Los rayos del sol que atraviesan la solemnidad de los árboles se deslizan hasta la superficie de la laguna artificial del campo de golf, dónde los patos - exclusivos residentes del lugar – ya han iniciado la actividad. Un imperceptible vaho que intenta subir desde el agua se disipa de inmediato porque la temperatura ha ido aumentando gradualmente en la adentrada primavera.
Proyectos y sueños. Por Jorge Orellana Lavanderos. Ingeniero, escritor y cronista
Ni siquiera lo anodino de mi amanecer, evita que salga al encuentro del trote, en una incesante búsqueda a tan secretas respuestas. La tarde previa - después de almorzar con un amigo - un manto abúlico se extendió sobre mí, y no pudo - la noche moldeada de apacible ternura – sacudirme de la desidia que se apoderó de mí.
Correré por un rato breve porque temo el recrudecimiento de una lesión que he controlado con escrupulosa paciencia. Me inscribí para la maratón de Buenos Aires de éste próximo domingo, y mi objetivo es correrla en condiciones dignas, por ello, he reducido mi habitual carga de ejercicio, obligándome a cuidar mi alimentación con riguroso celo, y he tenido éxito, porque incluso pude bajar un par de kilos.
Aunque parezca curioso, existen rasgos de similitud en cada proyecto o sueño que abordamos. Por diverso origen que los inspire, siempre se amparan en el genuino espíritu de la utopía, que graba el sentido de los anhelos humanos y se incuban, al calor de las poderosas fuerzas que nos gobiernan: cuerpo, mente y alma.
Al carecer un ser humano, de proyectos o sueños que inyecten sentido a su vida, el desgano lo arrastrará a la derrota, y no será el fracaso lo que lo sumirá en la frustración – pues estos son solo un accidente en la aspiración de alcanzar una quimera - sino la falta de proyectos lo que adormecerá la sangre que corre por sus venas, arrebatándole la energía necesaria para luchar con éxito contra las fuerzas antagónicas que la vida nos propone a diario.
Ciertamente, mientras corro a duras penas, temeroso del quejido de mi lesión y admirando la interminable ruta del río, aprecio en mi apatía, la majestuosidad de las montañas que la luminosa mañana descubre y me humanizo ante la imagen de un hombre que ha bajado al río con su perro y se entretiene lanzando un palo que el animal se esmera en devolverle veloz, extasiado con el juego que los conecta en la extraña relación de amistad que los une. El parque - como un hombre ante la imagen dormida de los suyos - renace cada mañana con los aromas y colores de las flores que se abren a la luz.
En tal escenario, elucubro acerca de la razón por la que mi amigo - después del almuerzo compartido - me ha dejado sumido en tal amargura. Repentinamente, desmoronado el proyecto al que había comprometido el resto de su vida y careciendo de un proyecto alternativo inmediato, cayó en un estado de abatimiento y angustia. El remezón que el demoledor golpe ha producido en su vida lo ha desconcertado. Con el peso que su cuerpo ha perdido, parece haberse ido la fuerza de su voz, la mirada de sus ojos claros se ha vuelto insulsa y al conversar, sus manos - como las de un niño - deambulan nerviosas y desconcertadas buscando un objeto inexistente.
Y yo… Siento, como alguien que observa a un amigo caminar por la cornisa de un edificio en altura. Cuando fracasamos en un proyecto - dependiendo del involucramiento al que nos hayamos comprometido – accedemos a esa inestable posición, y apreciaremos la mano que acuda en ayuda para superar la crisis. Confabula contra la mano que se extiende generosa, nuestro orgullo, cuando se niega a reconocer nuestra derrota ¡Cómo si el fracaso no formara parte del difícil arte de vivir!
El fracaso de una aventura, proyecto o sueño, obedece a distintas causas, algunas se originan en nuestros errores, incapacidades o simplemente en la pérdida de interés por sostenerlos. Otras veces su origen está en razones externas, imposibles de prever y que exceden la posibilidad de llevarlos a cabo.
¡No existe un hombre que haya logrado el éxito sin haber padecido antes del fracaso! La única forma de no fracasar es oponerse a la noble lucha por la utopía de lograr un sueño, pero… en tal caso, nos condenamos a una vida vacua, tal vez holgada y distante del riesgo, pero ajena a la sabia reflexión del filósofo alemán: “En el riesgo habita aquello que nos salva”.
Con mi amigo - más de una década menor que yo – hemos compartido sueños y proyectos de distinta índole, y aunque muchos de ellos se disiparon en la telaraña de las fantasías, cada uno trajo ilusión a nuestras vidas, alumbró fugaz la llama de nuestros breves caminos y remeció nuestras almas, atizando vigorosa la quietud de nuestra pasión.
Mis reflexiones de trote - interrumpidas por la compañía de feriantes que ordenan con esmero sus frutas y hortalizas – me llevan a concluir que mi amigo perdió sus proyectos, y ahora, su cuerpo fatigado devanea infructuoso, y su mente extraviada en la penuria del fastidio busca una salida airosa, lesionando su espíritu que horadado, responde al dolor con intrínseca sensibilidad.
Y?... ¿Qué puedo hacer yo? – Me pregunto. Y la respuesta sube desde los rumorosos corcoveos del río - ¡Ayúdalo a emprender proyectos que devuelvan sentido a su vida! Recuperará así el tono festivo que lo caracterizaba, su rostro se ampliará distendido y relajado, y volverá a caminar acompañado del confiado paso que guía a los hombres buenos, yendo por la vida imbuido de la disciplina de un soldado insigne y el rigor de un monje misericordioso.
Las aves trinan briosas notas festivas y como si me conocieran mejor que yo mismo, susurran cariñosas - Es un proyecto que te endulzará el alma y que se añadirá a los otros proyectos que hoy distraen tu cuerpo y tu mente, armonizando el control de las fuerzas que te rigen. Pero… Es necesario que tu amigo contribuya y acepte someterse a la ayuda de un especialista.
Y… Continúan trinando -Tu mente estará ocupada con los múltiples avatares de tu empresa, tu cuerpo se agitará estremecido a la espera de la próxima maratón, y con esta motivación del alma, alcanzarás tu anhelado equilibrio, por lo que al ayudar a tu amigo obtendrás armonía en tu vida. Finalmente – susurran los pájaros – la aflicción de tu amigo otorgará valor a tu vida – y se alejan, dejándome la impresión de que la situación de mi amigo y la mía son complementarias, y su conjunción, permite a ambos alimentar el sentido de nuestras propias vidas.
Desde una antigua araucaria, advierto que un grupo de loros me observan con atención y que su mirada esconde, un leve sesgo burlón. La pierna resistió bien, y aunque fue un trote breve, me ilusiono en estar en buena forma el próximo domingo. Por un misterioso proceso natural llego a casa con el cuerpo depurado, porque mientras corría - en silencioso trabajo - activos microorganismos han transportado los deshechos que mis células acumulaban, vaciándolos en basureros en dónde los incineraron para usarlos después como fuente de energía en mi propio metabolismo, como parte del comportamiento milagroso del cuerpo.
Mis perros -grandes y fuertes- con sus expresiones de cariño amenazan con tumbarme, el más viejo, se ubica para dejarse acariciar, la perra, más joven y activa, juega a morder levemente mis brazos, escapa y vuelve, posando sus patas en mi pecho y continuando ese interminable juego, similar al juego de la vida que jamás deja de alentar nuestros sueños y ofrecernos proyectos que nos permiten superarnos junto a nuestro entorno y vencer la inopia aterradora del insoportable tedio.
Cuando nos negamos al fascinante llamado a soñar, transitamos hacia un extraño sendero que nos conduce hasta un purgatorio, en el que, aunque seguimos estando, ya no somos, pues precisamente en el instante en que desconocemos ese llamado, hemos dejado de ser.
Correré por un rato breve porque temo el recrudecimiento de una lesión que he controlado con escrupulosa paciencia. Me inscribí para la maratón de Buenos Aires de éste próximo domingo, y mi objetivo es correrla en condiciones dignas, por ello, he reducido mi habitual carga de ejercicio, obligándome a cuidar mi alimentación con riguroso celo, y he tenido éxito, porque incluso pude bajar un par de kilos.
Aunque parezca curioso, existen rasgos de similitud en cada proyecto o sueño que abordamos. Por diverso origen que los inspire, siempre se amparan en el genuino espíritu de la utopía, que graba el sentido de los anhelos humanos y se incuban, al calor de las poderosas fuerzas que nos gobiernan: cuerpo, mente y alma.
Al carecer un ser humano, de proyectos o sueños que inyecten sentido a su vida, el desgano lo arrastrará a la derrota, y no será el fracaso lo que lo sumirá en la frustración – pues estos son solo un accidente en la aspiración de alcanzar una quimera - sino la falta de proyectos lo que adormecerá la sangre que corre por sus venas, arrebatándole la energía necesaria para luchar con éxito contra las fuerzas antagónicas que la vida nos propone a diario.
Ciertamente, mientras corro a duras penas, temeroso del quejido de mi lesión y admirando la interminable ruta del río, aprecio en mi apatía, la majestuosidad de las montañas que la luminosa mañana descubre y me humanizo ante la imagen de un hombre que ha bajado al río con su perro y se entretiene lanzando un palo que el animal se esmera en devolverle veloz, extasiado con el juego que los conecta en la extraña relación de amistad que los une. El parque - como un hombre ante la imagen dormida de los suyos - renace cada mañana con los aromas y colores de las flores que se abren a la luz.
En tal escenario, elucubro acerca de la razón por la que mi amigo - después del almuerzo compartido - me ha dejado sumido en tal amargura. Repentinamente, desmoronado el proyecto al que había comprometido el resto de su vida y careciendo de un proyecto alternativo inmediato, cayó en un estado de abatimiento y angustia. El remezón que el demoledor golpe ha producido en su vida lo ha desconcertado. Con el peso que su cuerpo ha perdido, parece haberse ido la fuerza de su voz, la mirada de sus ojos claros se ha vuelto insulsa y al conversar, sus manos - como las de un niño - deambulan nerviosas y desconcertadas buscando un objeto inexistente.
Y yo… Siento, como alguien que observa a un amigo caminar por la cornisa de un edificio en altura. Cuando fracasamos en un proyecto - dependiendo del involucramiento al que nos hayamos comprometido – accedemos a esa inestable posición, y apreciaremos la mano que acuda en ayuda para superar la crisis. Confabula contra la mano que se extiende generosa, nuestro orgullo, cuando se niega a reconocer nuestra derrota ¡Cómo si el fracaso no formara parte del difícil arte de vivir!
El fracaso de una aventura, proyecto o sueño, obedece a distintas causas, algunas se originan en nuestros errores, incapacidades o simplemente en la pérdida de interés por sostenerlos. Otras veces su origen está en razones externas, imposibles de prever y que exceden la posibilidad de llevarlos a cabo.
¡No existe un hombre que haya logrado el éxito sin haber padecido antes del fracaso! La única forma de no fracasar es oponerse a la noble lucha por la utopía de lograr un sueño, pero… en tal caso, nos condenamos a una vida vacua, tal vez holgada y distante del riesgo, pero ajena a la sabia reflexión del filósofo alemán: “En el riesgo habita aquello que nos salva”.
Con mi amigo - más de una década menor que yo – hemos compartido sueños y proyectos de distinta índole, y aunque muchos de ellos se disiparon en la telaraña de las fantasías, cada uno trajo ilusión a nuestras vidas, alumbró fugaz la llama de nuestros breves caminos y remeció nuestras almas, atizando vigorosa la quietud de nuestra pasión.
Mis reflexiones de trote - interrumpidas por la compañía de feriantes que ordenan con esmero sus frutas y hortalizas – me llevan a concluir que mi amigo perdió sus proyectos, y ahora, su cuerpo fatigado devanea infructuoso, y su mente extraviada en la penuria del fastidio busca una salida airosa, lesionando su espíritu que horadado, responde al dolor con intrínseca sensibilidad.
Y?... ¿Qué puedo hacer yo? – Me pregunto. Y la respuesta sube desde los rumorosos corcoveos del río - ¡Ayúdalo a emprender proyectos que devuelvan sentido a su vida! Recuperará así el tono festivo que lo caracterizaba, su rostro se ampliará distendido y relajado, y volverá a caminar acompañado del confiado paso que guía a los hombres buenos, yendo por la vida imbuido de la disciplina de un soldado insigne y el rigor de un monje misericordioso.
Las aves trinan briosas notas festivas y como si me conocieran mejor que yo mismo, susurran cariñosas - Es un proyecto que te endulzará el alma y que se añadirá a los otros proyectos que hoy distraen tu cuerpo y tu mente, armonizando el control de las fuerzas que te rigen. Pero… Es necesario que tu amigo contribuya y acepte someterse a la ayuda de un especialista.
Y… Continúan trinando -Tu mente estará ocupada con los múltiples avatares de tu empresa, tu cuerpo se agitará estremecido a la espera de la próxima maratón, y con esta motivación del alma, alcanzarás tu anhelado equilibrio, por lo que al ayudar a tu amigo obtendrás armonía en tu vida. Finalmente – susurran los pájaros – la aflicción de tu amigo otorgará valor a tu vida – y se alejan, dejándome la impresión de que la situación de mi amigo y la mía son complementarias, y su conjunción, permite a ambos alimentar el sentido de nuestras propias vidas.
Desde una antigua araucaria, advierto que un grupo de loros me observan con atención y que su mirada esconde, un leve sesgo burlón. La pierna resistió bien, y aunque fue un trote breve, me ilusiono en estar en buena forma el próximo domingo. Por un misterioso proceso natural llego a casa con el cuerpo depurado, porque mientras corría - en silencioso trabajo - activos microorganismos han transportado los deshechos que mis células acumulaban, vaciándolos en basureros en dónde los incineraron para usarlos después como fuente de energía en mi propio metabolismo, como parte del comportamiento milagroso del cuerpo.
Mis perros -grandes y fuertes- con sus expresiones de cariño amenazan con tumbarme, el más viejo, se ubica para dejarse acariciar, la perra, más joven y activa, juega a morder levemente mis brazos, escapa y vuelve, posando sus patas en mi pecho y continuando ese interminable juego, similar al juego de la vida que jamás deja de alentar nuestros sueños y ofrecernos proyectos que nos permiten superarnos junto a nuestro entorno y vencer la inopia aterradora del insoportable tedio.
Cuando nos negamos al fascinante llamado a soñar, transitamos hacia un extraño sendero que nos conduce hasta un purgatorio, en el que, aunque seguimos estando, ya no somos, pues precisamente en el instante en que desconocemos ese llamado, hemos dejado de ser.