gestos generosos para poner el interés del país primero. En esta hora, estoy dispuesto a respaldar a la persona que más unidad concite para implementar las medidas necesarias, sin importar el sector al que pertenezca.
 
No es fácil escribir esta columna, pero la considero un deber moral y político aunque no tenga peso alguno. Una vez escuché una prédica del querido Cardenal Raúl Silva Henríquez en la ceremonia de ordenación de varios sacerdotes, entre ellos, mi inolvidable amigo Guillermo Arceu, ya fallecido. Ese hombre bueno dijo: Digan la verdad a tiempo y a destiempo. Por supuesto él se refería a nuestra fe religiosa. Esta es mi verdad, generada en mi fe secular democrática, frágil, equivocada quizás, pero sincera.