Por Mario López M.
La gran mayoría del país votó el pasado 19 de noviembre a favor de los cambios, del progresismo, lo que da cuenta que era una falacia el rechazo a las reformas que aseguraban los sectores más conservadores amparados en encuestas truchas. Más reformas, bien hechas, que apunten hacia una sociedad más igualitaria, con más justicia social y más inclusiva.
Ello también habla de lo que se juega en esta segunda vuelta este domingo, de lo que estará en veremos, cosas tan tangibles como qué hacer con la previsión, la salud, la gratuidad y calidad de la educación, los beneficios sociales a los más vulnerables y clase media, el modelo de crecimiento, la concepción cultural de los derechos de la mujer, de las minorías étnicas, sexuales, la tercera edad, etc.
Nuestro país posee una institucionalidad que ha sido capaz de mantenerse en el tiempo sin las zozobras y polarizaciones de los 70, pero está enfrentado a nuevas demandas y donde el modelo ya no da el ancho y requiere importantes transformaciones e incluso, por qué no decirlo, de un profundo cambio de paradigma. Ningún cambio no violento es inmediato, prometerlo es a lo menos populista e irresponsable. Pero negarse a los cambios es además de irresponsable, peligroso. Hoy –y probablemente nunca-, el mercado no será suficiente para satisfacer las necesidades sociales.
Allí está justamente el dilema que los chilenos deben resolver en el balotaje. Una cultura, economía y sociedad basada en la persona o en el mercado, el individuo.
La dura realidad económica
Cual sea el gobierno que asuma en 2018 se verá enfrentado a un Congreso donde no podrá imponer mayorías absolutas. Es más, probablemente ni siquiera relativas que aseguren la implementación sin cuestionamiento de las políticas que buscará implementar. Estará necesariamente conminado a negociar, a convencer, a movilizar.
Tampoco existirá una bonanza económica tal que le asegure disponer de los medios para satisfacer todas las necesidades que la sociedad demanda. Salud, previsión, educación, seguridad, lucha contra el narcotráfico, regionalización y tantas otras deberán necesariamente priorizarse. Venimos recién saliendo de un ciclo de desaceleración económica originado antes de 2014, a fines del gobierno de Piñera.
Veníamos creciendo en el orden del 5% y estamos hoy bordeando el 1.5%. Las razones son diversas, por cierto, pero la mayor obedece a un parámetro cíclico con el cobre en precios internacionales bajos como efecto rebote de la desaceleración de la economía China, nuestro principal adquirente. Lejos, de acuerdo con la ODCE y organismos internacionales, el país resistió los embates de la baja en la economía mundial con incluso una inflación controlada. En los próximos cuatro años la misma ODCE proyecta un crecimiento para nuestro país de 3%, independiente de quién gobierne.
En materia social habrá un crecimiento de demandas
La movilización por demandas insatisfechas, en contra de los abusos y por mayores y mejores derechos sociales, aparece en el horizonte como evidente. Desde luego la experiencia ha enseñado en estos años desde que se recuperara la democracia que los gobiernos progresistas han tenido un mejor manejo de la calle, con mejor diálogo que la derecha. Baste recordar las movilizaciones sociales que enfrentó Piñera, desde los estudiantes hasta los ecologistas, pasando por demandas sectoriales y locales que tuvieron tambaleando a esa administración.
Se ha avanzado en materia educacional y gratuidad, pero aún estamos lejos del óptimo. Una vuelta atrás en esta materia generaría una casi irresistible calle empoderada y demandante. Ello ha llevado al candidato derechista a morigerar su discurso, no solo por ganar votos, sino porque el remezón que sufrió el discurso que el país se caía a pedazos y que Chile no quería las reformas le significó replantear su estrategia.
De un bien de consumo pasó a ser un “derecho”, aunque le agrega la letra chica que lo caracteriza. ¿Podrá birlar incólume la demanda de una educación gratuita y de calidad? Difícil se ve.
Similar ocurrirá en materias que se sabe son insensibles para la derecha, como la protección del medioambiente. Piñera ha insistido en que “destrabará” cientos de proyectos que no cumplen los estándares de protección, entre ellos varios energéticos como Dominga.
En materia previsional, si bien ha existido una errática movilización a cargo de dirigentes con “agenda propia” más que social, la exigencia de poner fin a los abusos de las AFP se ve difícil de responder justamente por quien tiene intereses económicos en ella. Lo mismo sucede en salud y en otras áreas valóricas y culturales en que la derecha no tiene manejo social.
Lo que se juega
Si bien el crecimiento proyectado lo gozará cual sea el gobierno que asuma, no da lo mismo su administración. Se podrá decir que la de Bachelet pudo avanzar más o que fueron tibios los cambios, sin embargo nadie puede desconocer que ha llevado adelante propuestas reformistas importantes que en esta elección están en juego: una reforma tributaria que con más o menos cocina generó recursos para la educación con cargo a los más ricos, una fuerte reforma educacional que inicia el fin del lucrativo negocio educativo, una en ciernes propuesta de cambios previsionales y de salud, importantes transformaciones en favor de la mujer, como el aborto en sus tres causales, el matrimonio igualitario y otros logros evidentemente progresistas.
El propio candidato derechista ha anunciado que pondrá en marcha una retro retroexcavadora, aunque cada cierto tiempo niegue haber dicho que lo dijo. No cree ni creerá en una educación gratuita, aunque la sugiera a última hora apremiado por ganar puntos. Ha dicho que aumentará la edad para jubilar y que le dará más poder a las AFP, entregándole libremente el aporte del Estado. Ha recalcado que dará marcha atrás en el aborto, que perseguirá la inmigración como sospechosa, que no cree en las minorías étnicas ni sociales, menos sexuales.
“En las próximas elecciones está en juego si el modelo económico se adaptará a los requerimientos de los sectores más pobres y vulnerables y de los sectores medios, si se avanzará decisivamente en una mayor igualdad o si se mantendrá un sistema que favorece al 1% de la población que concentra el 32% del ingreso nacional y que se expresa en una inmensa desigualdad en la distribución del poder social, económico y político”, sostiene Eugenio Rivera Urrutia, doctor en Ciencias Económicas y Sociales por la Freie Universität de Berlín, ex presidente de la Comisión Preventiva Central Antimonopolios de Chile y consultor de Cepal, BID, FAO, Banco Mundial, PNUD e IDRC.
Más que nombres o coaliciones
Para el senador Felipe Harboe PPD, “no es solo la candidatura de Guillier la que está en juego, sino la continuidad en los avances que el país ha desarrollado por el camino de las reformas y la integración social. De lo contrario vamos a retroceder, dejando a la educación, la salud y las pensiones a lo que nos dicte el mercado”,.
“La fortaleza de nosotros sobre Piñera está en los contenidos, en las definiciones respecto de los temas valóricos. Está en las definiciones respecto de los pueblos originarios, a los temas ecológicos, está en las definiciones que para esa derecha, que está con Sebastián, son muy complejas. Finalmente, ellos son rehenes de un mundo donde el mercado es la esencia de todo. Siento que podemos transitar desde una definición donde para la izquierda todo se resolvía desde el Estado, para decir que nosotros queremos un Estado fuerte, pero queremos más libertad y más sociedad”, asegura el senador Guido Girardi.
Paradojalmente en estas elecciones no solo se disputan cuatro años de gobierno o la preponderancia de la derecha o la centroizquierda a cargo del país. Se disputa una visión del modelo de desarrollo que buscamos, el rol del trabajo, la educación, la salud, la vejez, la dignidad y también recuperar la cultura de la verdad y la transparencia.
Chile no está en condiciones de seguir soportando ministros formalizados o imputados, colusiones y conflictos de intereses, otros pacogate o milicogate, lucros en la educación, la salud, el retail o abusos de la banca y otras conductas ampliamente reprobadas. Como bien dijo la senadora Carolina Goic, Chile se juega una diferente visión de la ética en el servicio público y, en eso, ambas candidaturas no son lo mismo.
En juego el futuro del Frente Amplio
Para nadie a estas alturas es una sorpresa que el frenteamplismo jugará, aún sin jugar, un gravitante rol en estas elecciones en su segunda vuelta. Aquí no pueden existir medias tintas. Se vota por mantener lo avanzado y potenciar los cambios o por la derecha. ¿Y el voto en blanco, el nulo o no votar, acaso no son alternativas? Normalmente lo son, pero en este caso quien vota en blanco o nulo, aunque no quiera, vota por Piñera. Y mientras menos chilenos voten, más posibilidades tiene ese candidato que su minoría se transforme en mayoría.
Para algunos parece un chantaje el tener que elegir entre lo que califican como un mal mayor y un mal menor. Es más, no le encuentran mucho sentido a un simple “antipiñera” como razón para votar por Guillier.
Los que con calculadora sacan cuentas, aseguran que al 22% de Guillier debe sumarse al menos el 6 de Goic y el 5 de ME-O, además de los casi dos puntos de Navarro y Artés, lo que acercaría a 35% la fuerza de partida en el balotaje del progresismo. Entonces los votos frenteamplistas pasan a ser determinantes.
Entre estos hay tres posiciones: una que sostiene que votará sí o sí por Guillier –aparentemente muy mayoritaria-; otra que lo hará bajo condiciones –ya no queda tiempo-, y una tercera que no, porque sostienen les conviene un gobierno de derecha –los menos-.
Si bien es claro que el FA no podía de buenas a primera entregar como conglomerado su apoyo a Guillier, porque se quebraría aún antes de comenzar a institucionalizarse, saben que de no hacerlo el costo lo pagarán casi íntegro.
Para el psicólogo PUC y magíster en Pensamiento Contemporáneo de la UDP, Álvaro Sánchez Serrano, “para que Piñera no gane la inmensa mayoría del Frente Amplio debe votar por Guillier; no sólo quejarse de Piñera, votar por Guillier, porque lo otro, y todos los dirigentes del Frente Amplio lo saben clarito, es votar subrepticiamente por Piñera”.
El FA se juega su futuro en su decisión y lo sabe. El apoyo tardío puede ser dañino.
El poder del antipiñerismo
A diferencia de 2009, en que Piñera era respaldado por la misma coalición –con distinto nombre- que ahora, hoy el candidato derechista representa un rechazo cultural, que va más allá de su sola posición política.
Del divertido “metedor de patas” que había votado por el NO, pasó a ser un “peligroso” personaje como lo catalogan muchos de sus adversarios, tanto por su incontinencia que lo ha llevado a hablar de fraude electoral poniendo en juego el prestigio de Chile más allá de sus fronteras, cuanto por su cuestionado actuar durante su mandato, en que los casos de corrupción o judicializados se multiplicaron a niveles nunca antes vistos en la historia democrática del país.
Una gran cantidad de chilenos se ha motivado a ir a las urnas impulsados por su rechazo visceral a Sebastián Piñera. El mismo senador Manuel José Ossandón, muy desmemoriado en este último tiempo, advirtió a Cambio21 que de cara a la segunda vuelta, el “antipiñerismo” puede llegar a lograr un “milagro”. “El riesgo es que los otros se reorganicen en la segunda vuelta”, y derroten inapelablemente al ex mandatario.
Para el senador Girardi, Sebastián Piñera “tiene un problema personal, que es que al final él hace todo, se mete en todo y decide todo. Entonces, finalmente, monopoliza todo lo demás. Su capacidad de construir un proceso colectivo y en equipo es muy compleja. Además, creo que él ha despertado y provocado a esta sociedad que efectivamente era silenciosa (…) Una mayor conciencia de que el camino para Chile o el mejor camino para Chile no es el camino del retroceso, de la pérdida de libertades, porque finalmente cuáles son las verdaderas libertades del siglo XXI: la de decidir sobre tu vida, la autonomía propia, de poder ser parte de la sociedad y que eso no dependa del dinero”.
“Pienso que más que descalificar a Piñera, nos conviene aprovechar que hay un antipiñerismo, que es cultural, pero que es un viento de cola. Debiéramos ser más inteligentes y justamente porque hay un antipiñerismo cultural, hay una inmensa oportunidad para entusiasmar, para ofrecer un proyecto país de ideas, de futuro”, asegura.
El excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami dijo a Cambio21 luego de visitar y acompañar a Alejandro Guillier en un puerta a puerta en Colina y Huechuraba, que “el próximo domingo no da lo mismo.
No da lo mismo, porque la economía va a crecer y esa economía que va a crecer necesita de un líder que decida con sensibilidad aumentar o no el gasto social, aumentar o no la inversión en salud, aumentar o no una economía que crezca para todos y no solo para algunos. Existen dos alternativas. No hay tres ni cuatro. Una, avanzar con un hombre prudente, sensible como Alejandro Guillier, que se ha comprometido con el cambio para todos, con una economía para todos, avanzar y no retroceder, o, Sebastián Piñera, de quién ya sabemos que entiende la economía y el crecimiento para unos pocos”.