El Presidente de la República ahora se victimiza y afirma que la oposición le “niega la sal y el agua”, dos o tres días después que la increpara rudamente, conminándola a “ponerse a trabajar”, a lo cual agregó no contento con la agresividad anterior, que “la sequía legislativa es un invento del Partido Socialista” intentando tapar el vacío legislativo de su gestión.
Es decir, el gobernante dio un giro en su retórica de auto elogio y convencido que “el ataque es la mejor defensa”, acusa a los demás de practicar lo que él viene haciendo desde que asumió: una brega constante de menoscabo y ninguneo a la oposición.
Piñera nunca va a valorar el respaldo que recibió apenas asumido, durante los alegatos en La Haya por la demanda boliviana contra Chile, lo asume como mérito personal en su ilimitado personalismo; o por eso, tampoco será capaz de aceptar que los logros deportivos y la buena actuación del país son el resultado de políticas publicas puestas en marcha hace varios gobiernos.
En particular, no va a incorporar en sus negativos juicios hacia quienes no piensan cómo él, el reconocimiento que la política de responsabilidad fiscal que tanto prestigio ha dado a Chile en el mundo, fue iniciada por el Presidente Lagos, institucionalizada por ley en el primer período de Bachelet, luego seguida por él mismo en su primer gobierno, y que posteriormente, en los últimos años, enfrentó un escenario adverso con bajos precios del cobre que dañaron el balance estructural del país.
En política hacia los pueblos indígenas va a seguir pensando que la compra de tierras a las comunidades mapuches ha sido un despilfarro y que se deben recortar los recursos todo lo que se pueda, sin que se note para no ser impopular. Tal como se hizo en su primer gobierno, ya que su verdadera opción es el llamado “comando jungla”, es decir, orden con represión.
Como no acepta que hay políticas de Estado que no pueden mirarse con la miopía y la estrechez con que varios pinochetistas en su gobierno acostumbran desconocer los avances del país en democracia, cae en la inconsistencia y el absurdo de sostener que la situación económica empezó a mejorar apenas existió la posibilidad que la derecha volviera a gobernar.
Con semejante arrogancia es imposible que pueda valorar o respetar a quienes son sus opositores políticos y es comprensible que solo guste de la incondicionalidad.
Un Presidente y su gabinete, en un régimen democrático, deben saber respetar a quienes piensan diferente y mantienen su autonomía e independencia de criterio, y no incitar a que sus partidarios censuren la Mesa de la Cámara de Diputados, anuncio que no hace más que agudizar las tensiones que su administración dice querer resolver.
Es de lamentar que en la oposición haya quienes se confundan, y que aún cuando son denostados públicamente doblan la cerviz y se dejan ningunear.
Incluso, hay figuras opositoras que se incorporan al discurso de La Moneda y atacan al Partido Socialista. Así creen que ayudan a una “buena” política. Se equivocan, una oposición en democracia no debe perder su dignidad ni abandonar sus puntos de vista. La sumisión no es el camino, aunque esa actitud desagrade al poder de turno.
Ante la pérdida de sintonía con una parte nada pequeña de chilenos y chilenas que no comparte sus desmedidos auto elogios a su tarea de gobierno, Piñera ahora plantea su propia e infundada victimización ante el país.
No es esa una lúcida táctica política, sólo demuesra una búsqueda fácil de la popularidad que desvela al gobernante.