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Ni valentía ni hombría, menos honor: Qué hay detrás del homenaje en la Escuela Militar a Krassnoff

Foto: Krassnoff detenido

Por Mario López M.

Lo sucedido en el principal cuartel del Ejército no es un hecho aislado. Tampoco termina con separar del cargo a uno y dar de baja a otro, sobre todo cuando con ello se resta a la autoridad civil la facultad de decidir.

Asesinatos, secuestros, torturas, violaciones y otros delitos le imputan sus propios hombres. Incluso lo acusaron de robos a los presos. “Fui solo un analista”, ha dicho en tribunales.

Un homenaje en plena democracia a un genocida, en recintos de las FFAA y con jefaturas militares informadas de qué acontecería y algunas presentes, parece inconcebible en cualquier país serio. Pero es aún más inconcebible el que no sea el único gesto en tal sentido en el último tiempo y que hasta el momento todo pareciera ser “normal” o solo un exabrupto individual.

Los otros homenajes

El propio Miguel Krassnoff Martchenko ya había sido objeto de otras “deferencias” anteriores en vigencia de esta democracia. En 2013, al ser trasladados los criminales desde el penal Cordillera a Punta Peuco, entre los cuales se encontraba él, la televisión difundió imágenes del trato casi servil para un criminal por parte de los gendarmes a cargo de su custodia.

Dos años antes de aquello, el entonces alcalde de Providencia, Cristián Labbé, prestó espacios municipales para rendirle un tributo al mismo Krassnoff Martchenko con motivo del lanzamiento de uno de sus libros.

Sin ir más lejos, en dependencias de locales de las FFAA aún se mantienen retratos, estatuas y salas con las imágenes o se han bautizado con los nombres de figuras de la dictadura. Augusto Pinochet es homenajeado al mantenerse una plaza con su nombre al interior de una población militar en Linares. El almirante José Toribio Merino hasta hoy mantiene una estatua que le rinde honores en dependencias de la Armada. Si hasta el propio Manuel Contreras posee retratos destacados entre los “héroes” del Ejército en locales militares.

El negacionismo revive en Chile

Parecía que el terror que sembró la dictadura en nuestro país dejaría atrás las aventuras golpistas, militaristas o fascistas. Sectores sociales prácticamente exterminados, nuestra economía depredada, una sociedad aplastada por el terror por 17 años, optó por la democracia, no solo como forma de gobierno, sino como una manera racional de entendernos. En Chile recuperar la democracia no fue fácil, incluso ya adentrados en ella las FFAA siguieron manteniendo importantes cuotas de poder e impunidad.

Sin embargo, una serie de acontecimientos y conductas le generaron una fuerte minusvalía. Líderes y organizaciones de casi todo el espectro político se vieron permeados por el dinero fácil. El sistema electoral transformó la disputa por el poder entre proyecto distintos en una lucha entre compañeros de lista; el tratar de diferenciarse generó alejarse.  El negacionismo hizo el resto. Eso generó el renacimiento, si es que alguna vez se fue, de focos ultristas.

Así se fueron destapando poco a poco los Urrutia, los Rosauro Martínez, los Labbé, los Moreira y más tarde los José Antonio Kast. El nombramiento como secretario de Estado y nada menos que de las Culturas, de Mauricio Rojas, es solo una muestra de cómo importantes castas dominantes durante la dictadura están aún enquistadas en democracia y siguen moviendo los hilos del quehacer nacional. Varios ministros, conspicuos señores parlamentarios y funcionarios gubernamentales fueron los “cómplices pasivos” (o no tan pasivos) de la dictadura.

Mire usted. El director de la Escuela Militar era -hasta su reciente destitución-, el coronel Germán Villarroel, hijo del general (r) Rafael Villarroel, ex vice comandante en jefe del Ejército nombrado por Pinochet y hermano del procesado por fraude al fisco teniente coronel Rafael Villarroel. Es presidente de Fundación Chile Mi Patria, entidad que se ha dedicado a defender a la dictadura, a Pinochet y a los detenidos en Punta Peuco.

¿“Nunca más?”

Cuando el general (r) Emilio Cheyre pronunció el recordado discurso del “Nunca más”, parecía mostrar a un Ejército reconciliado con su pueblo. Un comandante en jefe de la rama de Pinochet que reconocía las barbaries y se comprometía con nunca volver a cometerlas, parecía un bálsamo que, aunque no pusiera fin a los temas pendientes de la dictadura, al menos era un gran avance. Pero resultó tan falso como la entrega del destino de los detenidos desaparecidos a la Comisión de Verdad y Reconciliación.

Así como aparecieron varios asesinados que, supuestamente se informó que habían sido arrojados al mar, en dependencias militares, así de falso fue el “Nunca más”. Cheyre terminó salpicado por graves casos de violaciones a los DDHH que le tocan personalmente y el Ejército infectado por corrupción en sus más altas esferas que se extendieron en plena democracia.

Los pactos de silencio jamás se rompieron, hasta hoy. Hubo destrucción de evidencia, archivos que podían dar cuenta del destino de los detenidos desaparecidos, el crimen de Eduardo Frei Montalva o más casos de corrupción, parte o distintos del “milicogate”, por ejemplo. Casos que tras la dictadura también se dieron en las otras ramas de las FFAA y de Orden, como el “caso Fragatas” o el “caso Mirage” o el “Pacogate”, para citar algunos. 

No dan puntada sin hilo

El acto ocurrido en la Escuela Militar el 6 de octubre y dado a conocer una semana después por un indesmentible video, no es un hecho aislado en que un hijo rinde homenaje a su padre, convencido -démosle el beneficio de la duda- de su inocencia o seguro que actuó según  sus convicciones.

Pero no pequemos de inocentes. Una serie de hechos confluyeron para que, en el más importante campo castrense, la Escuela Militar, se diera el acto de homenaje a genocidas. Se le trata de bajar el perfil, señalando que fue el homenaje de un hijo triste por la suerte de su padre.

Dos alcances: Uno, si usted ha sido condenado por un delito, cualquiera sea este, sus hijos no podrán entrar a las FFAA y de Orden. Así de claro. ¿Qué hacen allí muchos hijos de criminales condenados por delitos de lesa humanidad, incluso muchos de ellos en la cárcel, como Krassnoff?

Un segundo tema es que no fue el acto unitario del hijo solamente. Remitámonos a sus propias palabras: “Quiero agradecerles profundamente el cariño, la lealtad y la hombría que han tenido el señor director de la escuela (…) y con la aprobación de todos ustedes, de poder acordarse de los soldados, que no todos se acuerdan”, sostuvo en su discurso Miguel Krassnoff Bassa, el hijo.

Que se haya destituido al director de la Escuela, conocedor de lo que allí sucedería y dado de baja al hijo de Krassnoff, mitiga lo sucedido, pero no soluciona el grave problema de obediencia del poder militar al civil.

Un hecho no puede pasar inadvertido. Unos días antes, el propio Krassnoff Martchenko hizo llegar una carta dirigida al comandante en jefe del Ejército, general Ricardo Martínez Menanteau, en la que pedía (exigía, para ser exactos) el apoyo institucional del Ejército, so pena de considerarse “traidores” por haber abandonado a sus hombres “a manos del enemigo”.

¿Acto corporativo?

El alcalde de Valparaíso, el frenteamplista Jorge Sharp, puso el dedo en la llaga: "El homenaje a Krassnoff refleja un problema profundo: a los militares del siglo XXI los siguen formando diciéndoles que el 73 fueron “los salvadores de la patria” y que luego “combatieron un enemigo interno en una guerra interna” ¡eso no se resuelve con dar de baja a un oficial!", dijo. No solo los forman en esa lógica, sino que también por la famosa escuela de Las Américas, que ahora se llama “Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad”.

 “Homenajes como el realizado al condenado Krassnoff en la Escuela Militar no sólo resultan inaceptables, sino que ponen en duda la real voluntad de las FFAA de avanzar en una cultura de respeto irrestricto a los DDHH”, dijo al respecto el senador Alejandro Guillier.

El Ejército, sin esperar que el ministro Espina dispusiese de los antecedentes, resolvió sus propias medidas disciplinarias. Destituyó al director de la escuela y dio de baja al hijo de Krassnoff, quien ya había solicitado acogerse a retiro con antelación. Y eso sería todo. Le cerró las puertas al ministro y al poder civil para resolver lo qué correspondía en derecho. En otras palabras, “este es mi fundo y aquí mando yo”.

Para el senador socialista Juan Pablo Letelier, “la decisión de separar al director de la Escuela Militar, así como al hijo de Krassnoff de sus cargos, es una decisión correcta, acertada y de subordinación del poder militar al poder civil, pero por sobre todo un recordatorio claro de que las FFAA son instituciones no deliberantes y no deben involucrarse ni en la coyuntura ni en la contingencia política, en ningún caso o circunstancia”, dijo a Cambio21.   

El valiente soldado

Uno de los calificativos que entregó en su alocución el hijo de Krassnoff fue que se trataba de “soldados valientes, hombres de honor”, como su padre. Desde luego, decenas de sentencias y condenas, cientos de declaraciones judiciales, demuestran que esos calificativos le quedan grande a todos, especialmente a él. En todas las causas en que ha comparecido ha negado haber matado opositores a la dictadura. Menos haber torturado o vejado a presos bajo su poder.

“Fui un analista”, ha dicho, el que solo se limitaba a procesar la información que los detenidos entregaban “voluntariamente”. En careos sus propios hombres han acreditado que ello es una mentira, de muy poca valentía y sin ningún honor. Más de 600 años de cárcel lo desmienten. 

Krassnoff participó como teniente en el asalto a la casa presidencial de Tomás Moro el 11 de septiembre de 1973 y luego estuvo a cargo de los prisioneros de mayor rango recluidos en la Escuela Militar. Allí fue contactado por el entonces coronel Manuel Contreras Sepúlveda para que se incorporara como instructor, en las Rocas de Santo Domingo, del personal que se estaba reclutando para la naciente Dina. Los instructores, entre ellos Krassnoff y Labbé, quedaron al mando del comandante César Manríquez.

Ya en la Dina fue destinado al cuartel secreto de calle Londres 38, en pleno centro de Santiago, a cargo del mayor Marcelo Moren Brito. Ahí comandaba la Brigada Halcón, equipo integrado, entre otros, por Osvaldo Romo, Basclay Zapata, Italo Pino, el “Negro Paz”, el “Cara de Santo” y “El Muñeca”.

Numerosos testimonios entregados en los tribunales de justicia, en la Comisión de Verdad y Reconciliación y en la Comisión Valech apuntan a Krassnoff como uno de los principales responsables de las torturas, muertes y desapariciones ocurridas en ese centro de detención, en el recinto secreto de José Domingo Cañas -denominado “Cuartel Ollagüe”- y en Villa Grimaldi.

Sus hombres lo delatan

Los acusadores de Krassnoff no han sido solo las víctimas sobrevivientes o sus familiares, sino también los ex agentes bajo su mando. Basclay Zapata, por ejemplo, fue careado con él el 12 de mayo de 2004. Allí afirmó que si participó en detenciones fue porque se lo ordenó Krassnoff. Pidió al brigadier que asumiera sus responsabilidades. También afirmó que los detenidos que condujo a Londres 38 eran puestos a su disposición como jefe de los grupos. Agregó que también llevó gente detenida a Villa Grimaldi y a José Domingo Cañas, todo ello porque se lo ordenó el alto uniformado.

También exoficiales de la Dina como Ricardo Laurence, y colaboradores como Osvaldo Romo lo sindicaron como responsable de los crímenes por los que ha sido condenado, entre ellos los de Lumi Videla, Sergio Pérez, Manuel Cortez Joo, César Negrete Peña, Marta Neira, Alfredo Rojas Castañeda, Jacqueline Droully, Jaime Vásquez Sáenz, Juan Molina Mogollones, Alejandro Ávalos Davidson, René Acuña Reyes, Hugo Ríos Videla, Martín Elgueta Pinto, Agustín Martínez Meza, Luis Palominos Rojas, Antonio Llidó, Luis San Martín Vergara, Muriel Dockendorff y Newton Morales Saavedra, entre otros.

Marcia Merino, la “flaca Alejandra”, relató que en José Domingo Cañas Miguel Krassnoff la torturó, obligándola a “colaborar”. Agregó que en esa casa la última dependencia era la oficina del brigadier. La pieza de torturas estaba frente a ella.

Quizás uno de los peores crímenes que cometió, por su ferocidad -junto al de Lumi Videla-, fue el de Diana Arón, una estudiante de periodismo, hija de judíos. Fue detenida en 1974 en la avenida Ossa, en La Reina. La joven, embarazada, fue internada en el Hospital Militar, para recuperarse de heridas a bala. Krassnoff la sacó de allí para torturarla.

Osvaldo Romo, antes de morir, afirmó que Diana fue ultimada por el entonces capitán “cuando ya no podía sacarle ninguna declaración. Cuando torturábamos a Diana Arón, fui brutalmente apartado de mi trabajo y empujado violentamente por mi capitán Krassnoff que, completamente fuera de sí, gritaba: ¡A mí no me vas a engañar y aunque tenga que matarte, me dirás la verdad, perra puta!, dirigiéndose a Diana. Krassnoff la agredió con tal brutalidad que le produjo una hemorragia… Lo que más me impactó fue que Krassnoff salió de la sala de torturas con las manos ensangrentadas gritando: Además de marxista, la concha de su madre es judía… Hay que matarla”.

Otras declaraciones judiciales dan cuenta de otras no tan honorables conductas: Juan Urbina Cáceres, ex funcionario de Investigaciones adscrito a la Dina, confesó judicialmente: “Yo me daba cuenta que la principal preocupación de los jefes de los grupos operativos, tales como Krassnoff y Moren Brito, no era desarticular al MIR ni emprender acciones patrióticas para salvar a los chilenos, sino que obtener utilidades de los operativos, apropiándose de las remesas que en dólares recibía la gente del MIR del extranjero, que sumaban grandes cantidades”.