Por Mario López M.
La lucha del incansable abogado de los perseguidos no obstaba para que realizara vida partidaria. En plena dictadura sser sorprendido por la DINA o la CNI en una reunión política era de resultado incierto para los aprehendidos.
Cambio21 conversó con algunos de ellos que nos relataron sus experiencias y las vividas junto a Andrés Aylwin, quien se encontraba por entonces agobiado de una fuerte asma.
No solo se mató
Durante la dictadura en Chile, existieron distintos modos en que se violaron los derechos humanos. Algunos métodos fueron más violentos que otros. También los hubo de aquellos que, sin terminar con la vida de las personas, estaban igualmente investidos de una tremenda crueldad. La relegación es un castigo que se impuso a los “revoltosos” y que implicaba enviarlos, “con lo puesto”, a lugares apartados del país donde “no volaban ni las moscas”.
Este tipo de represalia se aplicó al principio y fin de la dictadura en contra de dirigentes políticos, de derechos humanos, sindicales y estudiantiles. Principalmente los demócratas cristianos sufrieron esta especie de persecución. Entre 1976 y 1978, varios dirigentes de esa colectividad fueron víctimas de desarraigo forzado.
Cambio21 conversó con algunos de aquellos que fueron parte de los sancionados sin juicio alguno, por el régimen de Pinochet. Quienes detentaban el poder sabían perfectamente que a los lugares donde fueron enviados carecían de las más mínimas condiciones humanitarias para sobrevivir. De manera cruel elegían justamente los sectores más apartados para enviarlos.
Era estar preso, sin estar preso, vivo pero en riesgo de muerte para algunos, por las inhóspitas condiciones del lugar donde fueron relegados. Alejados de los seres queridos y sin saber de ellos o poder verlos, pues se les prohibían las visitas. A pesar de todo, grandes muestras de solidaridad, humanidad tras los carceleros e importantes pequeños gestos marcaron a estos personajes de parte de la historia patria, la triste historia que ojalá nunca hubiera sido necesario contar.
Nos detuvieron y relegaron por pensar distinto
“No llevábamos más de uno o dos minutos conversando cuando un grupo de cinco a seis agentes de la Policía Política procede a abrir violentamente la puerta de la pieza en que estamos reunidos. Nos gritan con prepotencia: ¡¡Todos ustedes están arrestados!! ¡Ha sido detectada una reunión política!”, alcanzó a escuchar Andrés Aylwin.
El 13 de enero de 1978, 13 Demócratas Cristianos fueron aprehendidos en unas oficinas de calle Huérfanos 1373, al llegar a Amunátegui. Gran presencia de la prensa daba cuenta de “una ilegal reunión de dirigentes DC que violaba el receso político” impuesto por la dictadura. Fueron trasladados al cuartel de Investigaciones donde fueron interrogados y pasaron la noche, Desde allí enviados por avión al norte del país, a distintos e inhóspitos lugares de nuestra geografía.
Uno de los relegados, Juan Claudio Reyes, otrora dirigente juvenil, recuerda que “estábamos sin saber qué sucedería con nosotros, ni siquiera sabíamos al ser detenidos a qué lugar seríamos enviados. Pasamos una noche en el cuartel de Investigaciones y al día siguiente se llevaron a 8. No sabíamos qué sucedía. Recién mediante fragmentos de conversaciones con pilotos y por la radio de los policías, supimos que estábamos relegados y nos trasladarían a distintos lugares del norte. Te llevaban a un lado y te dejaban a la buena de Dios. Dónde dormías, comías o vivías era problema tuyo”, indica.
“Suba con confianza, no lo van a tirar al mar”
No menos impactante fue la experiencia del exministro del Interior Belisario Velasco, y que por aquella época dirigía Radio Presidente Balmaceda, emisora del Partido Demócrata Cristiano, quizás la única que se atrevía a decir cosas que los demás medios callaban. Lo era desde 1973, designado allí por Patricio Aylwin. En 1976 sufrió su primera relegación.
“Recuerdo que yo no me quería subir en el aeródromo de Tobalaba al pequeño avión de carabineros, en que dos oficiales de civil me conducían. Fue tal el escándalo –recuerda Velasco- que un general de carabineros que se encontraba en el lugar concurrió y me dio seguridades, después de hacer averiguaciones, que nada me pasaría. Claramente yo temía ser lanzado al mar o ser desaparecido y así se lo hice ver. Me informó el general que me llevaban a Arica y no me harían nada, que tuviera confianza. Imagínese, dos días detenidos, me llevaban a Arica sin que mi familia supiera nada de dónde estaba y yo tampoco supiera nada de ellos. A mí me habían detenido en la calle”, señala.
El catedrático y afamado psicólogo Giorgio Agostini, señala a Cambio21 que “La persona que es separada de su familia, de su ambiente, empieza a sentir una fuerte ansiedad, sobre todo basada en la incertidumbre de saber qué es aquello que me está pasando o que me podrá pasar a futuro. Pierde en ese minuto las redes de apoyo, que son la familia y los amigos, empezando a vivir una nueva realidad con las personas que se va encontrando y dentro de la nueva realidad debe encontrar los nuevos apoyos de quienes se encuentran en similares condiciones”.
La solidaridad de los lugareños fue impresionante
Entre los relegados del 78, estaba el exdiputado Andrés Aylwin Azócar, cuyos restos descansan hoy en paz. Recordó en diálogo con Cambio21 que “Lo más impresionante de aquella relegación es que encontré en todas partes mucha solidaridad. En mi corta estadía en Guallatire, cerca de la frontera con Bolivia donde lo pasé muy mal, pues no podía respirar debido a una afección pulmonar, los carabineros del lugar fueron siempre muy cariñosos conmigo”.
Guallatire es un pequeño poblado en el norte del país, fronterizo con Bolivia a cerca de 4800 metros de altura y en ese entonces con una población Aymará muy pequeña, de no más de 9 habitantes y un retén fronterizo, esa era toda la población del pueblo. “La reacción de la gente fue estupenda, incluso de los carabineros, con quienes compartíamos en las noches escuchando Radio Moscú, desde donde nos enterábamos de los esfuerzos en el exterior entre otros de Bernardo Leighton para que se terminara nuestra relegación”, revela Juan Claudio Reyes.
Luego Aylwin fue trasladado a Molino, “un lugar muy agradable con no más de 300 habitantes en aquel tiempo. Era gente campesina que me recibió con un cariño extraordinario, nunca quisieron cobrarme nada, todo era muy modesto, me facilitaron una pieza. El que fuera relegado no despertaba miedo en ellos, sino que una gran solidaridad”, recordó con emoción, esa que siempre le acompañó al defender a una víctima de DDHH.
“Yo soy de los mismos”
“Llegamos la primera noche a una barraca en que ni siquiera había una silla. La pasamos caminando o sentados en el suelo. Al día siguiente los carabineros nos dieron un camastro metálico donde descansar o dormir. La gente nos convidó unos cueros que usamos como colchón y cobertores, sin servicios higiénicos”, recuerda Reyes sobre el paso por Guallatire.
Y agrega que tan fuerte fue la solidaridad de la gente de distintos lugares, “que nos terminó llenando de mercaderías. Incluso estábamos llenos de insecticidas y en esas alturas no vuela ni una mosca, pero en fin, la solidaridad fue impactante. El apoyo de la gente de los lugares en que estuvimos y desde nuestro partido y otras organizaciones políticas clandestinas fue impresionante”.
Recuerda Reyes cuando un poblador Aymará les contó que había bajado a Arica, tomando contacto allí con un exgobernador de Arica, quien le mandó a decir que cualquier cosa la mandaran con él, pues “yo soy de los mismos”, les señaló. “Lloramos con ese viejo, nos abrazamos… así pasó a ser nuestro correo con el mundo de Arica”.
Entre Notario y cura de oficio
La experiencia en Putre, uno de sus lugares de relegación, fue para Belisario Velasco, imborrable: “Uno tenía libertad de moverse dentro del pueblo con el deber de firmar todos los días en carabineros. Había 12 policías uniformados y era claro que mandaban los militares que eran una inmensa mayoría, cerca de 1800 efectivos. Casi todos los carabineros se encontraban castigados en ese lugar. La solidaridad fue grande, al poco tiempo me llegaron medicamentos, alimentos e incluso una máquina fotográfica, que fue una excelente compañía y con la que pude retratar esos momentos y a la gente del lugar” dijo a Cambio21.
Y continúa: “Me dediqué a hacer de Notario en la zona, pues no había allí uno, les escribía los acuerdos etc. pues no me dejaban trabajar. Preparé niños para la primera comunión, hacía una especie de misa los domingos, pues el cura me dejaba ostias consagradas, ya que debía atender una gran zona y pasaron hasta 3 meses que no iba a Putre. Así que repartía comunión y hasta predicaba los días domingos, aunque no era diácono, pero era lo que había”.
Con lo puesto y sin poder trabajar
No se piense que era todo épico. “La única población flotante en Putre, era yo”, recuerda Velasco. “Allí no había hotel ni nada, las personas lugareñas se las jugaron y en especial los del partido comunista en la clandestinidad. Me buscaron una casa, me arrendaron una pieza que tenía el piso de tierra, pues no habían comodidades, de hecho me bañaba una vez a la semana en la escuela, porque la alternativa era ir a unos baños naturales que existían cerca de Putre.
No fue distinta la experiencia de los otros relegados: “Llegamos a ese lugar sin nada –recuerda J. C. Reyes-, yo llevaba apenas un trajecito color barquillo y camisita manga corta. Carabineros nos estaba esperando allá donde no habían militares, lo que fue bueno. Apenas llegamos en el retén nos dieron un cafecito y un trozo de carne de llama. Allí Andrés Aylwin le dijo: “Mire, los que me mandaron para acá, tendrán que venir a buscar mi cuerpo, porque a partir de ahora yo me declaro en huelga de hambre”.
Reyes indica que a sus 22 años no le hizo mucha gracia el tema, “pasé toda la noche tratando de convencer a Aylwin que postergara su decisión hasta que tomáramos contacto con el resto de los relegados, ya que nada sabíamos de ellos. Algo logré, así que los lugareños nos daban en la mañana carne de llama con mazamorra de papas y en la noche lo mismo, pero con mazamorra de arroz y unas sopaipillas que freían en una olla negra que aún recuerdo. El servicio higiénico era una llave que salía en medio de la nada desde la tierra”.
Se temió por la vida de Aylwin
Si bien es distinta la relegación que la cárcel, las condiciones climáticas (de 8 a diez grados bajo cero en la noche), hasta la altura de los pueblos, causó problemas físicos a más de alguno.
Asegura J. C. Reyes, que “desde el primer día Andrés Aylwin se sintió muy mal de salud, hasta una noche en que llegamos a temer que le pudiera pasar algo peor. Efectivamente, a tanto llegó la mala situación de la salud de Aylwin, que debió ser trasladado de urgencia a un pueblo con mejores condiciones para él".
“En el momento en que estuve realmente muy grave, pues no podía respirar –nos relató don Andrés Aylwin-, supe por otras personas que el oficial a cargo se jugó porque me fueran a retirar desde allí. No aceptó los dichos de la Intendencia que habría manifestado que me irían a buscar al día siguiente. Muy firmemente señaló que “no había día siguiente” pues estimaba que era probable que no pasara la noche. Los carabineros fueron muy buenas personas”, reconoció.
Por parte de las autoridades de la época no existió ni el más mínimo gesto de humanidad. Pero de ello deben responder los que dieron las órdenes de lanzar a una persona enferma a más de 4800 metros de altura, sin abrigo ni ninguna forma de protegerse. “Por supuesto de eso no responden los dos carabineros que había en el lugar, quienes dieron en todo momento muestras de gran humanidad conmigo”. Reconoce Aylwin que lo pasó muy mal, más que sentir miedo, “sufrí mucho”, porque no podía respirar, era aterrador, nos relató. Era capaz de distinguir y perdonar, pero de condenar los abusos sin cortapisas.
Los tenían aislados de sus familias
“No dejaron subir a ningún familiar y yo tenía 4 hijos, que en aquella época eran chicos”, recuerda Velasco. “Estaban en el colegio y no tendría el menor más de 4 y 10 años la mayor. Estaba anulado matrimonialmente y mis hijos vivían conmigo, así que se entenderá la aflicción. Aunque no me torturaron físicamente, sí lo hicieron psicológicamente. Uno sabía que al menos respiraba y comía, poco y mal, pero al menos lo hacía y nada se sabía acerca de la familia, por ejemplo”. La segunda relegación que sufrió el ex ministro fue el 78, en Parinacota, más arriba aún, a 8 kilómetros de la frontera.
¿Y el poder judicial?
En aquella época se presentaron múltiples recursos de amparo, sin éxito. “El mío lo alegó Adolfo Zaldívar”, recuerda Reyes. Por su parte Andrés Aylwin estaba claro del resultado de los recursos: “De parte del poder judicial no hubo nada que esperar, como siempre con una tramitación de los recursos de amparo lentísima, debido al estado de excepción que existía en el país. Al menos nosotros estábamos vivos, otros chilenos ni siquiera tuvieron esa suerte”, nos dijo.
La presión nacional e internacional fue inmensa, hasta que se acogió un recurso procesal por la Corte de Apelaciones de Santiago, que sólo permitía relegar dentro de un determinado Departamento (que era parte de la estructura político-administrativa en que entonces se dividía el país). Esa sentencia dispuso que aquel que se encontraba relegado podía fijar domicilio en cualquier lugar dentro del Departamento en que se encontraba. Eso les permitió radicarse en Arica. Allí la cosa cambió. “Lo paradójico es que se nos relegó por estar en una reunión no autorizada en una oficina privada y luego pasamos casi un mes viviendo todos reunidos en un mismo hotel”, sentenció Reyes.
Eran los primeros democratacristianos de relevancia relegados de manera masiva. Entre los relegados estaban aparte de Andrés Aylwin, Tomás Reyes Vicuña, Samuel Astorga, Belisario Velasco, Hernán Mery, Juan Manuel Sepúlveda, Guillermo Yungue, Elías Sánchez y una dirigente sindical, Georgina Aceituno, entre otros.
El reencuentro de Aylwin con su carcelero
“Mucho tiempo después, cuando ya era diputado –nos confidenció don Andrés Aylwin-, recuperada la democracia, en una concentración de la Democracia Cristiana de San Javier, resultó que el Sargento que estaba a cargo de la seguridad del evento, era justamente la persona que salió a recibirme cuando llegué al lugar de relegación años antes”.
Terminada la reunión, se acercó y se identificó, “fue muy cariñoso y nos fundimos en un gran abrazo en medio de la plaza, donde la gente que se encontraba allí se emocionó mucho, fue un maravilloso reencuentro que valora la humanidad que también hubo en aquellos tiempos. En realidad del comportamiento de esos carabineros no tengo nada que reclamar, del resto, los servicios de inteligencia y algunos militares de la época, si era una cosa muy molesta, pues era inhumano que ciertos subalternos eran obligados a cometer barbaridades por orden superior”, señaló entonces a nuestro medio el exparlamentario.
Y concluía Aylwin con mucha humildad: “Yo siempre tuve la sensación que lo que yo sufrí, el dolor mío, no era en absoluto comparable con el que yo había visto como abogado de DDHH. Sentí que dentro de mi dolor era una persona privilegiada, pues había visto crueldades 100 o mil veces más graves que lo que yo padecí”.
Los ostiones de Merino
Relata Reyes una anécdota sucedida en Pisagua: “nos acogieron en un restaurante muy modesto y al segundo día, el encargado nos dice, -mire, mañana no coman la cazuela sino váyanse a la cocina conmigo, les tengo una sorpresa-. El tipo nos tenía unos impresionantes ostiones en que cada ostión casi se salía del plato. Se trataba que el día anterior había estado en Iquique el Almirante Merino, quien había encargado dos docenas, -pero nosotros sacamos tres docenas, dos para Merino y una para ustedes-“, nos confidenció el administrador. “No hace mucho visité el lugar con mis hijos, fue gratificante”, termina señalando J. C. Reyes.
El interrogatorio a Aylwin:
- ¿Partido a que pertenece?
- Usted sabe, hoy no existen partidos políticos;
- Pero usted sabe:'
- Sí, demócrata cristiano.
- ¿De cuáles?. ¿De los de Frei o de los de Tomic?
- No entiendo:
- Sí entiende: de los de Zaldívar o de los de Fuentealba?
- No entiendo, son sólo matices;
- ¿Cómo matices?
- Sí, matices insignificantes;
- Pero ustedes son simpatizantes del marxismo;
- No. Somos humanistas cristianos;
- ¿cuántos comunistas ha defendido usted?
- Soy abogado;
- Pero por algo los comunistas lo buscan a Ud. como abogado…
- A veces porque no existe otro profesional que quiera defenderlos. Toda persona tiene derecho a alguien que 'lo defienda.
Ese era don Andrés. A eso entregó su vida y este un pasaje de ella en que dialogó con Cambio21, que recordamos en su homenaje.
Mario López M. Equipo de Cambio21