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Periodista Verónica López: Ni Caras ni Cosas se salvaron de la censura

Por Francisco Castillo

“Más que militares, fueron civiles los peores censores de la prensa chilena durante la dictadura de Pinochet”, dijo a Cambio21 la periodista Verónica López, fundadora, entre otras revistas, de Cosas, Caras y Sábado de El Mercurio.

En sus Memorias, publicadas bajo el título de “40 años de Revistas”, presenta una reseña del calvario vivido por los medios chilenos, perseguidos especialmente por los ministros pinochetistas Francisco Javier Cuadra y Jovino Novoa.

La vocación suele estar en los genes. Es el caso de la periodista Verónica López Helfmann (71), cuyo bisabuelo materno, Wilhelm Helfmann (1831-1914), fue jefe de taller de impresión en el Mercurio de Valparaíso durante el siglo 19, y editor, entre una decena de publicaciones, del primer periódico chileno ilustrado: “The Chilean Times”, en 1876. Su bisnieta Verónica, un siglo después, ha seguido su huella.

En 40 años de ejercicio profesional, Verónica López fundó 6 revistas en Chile –Contigo (1974), Cosas (1976), MasterClub (1986, de donde la echaron por orden de la dictadura), Caras (1988), Sábado de El Mercurio (1998) y Antílope (2012), y refundó otra en Colombia, Semana (1982).

A diferencia de muchos de sus colegas de generación, que sólo se preocuparon de los contenidos en los medios que fundaron, ella además gestionó administrativa y financieramente sus proyectos, con buenos resultados excepto el último, la revista Antílope, que no logró posicionarse.

El relato de lo vivido por ella y sus colaboradores en estos 4 decenios se presenta en un ameno libro de tamaño inusual, casi del porte de una revista de papel couché, con numerosas ilustraciones y textos que, además de reveladores, resultan muy amenos: “40 Años de Revistas” (editorial Catalonia, 340 páginas).



Bisabuelo, de novela

La historia de la familia López Helfmann en Chile parte en 1852, cuando se registra la llegada a Valparaíso del veinteañero tipógrafo alemán Wilhem Helfmann, quien un par de años antes había ido desde su país a buscar oro en California.

Pues bien, lo encontró y se embarcó de regreso, pero como tantos otros jóvenes europeos, se bajó en el principal puerto chileno cautivado por su encanto, consiguió trabajo en El Mercurio y se enamoró de una muchacha alemana con la que se casó y tuvo ¡17 hijos!

De telenovela. O de revistas, como las que él  mismo fundó, editó e imprimió al independizarse y montar su propia empresa de publicaciones, en la cual fueron trabajando sus descendientes.

Helfmann, después del mencionado Chilean Times, fundó la revista Sucesos, en 1902, y más tarde sus hijos Gustavo y Federico (abuelo de Verónica López), se hicieron cargo de la revista Zig Zag en 1919 y al alero de esa empresa fundaron 55 revistas más, en la época de oro de los semanarios en Chile: Eva, Ercilla, Confidencias, Vea, Rosita, Flash, Okey y otras tantas.

No es extraño, entonces, que su bisnieta Verónica, medio siglo después, haya seguido el mismo rumbo, por cuatro décadas, desde 1974 al 2014. Antes y entre medio, fue editora del noticiero de mediodía en Canal 13, agregada de prensa en Washington DC y jefa de prensa de TVN. Siempre a cargo de equipos periodísticos.

“Nos cortaron los brazos”

Como todos los profesionales de la prensa, debió enfrentar en dictadura los embates de la censura, del miedo, de las presiones, de la persecución política, ejercida en contra de los periodistas que creían en la democracia y en el respeto a las libertades básicas del ser humano.

De ese período, recuerda: "A nosotros nos cortaron los dos brazos y una parte del cerebro con lo que ocurrió, así es que no es comparable la forma en que hacemos periodismo con la de los países que no sufrieron dictadura"; además, "pienso que el poder económico también influye en no atreverse a contar libremente todo lo que ocurre".​

Poco antes de embarcarse a México, López dialogó con Cambio21.

-El tango dice “que 20 años no es nada”, ¿cuán febril es la mirada en 40 años de revistas?

- Muy febril pues se recuerda toda una vida, incluso momentos que uno creía olvidados y que reaparecen. Es mitad alegría por los éxitos que percibe la gente y mitad revivir apaleos injustos e ingratos por no cejar en el empeño de hacer buen periodismo y hacer las cosas bien. Como tantas veces ha dicho la escritora Isabel Allende, aquí te tratan de tirar para abajo en forma permanente...

-Te defines como “artesana del mundo de las revistas”,  ¿cómo las ves en la actualidad, en un mundo tan agitado por las redes sociales y la instantánea comunicación global?

- El mundo de las revistas tradicionales muere poco a poco. Más bien seguirá teniendo su público más mayor. La mayoría ya tienen sus versiones online y además las financian, pero es un periodo de transición complicado. Porque la publicidad digital aún es insuficiente y porque las versiones online deben llevar otros contenidos, otra pauta, más moderna, irreverente, sicológica, conocedora de los nuevos tiempos, rápida, exclusiva, gran desafío. 

-Trabajaste en dictadura. ¿Cuáles serían los personajes más aborrecibles de ese período?

- ¿Aborrecibles? Más bien arduos defensores de causas que provocaron demasiado daño en el país. Yo no viví prisión ni tortura, pero viví censura y autocensura fuertes, que es una forma muy difícil de trabajar. De todos los Secretarios Generales de Gobierno que me llamaron a rendir cuenta, ¿me vas a creer que los civiles fueron más duros y amenazantes que los militares?  Jovino Novoa no fue agradable, pero Francisco Javier Cuadra montó una operación que me dejó golpeando puertas más de dos años, sin trabajo.

-¿Y los más respetables de la misma época? 

- Los respetables: mis equipos de trabajo, para empezar a conversar. Son las protagonistas del atreverse: Elizabeth Subercaseaux, Raquel Correa, Malú Sierra, María Elena Wood, Marcia Scantlebury... Estuve siempre demasiado bien secundada y apoyada. De los entrevistados, los que se atrevieron a hablar tanto de política en los tiempos difíciles, como en cultura volviendo del apagón: Eduardo Freí Montalva, Gabriel Valdés, el padre Mario Zañartu, el padre José Aldunate, Ricardo Lagos Escobar, hombre clave  en los 90. Además, los testimonios exclusivos recogidos por Marcia Scantlebury de presos en Colonia Dignidad o Villa Grimaldi... En cultura, Antonio Skármeta, Andrés Pérez, María Izquierdo.

García Márquez, una fiesta

-Pasemos a tu trabajo en Colombia. ¿Qué tal las reuniones de  pauta de “Semana” en Bogotá, con Gabriel García Márquez en el grupo?

- De no creer que una tenía la suerte de estar ahí en ese momento. Él es periodista ante todo, pero lo mejor, sus risotadas... Siempre pienso como habría sido trabajar con él y para él en el diario que quería hacer... tremendo privilegio...!!! Pero el Premio Nobel lo llevó por otros rumbos y a mí, mi familia, a la cual había tenido que dejar de lado y había finalmente recuperado, por otro. Él era muy, pero muy perspicaz y muy simpático. Y gran amigo de sus amigos. 

-Don Gabo como “colega” debió ser una fiesta. ¿Algún hecho que recuerdes?

- La mejor anécdota la obtuvo nuestro columnista Juan Gossain,  enviado a México donde estaba Gabo cuando le avisan que ha ganado el Nobel de Literatura.

Esa noche del 20 de octubre de 1982, el novelista colombiano Álvaro  Mutis, que vivía en México, escucha fuertes golpes en la puerta de su casa. Al abrir se encuentra con uno de sus más viejos y entrañables amigos, que temblaba de pies a cabeza.

“¡Gabito, qué pasa hermano, entra!”.

“Necesito que me escondas en tu casa”, murmuró el novelista.

“¿Y esa vaina, peleaste con Mercedes?”, preguntó refiriéndose a Mercedes Barcha, su encantadora mujer.

“Peor, hermano”, le dijo Gabo con gran desconsuelo, “Me acaban de dar el Premio Nobel”.

-Otro hecho “de realismo mágico” que viviste allá, fueron las entrevistas a guerrilleros que dejaban las ametralladoras en la recepción de la revista antes de pasar a conversar con ustedes…

- Colombia es realismo mágico todo el tiempo. Es un país en guerra interna por medio siglo, su gente es acogedora, sabia, educada. Son sobrevivientes de guerrillas y narcos, mitad selva, mitad Nueva York. Tengo de allí mis mejores recuerdos; por un tema de respeto que se agradece. 

“¿El 2021? Jorge Sharp”

-Pasemos a la política chilena. Desde tu óptica, ¿cómo has visto a nuestro país tras el retorno de la democracia?

- Chile, hoy políticamente, es un país empezando a madurar. Tuvo una impecable transición del poder después de tanta descalificación. ¿Aprenderemos a respetarnos, que es la forma de crecer? Por otra parte, es interesante el fenómeno del Frente Amplio. Tenía que venir algo así como consecuencia de los pingüinos del 2011. No verlo era ceguera total. Entonces, el tema queda en manos de cómo logra rearmarse la centro izquierda, pues el nuevo gobierno y los chicos del FA lo tienen clarito. De la centro izquierda depende no volver a los tres tercios, que me parece no tiene vuelta atrás. Este es un país de centro. Menos mal. 

-¿Hay futuro en la movida de Mariana Aylwin?


- La movida de Mariana Aylwin, a mi juicio, no tiene futuro. Ella debiera responder a una causa emblemática superior y eso no implica abandonar el barco.

-¿Qué te dice esta curiosa alternancia Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera?

- Alternancia igual democracia. Pero, además de ello, lo que aquí sucedió fue la desarticulación de la centro izquierda y la falta de lectura acuciosa sobre lo que estaba ocurriendo en el país.

-Un acertijo: ¿quiénes podrían estar en la papeleta presidencial de noviembre de 2021?

- Jorge Sharp va a estar. Piñera no tiene sucesor aún. ¿Podrá conseguirlo? La ex Nueva Mayoría, la gran incógnita. ¿Se inclinarían por un Sharp?

-Ya que viene el Papa Francisco a Chile y consigues entrevistarlo, ¿cuáles serían tus primeras preguntas?

- Papa Francisco, ¿cuánto le cuesta a la Iglesia de hoy terminar con el celibato eclesiástico? ¿Mucho? ¿Demasiado? ¿Por qué? ¿Cuánto le cuesta a usted proponerlo?