Oh I'm just counting

Política y empresa. Por Jorge Orellana Lavanderos. Ingeniero, escritor y cronista

A las cinco de la tarde, puntuales, nos reunimos en la subida al cerro por La Pirámide, desde ahí trotaremos hasta la Virgen.
Extrañamente olvidado a esa hora, el cerro espera solitario y silencioso, y lejano - como un lamento – se escucha el murmullo de la actividad que lo circunda, sin que alcance a tocarlo.
 
Conectados aún al agobio del día, y ansiosos, como niños frente a una caja  que contiene un regalo, nos saludamos e iniciamos el trote. Después de una leve bajada cruzamos un viaducto, giramos una curva, y sorprendiéndonos, surge el cerro generoso que - como una mujer ataviada delicadamente para un encuentro furtivo - ofrecerá con deliciosa parsimonia cada uno de sus encantos.
 
Los pájaros, ausentes por la inmediatez del ocaso, han buscado refugio en el árbol, y se entretienen en otros menesteres.
Complacidos por la pureza del instante, jadeamos con mi amigo subiendo por una exigente pendiente. Alcanzamos el Mirador Los Sauces y llaman mi atención las azarosas formas de las ramas. Desde cada una nacen otras más pequeñas en una sucesión multiplicada que parece llevar a infinitos mundos menudos, interminables, igual que un hombre poderoso del que penden otros hombres, cuyos poderes declinan a medida que se alejan del líder, conformando cada uno, inacabados mundos propios. 
 
Rompo el silencio. Hablo.
 
-Te voy a hacer una pregunta que ojalá no te moleste – y continúo ¿Por qué no promueves - desde tu cargo de legislador - una ley, que impida la reelección de cualquier cargo político?
-Porque si lo hago pierdo mi cargo– contesta risueño y con franqueza el aludido, y yo siento que la plácida armonía de la tarde se quiebra como una pieza de porcelana al golpear sobre una rígida superficie de mármol.
 
-¡Ahí está el problema! – reclamo.
El mundo político no está dispuesto a actuar con la generosidad que la civilidad le exige. Nunca se conciliarán ambos mundos, por el contrario, se perpetuará la pugna. Los políticos se aferran a sus cargos,  lo que se contrapone con el discurso en que proclaman que solo los alienta una generosa vocación de servicio público.
 
Llegamos a una bifurcación que genera un camino de cintura en torno al cerro, optamos por la derecha y continuamos con vista hacia el norte de la ciudad: Autopistas que se cruzan, en las que cientos de vehículos insonoros describen trazos inciertos; inmensos valles verdes que la ciudad ha destinado para el descanso de  los muertos; intenso cielo azul contemplativo y ausente, que emerge entre las nubes y los árboles solo para burlarse de la extraviada ruta del hombre; árboles susurrando arrulladores secretos que la brisa arrastra, inaudibles.
 
-A ti, ¿No se te presentan conflictos en la empresa?
Muchos pueden pensar en hacerlo mejor, y respecto de eso nunca se logrará un acuerdo, pero él ama lo que hace y cree ser la mejor opción, se siente un aporte. Íntimamente ha sorteado dudas y conflictos, pero ha concluido con absoluta convicción que debe seguir adelante.
 
Pero… Tú no me has contestado. ¿Te acosan a ti los conflictos?
 
-¡Permanentemente! Cuando trabajaba en obra, el último, era el día más ingrato del mes, pues ahí debía fijar el sueldo a cada “viejo”.
Se le asignaba un valor que podía aumentar o rebajar hasta en un veinte por ciento. ¡Y eso era lo difícil! Definir, en base a su evaluación arbitraria el monto de la remuneración de cada “viejo”.
 
-¡Cómo distribuir en forma justa el acotado presupuesto que tenía!
Pasamos por una hermosa plaza que no merece la soledad a la que se le ha condenado. El mullido prado incita al placentero ocio de jugar a develar - de espaldas contra el suelo - el inescrutable mensaje que las nubes trasportan.
Bajamos, hasta reconocer los ladridos de conocidos perros, y desde ahí continuamos nuestro camino a la cima.
 
-Es difícil dirigir con éxito una empresa si no se ha reflexionado sobre el justo pago que un trabajador debe recibir.
 
-Tan difícil como resolver con éxito materias políticas si no se reflexiona sobre la exigencia del cargo y las consecuencias de las decisiones.
En un país vecino, hace tiempo, acudíamos en un bus junto a un grupo de aficionados a ver un partido de fútbol, cuando se produjo un diálogo con el desinhibido lote, y ante sus preguntas, señalé que habitualmente asistía con mi hijo a este tipo de espectáculos.
 
Uno de ellos, El Petiso, agregó con algo de sorna:
 
-Debes ser muy rico. No me quejo - le contesté con algo de arrogancia, pero de ahí a ser rico, hay una cierta distancia. Insistió, con algo de impertinencia. ¿Cuánto ganas tú? – lo que produjo una incómoda reacción en el resto, pero no en mí. A través de un cálculo que compensara las diferencias de cambio entre los países, referí mi sueldo a valores de automóviles explicándole lo que más o menos era mi ganancia en un año. Sorprendido por lo abultado de la cifra, el Petiso acotó espontáneo y sin mala intención: Entonces… ¡Vos sos un ladrón! – generando con ello, mi risa y la inmediata reacción del líder, que casi lo abofetea y que confuso, se excusó conmigo.
 
Hemos llegado al sector del Hundimiento y distinguimos cercana, la majestuosa imagen de la Virgen. ¡Queda poco! – grito a mi amigo que se apura y me alcanza. A nuestra izquierda surge la vista del Santiago del oriente, altanera, una gran torre se observa rodeada de otras menores, y sus cristales reciben los últimos destellos del sol, que rebotan con  incandescentes reflejos dorados. Contempla la agonía de la tarde, el río legendario, que desde las nevadas montañas, continúa su interminable viaje en busca del ineludible y aprisionador abrazo con el mar.
 
-¡Esa es la percepción de la gente! - concluyo
Si en una negociación, alguien gana algo, hay otro que lo pierde, y eso se  acepta hasta un cierto nivel dado por el decoro o la ética - distintos en cada sociedad – pero que si se supera, motiva un fuerte repudio ciudadano, pues existe la sensación de que no existe un empresario tan exitoso, y en tal caso, su conducta produce animadversión y rechazo,  interpretándose que corresponde a alguien que en la consecución de ese logro ha delinquido.
 
Algo similar ocurre con la política, ya que aunque es sabido que las exacerbadas expectativas ciudadanas son de lenta y difícil solución, la repetición de rostros genera un rechazo en la ciudadanía, que tiende a responsabilizarlos de la urgente solución de sus problemas. La República ideal de Platón, plantea un claro ejemplo de meritocracia, en que las posiciones jerárquicas se conquistan en base al mérito y a las capacidades de cada individuo.
 
-El excesivo período en el cargo y el excesivo excedente en la empresa afectan a una y otra actividad, y de igual manera a la credibilidad de la ciudadanía en aquellos que sustentan el poder.
 
Llegamos a la cumbre.
-Vamos por un mote con huesillos, tengo plata – invita mi amigo.
Mientras el refrescante líquido escurre por nuestras gargantas resecas, observo la ciudad que a partir del cerro, ha crecido en todas direcciones. Emergen las primeras luces, que se multiplicarán hasta iluminar la metrópolis. Comenzamos el descenso, que nos tomará la mitad del tiempo de ascenso. Total: Una hora y quince minutos.
   
Urge, que en beneficio de una convivencia armónica, se legisle para evitar desproporciones en ambos sentidos. De no atenderse ese clamor popular, los desequilibrios decantarán en una sociedad enferma que contraerá resentimientos insuperables.
 
Flota, al interior de la bóveda estrellada en la que corremos cautivos, la inquietante pregunta ¿No son acaso, injusticias como aquellas las que a través de la historia han incubado el germen de la revolución?