La periodista María Olivia Mönckeberg escanea hasta el detalle el origen del modelo político y económico ideado por el gremialismo e impuesto a la fuerza por la dictadura y que sigue vigente en el país. Por Francisco Castillo
Nuevo libro deja al descubierto el tortuoso laberinto de la UDI
Aunque haya sufrido un traspié en las recientes elecciones parlamentarias, no se puede ignorar el rol que juega la UDI en la política chilena actual. Hace 50 años, cuando la derecha tradicional estaba en el suelo, tras verse obligada a votar por Frei Montalva, en los pasillos de la escuela de Derecho de la UC empezaba a gestarse un movimiento de derecha conservadora encabezado por el joven estudiante Jaime Guzmán. Lo llamaron “gremialismo”, para ocultar su tendencia política.
Una alianza perfecta
Coincidió su aparición con la llegada a Economía de la UC de los Chicago boys encabezados por Sergio de Castro. Ellos traían bajo el brazo desde Estados Unidos el modelo neoliberal. Se unieron a los de Derecho y presentaron, en 1969, un audaz programa de cambios políticos y económicos al comando de Jorge Alessandri, que preparaba su candidatura para enfrentar a Salvador Allende y Radomiro Tomic en las elecciones de 1970. . Eran las bases de un movimiento refundacional, nacía una “nueva derecha”. Con ceguera inaudita, los empresarios derechistas los echaron con viento fresco del comando. Tres años después, los militares golpistas hicieron suyo este proyecto ¡que sigue vigente!
Éste había ido a parar al cajón de las ideas frustradas. Pero triunfa Allende y la derecha empieza a complotar. En los círculos más conservadores de la UC, más o menos en el segundo año de la UP, se enteran que la Marina no se decidía a dar un golpe porque no sabían qué hacer al llegar a La Moneda. Pero sí lo sabían Guzmán y De Castro. En lo institucional y en lo económico. Hubo contactos que condujeron a reactivar –antes del golpe- las propuestas. Los Chicago boys bautizaron el suyo como “El Ladrillo”. Tenía 160 páginas.
Apenas se produce el golpe, Sergio de Castro se convierte en asesor, primero, y ministro del área económica después, de la dictadura. Jaime Guzmán, por su parte, fue una suerte de ministro sin cartera, asesor en temas de diseño constitucional. Su idea era “refundar la república” en un sentido portaliano.
Amparados por la fuerza
“Guzmán y De Castro tuvieron el campo libre para llevar a cabo sus planes, y lo hicieron, alcanzando un poder inmenso amparados por la fuerza”, dice María Olivia Mönckeberg a Cambio21, resumiendo lo que fue la irrupción del gremialismo transformado en UDI y cómo y por qué alcanzó la importancia que hoy tiene, tema que presenta en su libro “El poder de la UDI. 50 años de gremialismo en Chile”.
La directora del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile y premio nacional de Periodismo acaba de publicar esta décima investigación sobre las “intimidades del poder”, como le gusta definir su trabajo de escritora. En esta nueva obra relata dramáticos sucesos y desconocidas situaciones del partido que sacó del fondo del pozo a la derecha política tradicional, aliándose con la dictadura militar.
Este trabajo de Mônckeberg asombra por la enorme cantidad de personajes (619) que se mencionan en sus 377 páginas, muchísimos de los cuales fueron protagonistas o testigos directos de los hechos políticos más relevantes de los últimos cinco decenios.
La lista la encabezan, curiosamente, dos periodistas: Andrés Aburto, jefe de Informaciones del desaparecido El Diario Ilustrado, y Lili Zúñiga, defenestrada jefa de Prensa de la UDI, quien entregó a la Justicia información sobre el fraude al Fisco en el caso Penta, que ha tenido a altos personeros de ,la actual dirigencia UDI en la mira de la justicia .
El listado de personajes lo encabeza, con 200 menciones, el protagonista Jaime Guzmán. Le siguen Pinochet (92), Sebastián Piñera (45), Sergio de Castro (34), Jovino Novoa (33), Hernán Büchi (33), Salvador Allende (31) y Sergio Fernández (30).
¿Quién lo mató?
Sin duda, es Guzmán el principal protagonista en la historia de la UDI. Para sus seguidores, la figura del senador adquirió dimensiones descomunales por su abrupta desaparición, asesinado por un comando del FPMR en 1991.
-¿Fue un error del Frente matar a Jaime Guzmán?
-Sea quien haya sido el autor de este crimen, no solo cometió un acto deleznable sino también un tremendo error político, porque lo transformaron en un mártir cuya muerte contribuyó a fortalecer a la UDI. Respecto de quién fue el criminal, hay una carta de la hermana de Jaime, la periodista Rosario Guzmán Errázuriz, donde revela fundadas sospechas. Según Rosario, Pinochet le habría dicho a su madre que supo antes del atentado, pero que no alcanzó a protegerlo. Pienso que si fue el Frente, perfectamente pudo haber estado infiltrado por los servicios secretos de la dictadura, porque, ¿cómo lo sabía Pinochet?. Aquí hay una situación muy oscura, que alguien debiera investigar.
-¿Terminó Guzmán sobrepasado por Manuel Contreras en el tema violación de derechos humanos a los opositores?
-Francamente, debo decir que si bien hubo cierta rivalidad entre ambos, no fue por el tema derechos humanos, sino por el grado de influencia en Pinochet que ambos se disputaban. Cierto que hubo situaciones que a Guzmán le preocuparon, pero él nunca fue un “portavoz” en la denuncia de los abusos. No me parece que a Jaime le preocupara demasiado el tema, ni siquiera a mediados de los 70 y comienzos de los 80, los años más duros de la represión. Él debió saber lo que estaba pasando, pero aparentemente consideró que ese era el costo de instalación del modelo. Lo que digo es una interpretación de lo mucho que he leído al respecto.
-¿Qué hizo Guzmán para convencer a Pinochet de que debía someterse a plebiscito en 1988? Fue como cavar su propia tumba…
-La verdad es que ese fue un logro de la dupla Jaime Guzmán-Sergio Fernández, que estaban convencidos que ganaba el Sí. El que fuera ministro del Interior tuvo también gran influencia en Pinochet. Además, como contribuyó en parte a la redacción de la Constitución del 80 donde se estipulaba llamar a plebiscito, se entiende su interés en llevarlo a cabo.
“Es interesante el caso de Fernández, porque no perteneció al grupo de gremialistas de la UC; estudió Derecho en la U. de Chile y procedía de una familia de clase media magallánica, cuyos ancestros llegaron de España a Chile huyendo de la dictadura de Franco. El jefe de la familia Fernández empezó con un kiosco de diarios en la plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas, después adquirió una librería, los hijos adquirieron pequeñas estancias, Sergio se vino a Santiago, conoció a Miguel Kast, éste le echó una mano para llegar a ser Contralor General de la República, como tal validó la “consulta” de Pinochet del 79, fue “recompensado” con el ministerio del Trabajo y después pasó a Interior”.
Mal de origen
Que Pinochet, impulsado Guzmán y Fernández, haya cavado su propia tumba al aceptar el plebiscito, significó el fin de la dictadura, pero no del legado de la UDI que le dio sustento institucional y económico.
“Sin embargo, este legado tiene un mal de origen: fue impuesto por la fuerza”, dice Mönckeberg, “Ni la Constitución del 80 ni el libre mercado habrían sido posibles con sindicatos, con prensa libre, con un poder judicial independiente, con organizaciones sociales activas. La única posibilidad era un apoyo como el que se produjo: el golpe militar.
“Lo que quería Guzmán era refundar la república, la quería basada en pautas portalianas, es decir más autoritaria, en extremo presidencialista, todo el poder instalado en la figura del jefe del poder Ejecutivo. Le daba también poder a los municipios, disminuyendo el rol legislativo. Esto demuestra que Guzmán desconfiaba de la democracia a secas. La quería ‘protegida’”.
Cajas de Pandora
“El poder de la UDI” es el décimo libro de María Olivia Mönckeberg. Toda su obra de investigación periodística ha estado enfocada en los abusos del poder, en todas sus expresiones. Ahí están el saqueo de los grupos económicos; el negocio de las universidades; el imperio del Opus Dei; los casos Penta y Soquimich; Karadima, el señor de los infiernos, los magnates de la prensa.
-Parece ser que abrir las “cajas de Pandora” es su objetivo como investigadora.
-Más que eso, me interesan todos los temas vinculados al poder, que van desde la avaricia al abuso sexual. Mi interés por estos temas comenzó en tiempos de dictadura, cuando en las revistas Ercilla, primero, y luego en Hoy y Análisis, después en el diario La Época, fui viendo cuán inseparables eran los temas políticos y económicos, cómo se tejen las redes de influencia, me fui introduciendo en ese mundo del poder, y descubrí situaciones anómalas que era necesario poner al descubierto.
También le interesó, señala, el poder religioso que se desvió al abuso sexual por parte de un influyente sacerdote como lo fue Fernando Karadima. “Recibí testimonios terribles, conmovedores, descubrí cosas que jamás me habría imaginado que podrían ocurrir”. Le decepcionó la actitud de la jerarquía católica, para la cual los abusos de Karadima no merecieron reproches públicos contundentes.
-En los años 60, la derecha chilena estaba en ruinas y el gremialismo fue su tabla de salvación. ¿Hoy el Frente Amplio es el “salvador” de la centroizquierda?
-De veras no veo al Frente Amplio como “tabla de salvación” de la centroizquierda. Pienso que ellos son algo distinto, que nacieron a partir del movimiento social especialmente universitario del 2011 y que, después de la sorpresa que están dando hoy, surgen como algo diferente, con mucha mística, y eso se refleja en las palabras de Beatriz Sánchez.
“Están planteando cambios en diferentes ámbitos y han llegado al Congreso con muchas caras nuevas, lo que en sí implica una renovación muy importante”.