Por Mario López M.
Los números no acompañan a Piñera. No llega la inversión, no se crean empleos y menos mejoran las remuneraciones. El cierre de empresas y los miles de desempleados no ven la llegada de “tiempos mejores”. Las aseguradoras internacionales aumentan el riesgo país y no se ve la luz a la salida del túnel.
Se acabó la “luna de miel”, aseguran analistas. Si de aquí a final de año no mejoran las cosas, el próximo año será duro para el gobierno, advierten. Los errores en la instalación a estas alturas resultan inexplicables. Pero más inaceptables son las salidas de libreto de ministros y el propio Presidente, que muestran a la verdadera derecha.
La caída de Piñera y sus ministros ya no son producto solo de encuestas volátiles de dudosa credibilidad (si mintieron antes no tendrían porqué no hacerlo ahora), son el resultado de otros factores: una seria crisis de expectativas versus realidad en materia económica y la absoluta inconciencia del gobierno que ha soslayado que el país ha cambiado y las demandas de que dieron cuenta las reformas del gobierno pasado, llegaron para quedarse y que no será posible revertirlos vía decretos o reglamentos.
Si Piñera llegó al poder, fue porque supo crear una “realidad” de desastre económico en la administración de Bachelet, introdujo como “verdad” el “chilezuela” y luego se mostró como quien era capaz de interpretar las aspiraciones de la gente y que contaba con la capacidad de poner orden en la economía y responder a las necesidades inmediatas en materia de inversión, nuevos y mejores trabajos y además bien remunerados, pondría coto a la delincuencia “desatada” y, de paso, aplicaría normas de probidad “sacando la grasa de la administración pública” y poniendo fin al nepotismo y a los operadores políticos.
Dichos y hechos
Si bien no era buena señal que su propio Ministro del Interior, Andrés Chadwick, fuera su primo, al menos había que reconocer que el personaje en cuestión tenía una trayectoria propia -desde la dictadura a la que defendió- hasta la vuelta a la democracia, por lo que podría ser entendida su integración. Lo que no podía pasar bajo manera alguna, es que los hijos del ministro -uno incluso sin título profesional- y hasta la nuera, llegaran a La Moneda y que además una centena de familiares de políticos de derecha se apitutaran en cargos públicos, solo por el hecho de ser “familiares de”. El nombramiento fallido del hermano del Presidente como embajador en Argentina, retrata de cuerpo entero este mal, el nepotismo.
De una razia contra funcionarios públicos que se desató en contra de trabajadores de carrera con cientos de despidos injustificados -como los mismos tribunales han reconocido- y no operadores políticos, como denunciaba Piñera, se pasó a la lucha entre los propios partidarios de la coalición de gobierno. Bío Bío, Antofagasta y Magallanes, entre otras, han mostrado luchas por cargos que han sido trasladada a los medios de comunicación ante la sorpresa de la ciudadanía que solo aprecia apetitos de poder que se había prometido erradicar.
De la probidad, nada: nombramiento de funcionarios en seremías y otros cargos públicos que mantenían juicios pendientes o no cumplían con los requisitos legales para su designación y otra serie de renuncias que llegaron hasta subsecretarías. Aún hay cargos pendientes de designar.
Fobia al gobierno anterior
Como la instalación ha sido prácticamente un fracaso, el gobierno consciente que no tenía peso legislativo (ni proyectos que enviar ni mayoría en ninguna de las dos cámaras), optó por actuar vía decretos y reglamentos, tratando por esa vía de desarmar la obra reformista del gobierno de Michelle Bachelet. La excusa era poner “orden” en reformas mal estructuradas pero que en realidad lo que pretendían era revertirlas, como aconteció en el caso del aborto en sus tres causales y otras, que la Contraloría vetó por ser ilegal cambiar una ley vía reglamento.
Basaba su apuesta en dos pilares: desarmaría la feble unidad de la oposición mediante amarres prelegislativos con la creación de comisiones a las que invitaría a dedo a parlamentarios opositores y con eso llegaría con leyes “cocinadas” que le permitirían que fueran aprobadas a pesar de ser minoría en el parlamento y el segundo pilar en que descansaba, era la “popularidad de Piñera”, que había aumentado de un 54,57% al 60% el primer mes -según las mentadas encuestas-, lo que aseguraba una especie de veranito de San Juan o luna de miel que le permitiría hacer y deshacer sin mayor oposición.
Para el rector de la U. Adolfo Ibáñez, Harald Beyer, “en los gobiernos presidenciales, sobre todo cuando no tienen mayoría en el Congreso, la única manera de que sean relativamente exitosos es que los presidentes sean populares (…) si el Presidente se vuelve impopular, sus posibilidades de éxito son acotadas”. Ello explica por qué en los dos primeros meses lograron “controlar” a Piñera en sus salidas de madre para presentarlo como más maduro y un estadista. Poco duró el intento porque quien nace chicharra… reza el dicho, morirá cantando y Piñera, más temprano que tarde salió con sus domingos siete que desnudan al “dueño del país” que se siente y no al Presidente que debiera ser. El corte de pelo a la Intendenta, lo retrata de cuerpo entero.
Ya no bastan las críticas al gobierno anterior. Incluso una editorial de El Mercurio pontificó: “Más que seguir insistiendo en la débil gestión anterior, la autoridad debe colocar en la agenda los temas de futuro que generen un cambio de dirección”.
Popularidad de cartón
Pues bien, el presagio de Beyer parecía no tan desacertado y ello se está viendo en la brusca caída que todas las encuestadoras reflejan, incluso las más “gobiernistas”. Cae la popularidad de Piñera, en parte por sus hechos en parte arrastrado por los desaciertos de sus ministros de decir lo que piensan, incapaces de sintonizar con la gente y los cambios en la percepción de los derechos sociales que ya es parte inamovible de nuestra realidad país.
La primera señal de Piñera al asumir, fue el golpe de timón en Carabineros. Aprobación general que por inaceptables hechos no se produjo en el gobierno anterior. Sin embargo ese “poder” asociado a “autoridad” se rompió abruptamente cuando quiso minimizar los dichos y hechos de sus ministros que denotaban graves visiones de desigualdad social y menosprecio por los más vulnerables, como el financiamiento con fondos del Estado de una fiesta para egresados en Estados Unidos del ministro Larraín, o los “bingos” de Varela para solucionar dramas de pobreza en escuelas públicas de cargo del Estado o las invitaciones a inversionistas nacionales y extranjeros a sacar sus dineros de Chile por seguridad, de Valente. Allí Piñera trató de minimizarlos y los llamó “pequeñas anécdotas”.
Para el columnista mercurial Francisco Javier Covarrubias, “No hay que olvidar que hasta hace poco hablábamos de la molestia social, de los abusos y del cambio de modelo. Y si todo eso quedó atrás, fue gracias a los problemas de Bachelet y a la percepción de que Piñera podía arreglar el panorama. Así, la cuidada instalación, los llamados a la unidad, las comisiones transversales y la figura de Aylwin desaparecen cuando se confirman las desconfianzas de que la derecha no tiene sensibilidad social. Por eso es que Piñera perdió la oportunidad de no dejar pasar algo tan grave y ratificar su eje de gobierno. Pero equivocadamente prefirió esperar”.
Las expectativas incumplidas
Pero la promesa que más cautivó a muchos, fue la oferta de la creación de empleos de calidad y con mejores salarios. Eso requería ciertamente recuperar la confianza de los inversionistas, dijo Piñera una y mil veces en campaña y él, naturalmente, era el adecuado para hacerlo. Van casi cinco meses y las señales internacionales muestran que las inversiones no solo no han llegado, sino que la clasificación país en aseguradoras internacionales está a la baja, amen de una bolsa que no repunta. Los mercados, como dijo el presidente del Consejo Minero, Jorge Gómez, quieren saber qué tan fiables somos.
Consecuencia de ello es que los empleos no solo no aparecen ni menos se mejoran los ingresos, por el contrario, cientos de empresas han quebrado, miles de trabajadores y sus familias han quedado sin sus fuentes de ingresos y las ofertas para los que aún los conservan -aumentar $7.500 el ingreso mínimo, parece muy lejos de lo que es la expectativa no solo de las organizaciones sindicales o los partidos de oposición, aparecen lejos de las expectativas de la clase media y los más pobres y eso se ha reflejado en la baja de Piñera y sus adláteres ministros.
Parece claro a estas alturas que las cosas no van saliendo como se planearon por el gobierno (si es que se planearon y no fue otra campaña comunicacional). Y las cifras internacionales no suman, efectivamente. Aunque el ministro de Hacienda Larraín miró de reojo la “guerra comercial USA/China/Europa y dijo que no nos tocaría, ahora ha debido reconocer que se equivocó y sí amenaza nuestra feble economía. También se equivocó cuando dijo que el déficit fiscal era culpa del gobierno anterior, lo que fue desmentido por partida doble, Moody’s, la clasificadora internacional y su par Fitch y Standard & Poor’s: “El deterioro lo empezamos a observar desde 2010 y fue gradual, pero constante y persistente”, o sea, comenzó con la primera administración de Piñera.
Las cifras no mienten
Piñera ha dicho que la inversión extranjera ha aumentado en un 665% durante esta administración, pero la gente se pregunta dónde está, porque a ellos no les llega, incluso el desempleo saltó al 7,2%, según el INE que mostró peores resultados del trimestre, doblando al mismo periodo del gobierno anterior y es más, en sectores como Bío Bío, el promedio llegó a 7,9% donde el desempleo femenino llegó al 8,9%. Si se suma el aumento que se ofrece al salario mínimo es paupérrimo, muy lejos de esa bonanza de que se habla. El cierre de empresas como Iansa y los despidos masivos en empresas mineras u otras como Maersk o Suazo han impactado en la percepción de crecimiento que pretende instalar el gobierno.
Otro golpe venía en camino y no era de la oposición, ausente hasta ahora. El informe trimestral del Banco Central alertó sobre la lentitud de la inversión, el bajo desempeño de los negocios, la lenta actividad en venta de bienes y servicios de consumo y el estancamiento del empleo, donde no hay voluntad de invertir ni contratar, por ahora.
Los “tiempos mejores” presumían de una economía expandiéndose sobre el 4%, que se acabaría el despilfarro fiscal, prometieron la revisión de 23 programas sociales y recorte de gastos ineficientes. Es más, prometieron en un plazo de cuatro años crear sobre 600 mil puestos nuevos de trabajo bien remunerados. De la esperanza al bajón, no pasaron tres meses.
“Se ha crecido más pero no es suficiente para activar el empleo. Ese va a ser el tema de fondo en los próximos meses e incidirá en el respaldo. Cuando sales electo, gran parte del apoyo es ‘prestado’, no incondicional. Y lo que viene va a estar muy relacionado con lo económico”, dijo Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, quien no visualiza en adelante una caída sistemática de la aprobación del gobierno.
Se acaba la línea de crédito
No está demás recordar que Piñera triunfó con un cómodo 54,57%, pero donde votó un escuálido 49% del padrón electoral. Luego los números no le acompañan como para tener mucho tiempo para implementar medidas que hoy suenan más a populismo que a realidades. Bettina Horts, economista del Instituto Libertad y Desarrollo, de derecha, señala que “Si a fin de año las cifras económicas no acompañan al discurso que se instaló en la campaña y en las expectativas, si no existen señales claras de recuperación importante del empleo, de los salarios y de las inversiones, el segundo año será difícil. Ahora es clave la capacidad política del gobierno para manejar expectativas”.
“Los chilenos quieren trabajar, mantener a sus familias, cubrir las necesidades básicas y, sin duda, crear empleo es clave para evaluar la efectividad del Gobierno”, dice Horts, muy clara de que el camino es largo, no la cosa “fácil de entregar, como el Bono Marzo”. La gente tiene paciencia, pero no se puede abusar de eso. El gobierno ha respondido con populismo frente a las demandas ciudadanas. Movimiento de las feministas y Piñera se declara feminista acérrimo, aunque diez minutos después hace gala de un machismo trasnochado. Cierran empresas y promete ayuda a los miles de trabajadores despedidos, como sucedió en el Maule, pero eso no cuadra en los números.
Prometió acabar con la delincuencia y movilizó un impactante desplazamiento de carabineros en todo el país, pero la sensación y violencia en los asaltos y robos aumentan. También en La Araucanía, el agro y otras áreas de la economía ya han empezado a exigir se les cumplan las promesas de campaña. La derecha económica enfrentada a la llamada derecha social en el gobierno se siente defraudada. No le han bajado los impuestos a las empresas, no se han desmovilizado las reformas laborales, el reemplazo en las huelgas, etcétera. Eso les importa a los empresarios que estaban convencidos que les iban a cumplir apenas asumido el gobierno.
Para Benjamín Sáez, de la Fundación Sol, Chile “seguirá teniendo el segundo mayor PIB per cápita de la Región, pero con grandes contrastes y con un salario mínimo ($276 mil) que no alcanza para las necesidades mínimas de la pobreza. Y con un 70% de los trabajadores ganando $550 mil”. Ni hablar de jubilados.