Oh I'm just counting

Maitén Montenegro, ícono cultural a Cambio21: Al salirme de la tv, “me suicidé”

En diálogo con Cambio21, la productora musical mostró su preocupación por el actual estado del arte. Teme sobre el futuro artístico del país y por lo mismo, si le tocara, haría una franja política entretenida por TV, pero sin la ambición de que ganara su candidato.

No es un gato, pero vive su cuarta vida. No trabaja en televisión, pero es un referente autorizado para hablar de ella. No reniega de Chile, pero lamenta el destino cultural que se viene para nosotros.
 
Es Maitén Montenegro, una de las fundadoras del “Jappening con Ja” y la primera “showoman” que vio nacer este país.
 
Todo lo que atesoró en sus décadas de baile, canto, actuación y producción lo enseña en su academia y fundación, con la que aspira a becar jóvenes y abrir cabezas… como si fuera tan simple en tiempos de achatamiento mental e intelectual.
 
“Medio artístico estancado”
 
- ¿Qué pasó con Maitén Montenegro en estos últimos años?
- Si hablamos de manera clara y tajante, me suicidé, porque me retiré de la televisión por decisión propia. Y como Chile maneja como código el que si no estás en la televisión no existes, entonces no me morí, me suicidé. Fue hace diez años. Si bien había sido mi forma de trabajo durante 45 años ininterrumpidamente y formé parte de la construcción de esta historia, desde el blanco y negro al digital, empezó a no entregarme las satisfacciones que quería. Entró el mundo del reality show y el mundo de las licencias compradas de proyectos que han sido exitosas. Y en mi caso, yo que era la productora creativa y artística de “Sábados Gigantes”, por lógica con un programa con tanta historia, estábamos volviendo a hacer muchas cosas que ya habíamos hecho, con un nuevo empaque y una nueva manera, porque éramos clásicos y habíamos inventado esas cosas. Y eso, en el fondo, no me estaba enamorando. Sentí que el medio no me estaba enriqueciendo y tuve que tomar una decisión: o me iba a la TV norteamericana o hacía un cambio de giro.
 
- Volvió a Chile.
- No tomé la decisión de irme a la TV gringa, porque percibí que no tenía el idioma suficiente para hacerme sentir segura de poder traspasar y defender mis ideas y conceptualizarlas muy bien en un idioma que no era exactamente el mío. Ahora, creo que fue un error. Yo debí haberme incorporado a plataformas y a maneras de televisión mucho más creativas. El problema era que me imponía otras cosas. Pero son decisiones que se toman. Y como familia definimos volver a Chile. Mis hijos estaban grandes, ocupados y viajando mucho, los de Jorge (Radic, su esposo) también. Entonces, era qué rico volver a Chile y devolver todo lo adquirido afuera en lo que me especialicé, que era el teatro musical y el espectáculo integral. A eso volvimos.
 
- Fue como una segunda vida.
- No, la cuarta. He empezado de nuevo como cuatro veces, aunque siempre en lo artístico. He tomado decisiones, como dejar el escenario en el ’88 (época de la dictadura), porque sentía que había muy pocas posibilidades de hacer exactamente lo que quería. Estaba limitado y fome el medio. Así que me dediqué a la producción completamente. Fue un cambio. Antes ocurrió cuando pasé de la música popular a ser showoman, que era algo que acá no existía, entre el ’70 y el ’80. Luego vino la idea de irnos a Estados Unidos, que fue un tremendo cambio, de vida, de todo. Y el regresar fue otro. Todos fuertes.
 
- Cambio la pregunta. ¿Cómo la ha tratado Chile en esta cuarta vida? ¿El país ha sido maltratador o amigable?
- (Ríe). Está dividido en cosas bien distintas. Si me encuentro con la gente en la calle, el recuerdo por lo que significó mi etapa como comediante en el Jappening o como productora en la Teletón y estelares como Martes 13 es fantástico. El cariño lo siento constantemente. El reconocimiento a lo que fui y he hecho internacionalmente es algo que la gente respeta mucho.
 
- ¿Cuál sería el lado B?
- La rapidez y el deseo de avanzar y enseñar han sido difíciles. Creo que Chile se estructuró demasiado. El arte se estructuró y se burocratizó demasiado. Y el vuelo, el sueño, la utopía, la exploración y la locura se quedaron congelados. Por lo mismo, siempre siento que los procesos se han demorado demasiado. O será que ya no tengo tantos años por delante (sí los tengo por detrás). Por eso quiero que las cosas se apuren. Igual veo muy estancado al medio artístico. Muy establecido, apagado, con poco mercado en la música y en la TV y nulo en cuanto a la difusión de gente nueva. El teatro y la danza están terriblemente esquematizados, es serio, comercial, etc. Se encasillan.
 
 
Cultura = Educación
 
- Todo lo estandarizado se vincula al mercado y a lo que viene listo y armado desde afuera. ¿No será que tenemos que hacer una autocrítica cultural interna antes?
- ¡Autocrítica pues! Yo no viví en Chile en los ’90, llegué en 2008, pero siento que como formo niños y jóvenes, la crianza y la formación que les dimos a ellos en la década del 2000 fue dramática y con muchas falencias. Yo les tiro las orejas a los padres. La conciencia que tiene el joven frente a la carrera, la vida y la lucha sobre cuidar lo que quiere es mediocre y pobre. Yo me considero vanguardista, lo fui siempre hasta hoy, y siento que no es un tema de edad, sino que la manera en que tú te haces necesario. Los artistas tenemos que hacernos necesarios. El arte y la cultura son muy necesarios, pero, entre comillas, porque no nos necesitan. Pero para vivir, comer, viajar y subsistir no parece ser importante. Entonces, lo que pasa es que la familia tiene que dar explicaciones sobre por qué un hijo quiere ser artista (ríe). ¡Explicaciones! Cuando es un don, un bien y una utilidad muy grande.
 
- Entonces, hubo algo en la formación y en la educación en el 2000 que dejó un vacío muy grande.
- Sí… mira, he ido a todas las charlas que me han invitado de cualquier gobierno y movimiento, porque estoy vinculada con todos. Ahora hago cosas con la fundación Providencia y antes trabajé con el gobierno de la Presidenta Bachelet. Pero cuando quise profundizar y entrar más en la cultura y el arte hubo muchas cosas establecidas.
 
- La excusa que se da desde la política es que hay urgencias en educación y salud, por lo que la cultura pasa a ser el vagón de cola.
- La cultura es educación. Van de la mano. En los colegios tendría que haber más cultura, arte, música, teatro, baile, inquietudes, pensamiento y búsqueda. Es la base de todo. Yo no digo que no haya urgencias, pero resulta que ahora es urgente hacer algo. La sensibilidad se está apagando y muriendo. Piensa tú que un artista necesita observar al mundo para poder interpretar, pero resulta que el común denominador de la gente es el teléfono celular (me gusta e incorporo la tecnología y ojalá antes hubiera tenido todo lo que existe hoy), por lo mismo ya no hay tacto. No hablo del “touch” del Smartphone, sino que del tacto con la gente, las percepciones, los aromas y las texturas. Y eso debemos tenerlo en la educación.
 
- ¿Esa fue la motivación para crear una fundación?
- Así es. Lo que pasa es que tú tienes que crear fuentes de trabajo y a la vez enamorar a la gente del arte, enamorarte, motivar o crear ilusiones respecto a que van a ser famosos y ricos en el mundo, que me gustaría saber la fórmula para venderla en frasco. Pero no la hay. En fin, me gusta enseñar, formar, sensibilizar y guiar. Pero si esto no se convierte en un mercado donde se pueda vivir de eso, estás en la mitad del camino. Por eso que la meta de la fundación es estrenar, donde el proyecto inmediato es un musical con un guión de Marco Antonio de la Parra, basado en un cuento de él, con canciones especiales, elencos nuestros y ambientado en el Chile de los ’90 con cosas que nos interpretan y nos pertenezcan.
 
- ¿Con qué complicaciones se encontró?
- Estoy haciendo en mi fundación algo a lo que me negué hace tiempo: pedir ayuda. Antes bequé por mi cuenta y de mi bolsillo, y eso que soy una mujer de trabajo. Siempre he creído en el arte, construyo y voy para adelante. Pero si alguien está dando medios, quiero que se me permita becar. Hay personas que me han respaldado, como Jorge Yarur del Museo de la Moda, con becas. Pero son muy pocos. Lo que hace la gente es descontar muchos impuestos a través de la entrega de dineros que supuestamente van a cultura, y que no siempre es cultura. Qué se hace. Busco tres nombres, hago un proyecto, doy harta plata y digo algo bonito y digo que es cultura. Pero debe ser más sólido que eso. Es la conciencia la que tiene que cambiar.
 
 
“Estamos sembrando mal”
 
- Ejercicio de ficción: uno de los ocho candidatos presidenciales le pide que se haga cargo de su franja política televisiva.
- De partida, creo que ese candidato no sería presidente (ríe). No sería capaz de manejar una cosa así. La haría muy entretenida eso sí, pero conceptualmente no serviría para nada.
 
- ¿Por qué tan crítica?
- Lo que ocurre es que los chilenos están muy poco dispuestos a escuchar y a ver. Todo está muy casseteado. Además que los estudios de mercado y las encuestas te dicen claritas las soluciones y lo que tienes que hacer. Entonces, la persona está siendo poco persona, poco él. Por eso que como profesional haría un buen espacio; balanceado, equilibrado, divertido y llamativo, pero sin tener una posición con la que quisiera hacer esa franja. Sí estaría dispuesta a participar con todo aquel que quiera hacer cosas. Hay tanto por hacer. Esto de decir que “yo lo haría mejor” y alegar que “los otros lo hacen mal” ya nos tiene tan agotados, que no se sabe quién está haciendo algo.
 
- Claro. Y ese clima de hastío o de indiferencia les preocupa a los políticos, porque las curvas de abstención están yendo a la baja. ¿Ni con una buena franja se mejora esto?
- Es que lo que tenemos que hacer por Chile en este momento hay que hacerlo para diez años más. Hay que estar dispuestos a eso, a que no importe lo que pase ahora, a que dé lo mismo que no sea tan rápido o que no funcione hoy a sabiendas que va a ser bueno después. El punto es que estamos sembrando mal y estamos construyendo de una manera inhumana, poco comprometida y poco respetuosa. Y eso me preocupa.