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Las 8 preocupaciones sexuales que las mujeres no se atreven a consultar

Tres especialistas españolas develan los principales quebraderos de cabeza de ellas cuando se trata de sexo.

“Que un mujer se sienta insegura respecto a su sexualidad no debería ser algo común. La sexualidad se debe vivir como algo natural no como un tabú. Hay que sentirse cómodo con ella”, asegura Ana Fernández Alonso, sexóloga y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) de España.

La especialista responde así al ser consultada sobre los temores sexuales femeninos, pero lo cierto es que estos igual asaltan en algún momento de la vida. Y no solo a ellas, “también les sucede a los hombres. La diferencia es que a ellos les cuesta más admitirlo, en primer lugar, y consultarlo, después, para intentar ponerle remedio con ayuda”, dice la experta.

La diferencia es que aun cuando para algunas de ellas estos pueden permanecer enquistados e inconfesables durante largo tiempo, en general, los comparten, principalmente con las amigas, lo cual hace que sea más fácil remontar un bache o sobrellevarlo sin dramatizar. Así al menos lo plantea el diario español El País.

Claro que eso no implica que se le ponga remedio. Tres sexólogas españolas desmenuzan los miedos sexuales femeninos más frecuentes: Carolina Muñoz, Georgina Burgos y Ana Fernández.

1. No voy a llegar al orgasmo

“En ocasiones se debe a una falta de confianza en la eficacia del estímulo recibido; quizás incluso basada en fundamentos reales. La persona se observa para evaluar si el progreso hacia el orgasmo es el adecuado, y con ello, deja de fluir y no logra abandonarse al placer. En otras ocasiones puede ser debido a que ella se siente incómoda ante la mirada del otro y se bloquea. Y en este caso, la respuesta sexual también deja de fluir”, explica Georgina Burgos, psicóloga y sexóloga.

En un principio, la solución pasaría por aprender a disfrutar de las sensaciones y darse permiso, también, ¡incluso!, para no llegar al orgasmo. “Se trata de centrarse en el deleite de la excitación, sin enjuiciamiento. Y dejar que pase lo que tenga que pasar. El cuerpo es sabio”, analiza la experta.

2. ¿Y si me acuesto con alguien con alguna enfermedad de transmisión sexual?

Lo que sucede muchas veces es que se tiene sexo con una persona demasiado pronto sin saber nada de su vida y sin la suficiente comunicación como para conocer y preguntar abiertamente para despejar dudas. “Lo más recomendable es no tener prisa para el encuentro sexual, tener la suficientemente confianza como para preguntarle acerca de su sexualidad y de su salud, y utilizar siempre el preservativo como el método de barrera más eficaz”, dice Carolina Muñoz.

Algo que sí o sí es obligatorio para descartar la que, según la encuesta realizada por la web americana Superdrug onlinedoctor, era la mayor preocupación de las mujeres americanas y europeas: quedarse embarazada.

3. Tengo fantasías sexuales, y las comparto con mi pareja, pero no tengo intención de hacerlas realidad. ¿Y si él no lo entiende?

Una mujer puede tener la fantasía de hacer un trío con su pareja y alguien más, pero eso no es sinónimo de querer llevarlo a la práctica. El problema es que los hombres no siempre entienden esta diferencia. “Lamentablemente, la educación sexual sigue siendo la gran asignatura pendiente de nuestro sistema educativo, y mucha gente confunde fantasías con deseos. Hay que tener claro que las fantasías solo están para excitarnos, para recrearnos con ellas, sin intención ni necesidad de que se cumplan. Los deseos, en cambio, aun pudiendo ser igualmente ensoñaciones, sí que tienen expectativas de querer llevarlos a cabo”, matiza la sexóloga Ana Fernández. En esta, como en otras posibles situaciones, la posición femenina ante él ha de ser clara: no es no.

4. ¿Y si me pide algo que yo no quiero hacer?

Imaginar que puede llegar a ser sometida y no respetada en lo sexual ocupa uno de los grandes miedos de las mujeres. Afortunadamente estos casos van sucediendo con menos frecuencia ya que, como dice la sexóloga Ana Fernández, hemos ido tomando conciencia de nuestros límites y aprendiendo que nadie nos debe forzar a hacer algo que no nos guste.

“Si una persona te pide algo que tú no quieres hacer, lo razonable es decir que no. Y si te intenta forzar a ello, ya no es una cuestión solo de que no te quiera (y por tanto, lo mejor es alejarse de esa persona), sino de que su intención es reprobable y en algunos casos, incluso, denunciable”, aclara rotundamente la experta. En este sentido, lo más importante es poner límites a todo aquello que desagrade o moleste, con aplomo.

5. Tengo complejos con alguna parte de mi cuerpo y no las quiero mostrar

Unas no aceptan su cuerpo, otras no se sienten sexy y hay quienes temen que alguna parte de su físico sea motivo de burla o comentario.

Desgraciadamente, como apunta la sexóloga Fernández, son muchas las mujeres que no acaban de liberarse de esta preocupación: “Que les suceda a una gran mayoría no le quita importancia, diría que la aumenta porque nos da la medida de la gran influencia que tienen las modas y el marketing en nuestra forma de percibirnos como personas más o menos deseables”. Muchas veces se debe a una baja autoestima que, como dice la sexóloga, nos lleva a pensar que nuestro atractivo depende de una talla determinada.

“Esa baja autoestima se va reforzando con los mensajes con los que nos bombardea la sociedad relativos a que para ser atractivas las mujeres tenemos que cumplir con unos determinados cánones de belleza”, afirma la especialista. ¿Una posible solución? Echar la vista atrás. Contemplar a las modelos de otras épocas, por ejemplo, nos puede convencer de que, efectivamente, el concepto de belleza es relativo y que, como dice la sexóloga, “el atractivo erótico de una persona reside más en nuestra actitud que en una determinada estética”.

6. Tal vez no sepa darle placer a mi pareja

Esta preocupación puede reflejar una cierta inseguridad personal, quizás originada por una falta de práctica o una duda casi perenne acerca de la valía de las propias habilidades eróticas. Estar dispuesta a aprender es el primer paso para demostrase a una misma que sí sabe, y puede, hacer las cosas de otra manera.

“La persona debe documentarse adecuadamente; recibir una correcta orientación por parte de algún profesional de la sexología que le despeje las dudas; aprender a tomar conciencia de la importancia de su propio placer, y saber comunicarse mejor con su pareja. Todo esto le ayudará a mejorar su autoestima, a vivir de forma más natural la relación de pareja (sin miedos, ni inseguridades) y, por supuesto, a mejorar la vivencia de su sexualidad”, explica la sexóloga Carolina Muñoz.

7. No consigo el orgasmo con la penetración

Puede que, aun gustándole el coito, la práctica no le resulte placentera. Algo absolutamente normal teniendo en cuenta que la zona más sensible de los genitales femeninos no es la vagina, sino todo lo que la rodea. De hecho, según una encuesta realizada en Estados Unidos por la Universidad de Indiana, solo el 18,4 % de las mujeres confesaron llegar al orgasmo a través del coito, mientras que un 36,6 % afirmaban que para ello necesitaban también la estimulación del clítoris.

O sea: no llegar al orgasmo con la penetración es algo muy normal. Tal y como plantea la sexóloga Muñoz, “es  importante que la mujer conozca su físico y su respuesta sexual. Y para ello es recomendable que aprendan solas a saber cómo funciona su cuerpo y cómo consiguen el orgasmo a través de la autoestimulación”.

8. Me agobia saber que en algún momento tengo que hacer una felación

Por un lado, porque para algunas mujeres el sexo oral representa algo poco atractivo. Por otro lado, hay chicas que aun gustándole la idea sienten que no saben hacerlo con pericia, temen no darle placer al hombre o, peor aún, hacerle daño.

“Este miedo puede ser debido a la falta de experiencia en la felación, al desconocimiento del cuerpo del otro sexo, o quizás, y también ocurre, al tener una pareja muy sensible y a la que, efectivamente, le duele la felación. Pero el miedo suele disminuir con la experiencia. Puede ser tranquilizador ir comprobando que cuando se pone en práctica, no le hacemos daño”, explica Georgina Burgos, quien aconseja dejarse guiar por la propia pareja para ir tomando confianza y destreza. Siempre, por supuesto, que sea una práctica deseada por los dos.