Por Guillermo Arellano
En medio de la crisis de credibilidad y confianza que sufre el catolicismo en Chile, surge el recuerdo de lo que fue la obra y el legado del sacerdote Raúl Silva Henríquez, signo de una Iglesia comprometida con la defensa de los derechos humanos durante la dictadura y que estuvo del lado de los más desprotegidos.
En tal sentido, dos son los hitos que remarcan y destacan lo realizado en vida por el monseñor salesiano y además abogado de la Universidad Católica: las actividades del aniversario 110 de su natalicio y “Los Archivos del Cardenal”, serie que transmitió TVN en 2011 y 2014.
Respecto a lo primero, el periodista y expresidente del colegio de la orden, Senén Conejeros, publicó en 2016 el libro “El Cardenal Silva Henríquez y la Radio Chilena al inicio de la dictadura de Pinochet”, el cual narra las vivencias de la desaparecida emisora en su lucha contra el régimen.
En conversación con Cambio21, el profesional comentó que “la imagen personal del Cardenal, cuando algunos supimos del atentado que se estaba planeando a su vida en una misa de gloria donde se le planteó que no fuera, resume su vida, dado que nos dijo que ‘por ningún motivo’ se ausentaría. ‘Si hay algo contra mí yo debo afrontarlo, porque tengo que seguir la suerte del pueblo’, nos dijo”.
“Está lo que él hizo en muchos aspectos de la vida nacional; en la política, en la economía y en la manera de ver a la feligresía, que era distinta a la que veía la mayoría de los señores cardenales antiguamente. Metió los pies en el barro en las poblaciones y se peleó con los alcaldes en plena barriada”, complementó.
“Por eso que más que un cambio en la Iglesia, lo que hubo fue que se alteraron algunos factores. Enrique Alvear y otros cuatro o cinco curas más, todos unos santos, dieron la imagen de otra iglesia, que no era la Iglesia en su totalidad, sino que un sector, porque estaba la Iglesia como institución, como diría el Papa Francisco, la que siguió con las mismas ‘macanas’ y abusos de siempre, mientras un grupo de la Iglesia se dedicó a defender a los que estaban siendo perseguidos. Fue solo un interregno”, reflexionó.
“Revivió algo que estaba dormido”
Por su parte, Los Archivos del Cardenal, en las dos temporadas que estuvo al aire, mostró el accionar que tuvo la Vicaría de la Solidaridad, estamento que lideró Silva Henríquez para velar por los derechos de los detenidos, torturados y desaparecidos durante el gobierno de la Junta Militar.
Su director, Nicolás Acuña, señalaba en una entrevista que “en Chile los presupuestos para ficción son pequeños y escasos. Y cuando hablo de calidad, quiero decir tener presupuesto relativamente acorde con la exigencia de un buen guión”.
“Llevo más de diez años haciendo series y todas han resultado porque ha tenido un importante porcentaje de apoyo del CNTV, sino sería imposible. Estaríamos haciendo otro tipo de ficción, otros temas… otra cosa”, criticó.
Los asesinatos del líder sindical Tucapel Jiménez y del profesional José Manuel Parada fueron los episodios que marcaron la serie. A tanto, que provocaron disputas públicas entre sus hijos, el diputado Tucapel Jiménez (PPD) y la dirigenta Javiera Parada (RD), con Carlos Larraín, entonces presidente de Renovación Nacional, y Alberto Cardemil, diputado del mismo partido, respecto a la veracidad de los sucesos que ahí se contaban.
Según Senén Conejeros, “el impacto de la serie fue bastante fuerte. Lo malo es que terminada la gestión del Cardenal la propia Iglesia tapó su labor. No hay que echarle la culpa a la gente que no supo ver lo que había hecho él en un determinado momento de su vida. Los pastores que vinieron después sacaron todo”.
“Entonces, cuando sale este programa se revive algo que estaba dormido y tapado, que era lo realizado por la Vicaría. Se rumoreaba, se comentaba, se publicaban cosas en pasquines que se sacaban subrepticiamente, pero no era conocido masivamente”, redondeó.
La otra Vicaría
Como dato anecdótico, Los Archivos del Cardenal se grabó en una vieja casona ubicada en el corazón del Barrio Yungay de Santiago, en la esquina de Agustinas con General Bulnes.
Su dueño es Ricardo Correa, magister en educación, quien comentó a este medio que “una persona encargada de la locación, por medio de Promocine, productora de Nicolás Acuña, iba pasando por fuera y le gustó la fachada. Y una vez adentro, él dijo que se parecía mucho a las oficinas de la Vicaría. Así que la arrendó, la arregló, la pintó y la adaptó. En suma, la rescató”.
La propiedad está declarada como de “conservación histórica” dentro de una “zona típica”. “Hubo un momento en el que muchos bienes inmuebles pasaron a rotularse como históricas. La gente se lo pedía a Monumentos Nacionales. De hecho, según la municipalidad, esta es la segunda casa clásica que existe en la ciudad. Se ha dicho que fue iglesia, que tenía caballerizas y que fue la primera casa de orates de Chile. Aún logro llegar al primer residente. La casa clásica número uno está en la calle Huérfanos”, nos indicó.
Más allá de que la imponente casona pueda convertirse en hostal, lugar de eventos o centro de capacitaciones y clases para institutos profesionales o técnicos, queda la memoria de que en este sitio quedó instalado una parte triste de la historia de Chile.