Por Mario López M.
Fue el primero, en el 2015, en instar por escrito al obispo de Osorno, Juan Barros, a dar un paso al costado: “Yo renunciaría”, le dijo. Hoy sostiene con claridad que “si lo dije antes, sigo diciéndolo ahora”.
“Aún no conocemos la real magnitud del daño cometido. Es necesario ayudar a las víctimas a que hagan las denuncias”, añade.
Huelga una presentación más allá de decir que se trata de una de las voces más autorizadas en la materia de prevención de abusos por parte del clero, entidad que él personalmente preside. Mons. Juan Luis Ysern, Obispo emérito de Ancud, Premio Nacional por su trayectoria en la Defensa de los Derechos Humanos y cuyo testimonio en obras sobrepasarían la extensión de la entrevista.
En entrevista con Cambio21 se explaya más allá del caso Barros, para referirse también a los abusos cometidos por el clero.
- Se han conocido cerca de 80 casos de abusos documentados por parte de integrantes del clero, la mayoría referido a niños. Ello denota una dolorosa realidad. ¿Para un pastor como usted, qué le dicen estos hechos?
En primer lugar, mucho dolor por el enorme daño causado a las víctimas, tanto por las heridas producidas, como también por la frustración y desconcierto al recibir daño de quien se le consideraba comprometido para hacer el bien a todos, especialmente los más vulnerables.
Y en segundo lugar, también mucho dolor con vergüenza al ser causado por algún miembro del clero. Tema que debe ser aclarado con verdad y justicia, tanto en el fuero civil como en el eclesiástico, procurando del mejor modo posible la sanación de la víctima como la conversión y corrección del victimario.
- La Iglesia Católica chilena ha implementado un organismo para precaver hechos de esta especie, el Consejo Nacional de Prevención de abusos. ¿Estima usted que ello basta o se requiere además una actitud menos condescendiente con los condenados?
Dada la gravedad del problema, considero necesario utilizar todos los recursos posibles, tanto en el fuero civil como en el eclesiástico, y en ambos lugares se debe proceder con el rigor requerido, garantizando, claro está, el debido proceso. Pero eso no significa condescendencia. Es evidente que las sanciones son distintas. En el fuero eclesiástico se puede llegar hasta la expulsión del estado eclesiástico, cosa que no puede hacer el fuero civil en el cual se podrá condenar a alguien a tantos años de cárcel, cosa que no puede hacer la Iglesia.
El Consejo Nacional de Prevención de abusos es un organismo de la Conferencia Episcopal que orienta y dirige las políticas de prevención de abusos sexuales y atención a las víctimas. Esto es, apunta a acoger a las víctimas y a capacitar multiplicadores para la formación de una nueva cultura en la que estos delitos no tengan lugar. No se ha de confundir con el Tribunal que corresponda llevar adelante el proceso penal.
- La coordinadora de la Comisión de Prevención del Abuso, Pilar Ramírez, ha dicho que el abuso sexual “es mucho más frecuente y grave que lo que inicialmente se piensa”. ¿Sólo en 2011 la Iglesia Católica chilena vino a darse cuenta que esto estaba ocurriendo?
Pienso que es bastante difícil conocer la real dimensión de este problema, porque hay muchas víctimas a las que les da vergüenza presentar la denuncia. Los primeros que se animaron a expresarlo públicamente han hecho un gran bien a la Iglesia y a la sociedad. Cuando aparecieron las denuncias es cuando se fue tomando conciencia de la dimensión del problema y del gran daño que contenía. Entonces se comenzó a tomar medidas, pero pienso que aún no conocemos su real magnitud. Es necesario que quienes sepan de alguna víctima la acompañen y ayuden en lo que puedan a sanar heridas y a hacer las denuncias pertinentes.
Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para que este enorme delito desaparezca en todos los ambientes, no sólo en lo referente a sacerdotes sino también en el ámbito familiar, donde el problema es gravísimo, y, por supuesto, en los colegios.
- Los abusos que se han denunciado, involucran a las instituciones donde ellos se han cometido. Varias congregaciones en nuestro país han pedido perdón. Incluso algunas reconocen haber sabido de ellas y no las denunciaron a tiempo. ¿Cómo debiera un católico entender y reaccionar frente a esto?
En primer lugar, haciendo la denuncia pertinente porque son gravísimas las consecuencias. Y una cosa que tenemos que hacer es ayudarnos todos a tomar conciencia del problema y del deber de hacer lo posible por evitarlo. Esto no sólo denunciando a los abusadores, sino fundamentalmente dando formación adecuada a los niños para saber cómo reaccionar ante cualquier peligro que pueda presentarse en este sentido.
También favoreciendo un ambiente de respeto a los niños y niñas, siempre, evitando que sean maltratados o menospreciados. Bonito sería si algunos miembros de la comunidad se forman bien con psicólogos y sacerdotes y organizan en las comunidades centros de formación para padres y niños en lo referente al tema.
- Los abusos, monseñor, han llegado a salpicar a obispos a quienes se acusa de ser parte del entorno de Karadima. Incluso se describen casos de complicidad o encubrimiento. Más allá de estar en actual investigación vaticana, ¿qué opinión le merecen estos hechos?
Para opinar hay que conocer los casos concretos. Pero en forma general, según ya he manifestado en algunas ocasiones, si un obispo, o un párroco, ven que su permanencia en el cargo crea división entre los fieles y queda disminuida su capacidad para desempeñar su cargo, debe presentar la renuncia a su oficio. Esto incluso aunque sea inocente, con mayor razón, por tanto, si es culpable.
- Hoy, un clima de desconfianza atraviesa a todas las instituciones en Chile. La Iglesia Católica, otrora baluarte en la defensa de la vida y el respeto del hombre, también aparece fuertemente cuestionada. ¿Se podrá recuperar la confianza en ella? ¿Cómo?
Creo que si aprendemos a escucharnos mutuamente y a dialogar siempre sobre la base de la verdad podremos ir recuperando confianza. Considero que la actitud clave que hemos de asumir todos es la de escuchar al otro. Cuesta, pero de lo contrario no podremos vivir como hermanos. Es dentro de la fraternidad donde vivimos la confianza.
También, y aunque esto es ya pensando en el futuro, servirá para recuperar la confianza, que la misma Iglesia revise en profundidad el modo de formación en sus seminarios para adecuarse a la realidad de nuestro tiempo, tan aceleradamente cambiante. Con sacerdotes cada vez mejor formados en su madurez psicológica y en la afectividad del celibato que lleva a vivir con gozo la universalidad de la fraternidad. Esto, sin descartar que también haya hombres casados debidamente preparados que sean sacerdotes.
Pienso que este problema de los abusos nos va a llevar a una revisión profunda en la Iglesia, no solo en sus centros de formación del clero, sino en todas sus estructuras, considerando de forma muy especial a los laicos para convertirnos de verdad en “Iglesia en salida”, esto es, Pueblo de Dios en marcha que sin miedo dialoga con el mundo, tan cambiante hoy día. Será más fácil recuperar la confianza, si lo asumimos como fascinante tarea de todos, no sólo de los curas.
- Jesús, de acuerdo a las enseñanzas, ya había advertido que existían abusadores que vienen “vestidos de ovejas y son por dentro lobos rapaces”. ¿Podría entenderse que quienes desde el clero abusaron y abusan de niños, son los lobos a que refería Jesús?
Sin duda, pero hoy día hay muchas clases de lobos con piel de ovejas de modo que lo único que buscan es su propio interés por el medio que sea, aunque tengan que disfrazarse de inocente oveja o sencilla paloma.
- ¿Por qué la Iglesia Chilena no ha imitado a Cristo, quien sin contemplaciones expulsó a los mercaderes del templo, mientras en nuestro país se sigue manteniendo dentro de ella a Karadima, por ejemplo?
Volvemos a lo señalado anteriormente. Es necesario que se presenten las denuncias concretas, de lo contrario no será descubierto el lobo que está bajo la piel de oveja ni el traficante mercader que busca su lucro con las cosas de Dios. Claro está que toda denuncia ha de estar fundamentada sobre la base de la verdad para que se pueda hacer justicia. En el caso de Karadima, podemos decir que ya quedó “expulsado del templo” al quedar con prohibición de ejercer el ministerio públicamente y de tomar contacto con los fieles. Viene a ser lo que podríamos llamar como una especie de “cadena perpetua” para un sacerdote.
- Monseñor, ¿qué le diría a los padres de las víctimas, que le confiaron el cuidado de sus hijos a instituciones de la Iglesia y resultaron abusados?
Lo primero que haría es escucharles para ver cómo están enfrentando el tema de la sanación de las heridas producidas en sus hijos. Esto significa no sólo ver cómo conseguir la atención psicológica adecuada, sino también cómo entregar la buena ayuda paterna que es distinta a la ayuda profesional del perito. Incluso me ofrecería yo para colaborar, si lo vieran conveniente, en el campo de la espiritualidad.
- Y a su vez, ¿qué le diría a quienes hoy entregan a sus hijos a la formación de colegios, instituciones y seminarios?
Siempre será necesario que los hijos del modo adecuado a su edad, adquieran sentido crítico y aprendan a discernir para saber aceptar, rechazar o tomar otras decisiones no sólo en el campo referente al sexo sino en todos los ámbitos de la vida. También les recomendaría involucrarse lo más posible en los colegios para asumir allí un rol activo de apoyo, complementación en la educación de sus hijos y vigilancia.
- Sabemos que para usted éste ha sido un tema muy doloroso. También que en las instancias debidas, ha levantado la voz. ¿Qué mensaje les entregaría a las víctimas, no solo a las que se conocen por las denuncias, sino también a las que nunca expondrán sus casos, por vergüenza o dolor?
Desde luego, a las víctimas que se han animado a hacer la denuncia correspondiente o se animarán a ello, mi primer mensaje es de gratitud por su actitud y tanto a ellos como a quienes por miedo, vergüenza o por la razón que fuere guarden silencio, que no olviden que Dios no les ha abandonado, por el contrario, les acompaña mucho más cerca de lo que se imaginan porque son muy queridos por Dios.
- Ciertamente hay sacerdotes, obispos, religiosas y laicos de Iglesia que no son abusadores sino que sirven a Dios y a su comunidad. Hoy todos ellos también están siendo juzgados y cuestionados. El Papa Francisco dijo que “ir vestido de cura se está pagando caro en Chile”. ¿Qué les diría a sus hermanas y hermanos del clero?
Es verdad esa realidad. Yo mismo la he experimentado y tiene diversos sentidos según las circunstancias, pero siempre es un insulto ante el cual debemos evitar nuestra reacción agresiva y aprovechar para rogar interiormente por quienes nos insultan y también por aquellos curas abusadores que dieron motivo para estos insultos. También ellos son personas que, aunque no han sabido actuar con dignidad, no obstante mantienen la dignidad que les corresponde como atributo inalienable por ser personas y como tales son también queridas por Dios, que no deja de llamarlas por su nombre para que se conviertan y se salven.
- A propósito del Papa, ¿cómo se entiende que haya asegurado que no existían pruebas en contra del obispo Barros, y un par de semanas después envía a monseñor Scicluna a recopilar antecedentes? ¿Se equivocó?
Desconozco cómo es la secuencia de los hechos llegados al conocimiento del Papa que desencadenaron esta decisión de enviar a Mons. Scicluna para recopilar antecedentes referentes a las acusaciones sobre Mons. Barros, que ha sido percibido como un cambio de actitud del Papa. Pero, por otra parte, yo no veo problema ninguno en pensar que, quizás, el Papa haya asumido que estaba equivocado y de inmediato tomó las medidas pertinentes. Él ha repetido mil veces que es un ser humano como todos nosotros y, como todos nosotros, también se equivoca, Ojalá seamos sencillos como él y aprendamos a corregir nuestros errores.
- ¿Qué podría ser más grave para la iglesia chilena: que uno o más obispos sean eventualmente removidos producto de estas investigaciones, o que no resulte nadie sancionado y la gente entienda que tras ello –justo o no-, hay complicidad o encubrimiento de la Iglesia?
Sin duda lo más grave siempre es no actuar de acuerdo a la verdad y cuando se trata del pastor, la mirada tiene que estar puesta no sólo en el Pastor sino también en las ovejas.
Si el pastor está enfermo, es claro que no puede actuar como pastor. Pero si el pastor está sano y, por la razón que fuere, produce división o dispersión de las ovejas, tampoco puede ser pastor.
Por tanto, para el buen servicio de pastor, no basta fijarse solamente en la persona del pastor, es necesario de modo muy especial ver la relación entre el pastor y el rebaño. En consecuencia para ver qué es más grave para la Iglesia Chilena, si acaso son uno o más los Obispos que deban dejar su cargo o permanecer en él, tendría que analizarse mirando no sólo al Obispo sino también mirando a su relación con la comunidad de fieles