Oh I'm just counting

Reportaje de Cambio21: La otra cara de Juan Emilio Cheyre el general del “Nunca Más”

Por Mario López M.

Duros y documentados testimonios dan cuenta de atrocidades cometidas en el regimiento que dirigía Juan Emilio Cheyre, segundo al mando de Ariosto Lapostol. Torturas, violaciones, ingesta de excrementos y otras crueldades.

Son muchos, esta vez, que ubican al general como autor de bestialidades. De resultar condenado en esta causa y ya estando sentenciado en la Caravana de la Muerte, la posibilidad de cárcel efectiva es innegable. “Inocencia” alega su abogado.

Varios recursos buscarán dejar sin efecto el procesamiento como autor de tormentos que le aqueja, también de obtener su libertad, de ser confirmado el auto de reo. Quedan varias instancias, pero la cara de Cheyre frente al país ya no es la misma.

Una información que entregara en exclusiva Cambio21, puede cambiar definitivamente la suerte del ex jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, conocido como el general del “Nunca más”. Fue procesado, esta vez como autor de tormentos, en 24 detenidos tras el golpe de Estado en 1973.

El auto de procesamiento al que tuvo acceso nuestro medio, no solo lo sindica como el “coordinador” de la DINE, que dirigió en la zona, sino que, asimismo, como quien participó personalmente en las torturas. Una decena de testigos, víctimas sobrevivientes, reconocen su voz o su figura, presente durante las sesiones de apremios ilegales.

Preso, otra vez

Tras el procesamiento, Cheyre fue encarcelado, a la espera de la apelación y su eventual libertad bajo fianza. Uno de los abogados querellantes, Roberto Ávila Toledo, señaló a Cambio21 que “No apelaremos de la solicitud y eventual concesión de la libertad bajo fianza que formule la defensa. Es un derecho humano consagrado en la constitución y en el pacto de San José de Costa Rica, que establece que, toda persona tiene derecho a estar en libertad, mientras se encuentre sometida a una investigación penal. No nos animan odiosidades personales, sino la aspiración de que algún día los chilenos, todos, tengan los DDHH como una cosa de sentido común y nadie se sienta con el derecho de matar o maltratar a otro desde la omnipotencia del Estado”.

Cheyre, tras ser notificado del auto de procesamiento, fue trasladado por la Brigada de Derechos Humanos de la PDI, al Batallón de Policía Militar, en la comuna de Peñalolén, en la capital. No es su primera vez, ya había estado privado de libertad en otra causa, la denominada Caravana de la Muerte, en la cual se encuentra condenado como cómplice de 15 asesinatos ocurridos en la zona norte del país, mientras él era el segundo al mando del Regimiento Arica, de La Serena, desde donde fueron sacados los prisioneros políticos antes de ser ejecutados el 16 de octubre de 19973.

“El futuro del general Cheyre es complejo, pues todo indica que será condenado aquí y a esas alturas tendrá muy probablemente condena por homicidio en el caso Caravana de la Muerte, por lo que no tendría el beneficio de cumplir la pena firmando y deberá cumplirla de un modo efectivo en Punta Peuco o en Colina I”, señala a nuestro medio el abogado Ávila. El abogado del ex general, Jorge Bofill, por medio de un comunicado que hizo llegar a los medios, anunció que, “Recurriremos contra ella (la resolución que lo somete a proceso), ejerciendo todos los derechos que correspondan en las instancias respectivas. Demostraremos, como lo hemos dicho siempre, que don Juan Emilio Cheyre es completamente inocente”.

Los 24 testimonios de las víctimas sobrevivientes y de otros testigos de los hechos acontecidos tras el golpe del 73, unidos a una serie de documentos que acompañó el Ministro en Visita Extraordinaria, Vicente Hormazábal Abarzúa como fundamento de su resolución, dejan poco espacio a la defensa de Cheyre para revertir el auto de procesamiento.  

Denuncias implacables

El proceso, tenido a la vista por nuestro medio, da cuenta de testimonios desgarradores, de hombres y mujeres que fueron sometidas a indescriptibles tormentos, incluidas violaciones sexuales y golpizas brutales. Sería imposible, por su contenido y lo lato de las mismas, describir lo que las víctimas relataron al magistrado, todo ello respaldado y documentado por variadas fuentes. Todos concuerda con la presencia de Juan Emilio Cheyre en el local en que aquello aconteció, incluso, de su participación personal en los apremios, ejecutados de propia mano. Es la otra cara del general del “Nunca Más”, que los tribunales deberán determinar cuál es la que prevalece.

Por ahora, el general procesado alega inocencia, y si bien reconoce haber sido el segundo a cargo del regimiento y su nexo con la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército (DINE), aduce que él solo cumplió labores administrativas, jamás de represión o tortura, menos de asesinatos, más todavía, asegura que se enteró de manera indirecta de lo que acontecía a vista de todos al interior de esa unidad militar. Una publicación de una carta, acompañada al proceso por la Dirección Jurídica de CNN Chile Canal de Televisión Ltda., contenida en un DVD, se titula “Juan Emilio Cheyre: hay que denunciar a activistas y extremistas”. Otras pruebas documentales se suman a los testimonios y colocan al general en un laberinto sin salida, que lo sitúa en una situación imposible, de la que no podrá escapar.

El magistrado, en el auto de procesamiento de Cheyre y otros militares que, estable que “al interior del Regimiento Militar, se dispuso que la Sección II, que hasta antes del 11 de septiembre de 1973 era comandada por el Capitán Polanco Gallardo, participara en las investigaciones, interrogatorios y torturas correspondientes a los distintos detenidos”. De acuerdo a la resolución, las torturas se ejecutaron “al mando del comandante del Regimiento, en coordinación con su Ayudante, el teniente Juan Emilio Cheyre Espinosa, quien, a decir de varios miembros del Regimiento y de la misma Sección II, quedó a cargo de ésta y es sindicado por varios denunciantes como autor directo de los interrogatorios y torturas”.

Atrocidades

El magistrado razona, de acuerdo a los testimonios y documentos tenidos a la vista, “Que a la mayoría de estos detenidos se les sometió a  sesiones colectivas e individuales de torturas, las que, en general, consistían en golpes  en el cuerpo mediante culatazos, manos, pies, electricidad en determinadas partes el cuerpo, sumergir la cabeza en agua, en tambores y en una piscina,  simulacros de fusilamiento, interrogatorios en los que se les dejaba un arma de  fuego a su lado, colgamiento desde sus extremidades con la finalidad de  obtener el estiramiento del cuerpo por lapsos prolongados, violaciones, abusos sexuales, ingestas de desperdicios o excrementos, mantenerlos en pequeñas celdas denominadas ‘calabozos’ por periodos prolongados de tiempo, con escasas o nulas raciones alimenticias y la amenaza constante de ser fusilados ellos o sus familiares, entre otras. Torturas que la mayoría de las veces se realizaban estando los presos políticos maniatados y con la vista cubierta”.

Entre los testimonios que recoge el procesamiento, el de Nicolás Fuentes Rivera, da cuenta de las conductas de Cheyre: fue detenido y trasladado el 27 de septiembre de 1973 al cuartel policial y posteriormente al regimiento de La Serena. Al llegar, relata: “me hicieron ingresar a una sala que está a un costado de la guardia, donde había más prisioneros, todos arrodillados en el suelo mirando la pared, mientras que otros estaban con sus manos en la nuca (…) quedé de rodillas con las manos en la nuca”, ahí vio “la presencia del teniente Cheyre y al mirarlo éste me increpó (...) se cambió de lado y detectó nuevamente mi mirada, por esta razón ordenó a 2 soldados conscriptos que me sacaran al patio interior, uno por cada lado, en ese momento el teniente Cheyre tomó un palo y comenzó a golpearme en las pantorrillas, parte posterior del muslo, glúteo y espalda”.

Otra de las sobrevivientes que pasaron por ese lugar (cuyo nombre omitimos por razones obvias), testificó que, “todas las veces que fui torturada estuve vendada, en una oportunidad, cuando me estaban golpeando, escucho a un soldado conscripto —por la voz me imagino que lo era, diciendo: 'Dice mi Teniente Cheyre que paren la golpiza porque están llegando los abogados', Yo recuerdo mucho ese momento porque pensé ¿y si en este instante grito? porque lo único que quería era pedir auxilio (...) nos golpeaban, nos violaban. Yo me hacía la desmayada para evitarlo. Recuerdo que volvía al Buen Pastor orinada (...) me aplicaron corriente (...) agradezco haber ingresado embarazada, o si no, hubiese podido quedar embarazada en la detención, como le ocurrió a muchas niñas”.

“Híncate”

Otros testigos reconocieron la voz de Cheyre en los interrogatorios, pues le conocían con anterioridad: “reconozco una voz, era la de Cheyre con quien había conversado el día anterior, él me dijo que me hincara, me dijo 'híncate', y me doy cuenta que me apuntan con un arma en la cabeza, sentí que la arena del piso estaba húmeda, me imaginé que era sangre de mis amigos, simularon en ese momento una ejecución (...) me amarraron las manos  a la espalda y me pusieron colgando de algo parecido a una viga, quedando suspendido en el aire con las manos en la espalda (...) comenzaron a golpearme con los puños en las partes blandas del cuerpo, no en la cara, se turnaban para golpearme, en el intertanto me consultaban por las armas que teníamos en Manesa, Cheyre me preguntaba, también consultaba por  explosivos que yo había preparado, esto porque yo era químico”.

Nibaldo Pastén Vega, detenido el 22 de septiembre de 1973 en Monte Patria, fue trasladado junto a otros detenidos, al regimiento de La Serena. “Veníamos atados de las manos desde Ovalle, pero al llegar al regimiento nos desataron. En ese momento una persona pregunta por mí (...) recibo un golpe con su arma en la boca, un culatazo (...) debido al golpe quedé sangrando de los dientes, pues me sacó dos dientes delanteros, pero tenía que seguir parado. Supe posteriormente que esa persona que me pegó el culatazo era Cheyre (…) fui dejado en un calabozo ubicado dentro del mismo regimiento (...) a través de 19 orificios que tenía la puerta era testigo de cómo torturaban a los detenidos, los amarraban a los jeeps y con el motor en marcha los arrastraban. En mi caso solamente fui torturado con electricidad en unos catres, aplicándome corriente en los pies y genitales”.

Otra de las víctimas, declaró que fue interrogada por “Cheyre” el 23 de septiembre de 1973, tras haberse presentado voluntariamente al regimiento de La Serena, siendo dejada en libertad ese mismo día. Posteriormente, el 3 de octubre de 1973, es nuevamente apresada y trasladada al mismo regimiento. Durante su detención fue víctima de torturas: “Las veces que me llevaron al regimiento fueron unas 6, en las que me torturaron (...) el método de tortura era aplicación de corriente. También sufrí mucho abuso sexual, pero no fui violada (...) yo tenía 21 años en ese entonces. Cumplí los 22 estando detenida (…) todas las veces que me subieron al regimiento estaba Cheyre presente, en la guardia, e incluso estuvo en los interrogatorios”.

El testimonio de Toledo Pérez a Cambio21

“Era químico de la fábrica Manesa, que fabricaba neumáticos en La Serena, cuando me van a buscar, no lo hacen por casualidad, fueron con una lista en la mano a la fábrica que la confeccionaron aquellos que estaban a cargo de la inteligencia militar, entre ellos estaba Juan Emilio Cheyre. Eso aconteció el 15 de septiembre de 1973. Hubo amenazas de fusilamiento inmediatamente si me resistía a la detención”. Quien dialoga con Cambio21, es Hugo Toledo Pérez, uno de los sobrevivientes del regimiento Arica, comandado por Lapostol y secundado por Cheyre.  

Toledo había llegado como estudiante universitario de Química a la Universidad de La Serena y vivió en la casa de un suboficial del Ejército, don Juan Campusano, también frente a quien sería más tarde el fiscal a cargo de la causa que lo podría haber llevado al pelotón, como aconteció con algunos subalternos suyos en la fábrica, que fueron fusilados en la caravana de la Muerte, causal por la que también está sentenciado Cheyre. Quizás esos hechos fortuitos ayudaron a salvarle la vida.

“Estando en el regimiento (Arica de La Serena), el 8 de diciembre me encontré con Juan Campusano, quien me preguntó extrañado ‘qué estás haciendo acá’, también, me dijo cuáles eran las personas que estaban a cargo de la tortura y de la inteligencia militar. Cuando salgo libre, ese 8 de diciembre de 1973, le mandó por mi intermedio un mensaje a uno de mis aprehensores, ‘dile, a mi amigo, Héctor Vallejos, que fue conmigo con quién tú viviste’. Le dije eso y de inmediato me pegan. Campusano terminó renunciando al Ejército, porque estaba hastiado de la manera cómo trataban a las detenidas, como las torturaban y hasta violaban”, señala a nuestro medio.

Dos veces preso

En dos oportunidades estuvo privado de libertad tras el golpe: “la primera vez, no me torturaron, que fue del 15 de septiembre hasta el 4 de octubre. Me dio la libertad el Fiscal Militar Carlos Casanga, y eso fue porque me conocía, viví frente a la casa de Casanga y cuando me interrogó, le dije: ‘si yo hubiera sido terrorista, te fusilo o te mato inmediatamente’. Me creyó, y eso que todos dicen que era ‘el perro más grande’, y me dio la libertad. Gracias a esa libertad, hoy puedo hablar contigo”, nos señala emocionado. Luego de unos instantes, continúa. “Fui jefe químico. Fusilaron a otros compañeros que tenían menos grados que yo en la industria. Fui el único incomunicado el 15 de septiembre de 1973, al punto que pensé que me iban a fusilar ese mismo día”, rememora.

Recuerda que no solo Cheyre, sino que todos los oficiales de aquel tiempo allí, estaban involucrados, todos, todos”, reitera, recordando que desde la cárcel lo llevaron al regimiento, allí lo torturaron: “Cuando te llevan a la ‘colina’, te torturan, todos los oficiales sabían, las pruebas son contundentes”, asegura.

La segunda vez que estuvo detenido en el regimiento Arica de La Serena, fue al día siguiente del fusilamiento de varios detenidos en La Serena tras el paso de la Caravana de la Muerte. “En ese momento estaba sujeto a arresto domiciliario. Cuando salió la noticia el 16 en los diarios y en las radios, el 17 me visitaron algunos amigos. En ese momento no tenía autorización para recibir visitas, pero ellos fueron. Les advertí, tal como pasó, que me irían a buscar nuevamente. Que, si los interrogaban, dijeran que nunca hablaron conmigo sobre los detalles de mi detención. Efectivamente, a las 7 de la mañana del día siguiente, fueron detectives y me detuvieron nuevamente”.

“Perdí la noción con las torturas”

Era más fácil decirlo que vivirlo. Enfrentado a la nueva detención y recién conocedor de lo que había sucedido con los fusilados, advirtió a quien era por entonces su mujer: “mira, en este momento me van a detener, haz todos los esfuerzos posibles, o si no, me van a fusilar. Ya en Investigaciones nos encontramos con Palma Salazar, éramos compañeros en la fábrica y muy amigos. Nos miramos, pero no cruzamos palabras. Nos llevaron al regimiento y allí, me encontré con Luis, el otro químico de la fábrica. Luis dice que nos torturaron todo el día. Él reconoció a Cheyre, por mi parte, fue tal el shock que tuve, que honestamente, no me recuerdo nada de nada de ese día”.

Las preguntas eran reiterativas, acerca de sus compañeros y la existencia de armas que solo estaban en la imaginación de los torturadores: “primero me acusaron que había hecho bombas, el 29 de junio del 73, cosa que era imposible porque yo estaba en un curso en una fábrica de neumáticos en Santiago, preparándonos porque nos íbamos a ir a Estados Unidos a perfeccionarnos. Después, las torturas eran con preguntas acerca de compañeros de la fábrica, si los conocía, quiénes eran y dónde estaban las armas. ¡No teníamos ni siquiera una honda! No es que nos hagamos los tontos, la realidad era que no teníamos ni una sola honda”, asegura tajantemente.

Recuerda haber hecho las primeras denuncias sobre Cheyre hace casi veinte años, en 2000 en una revista que se llamaba “La Firme”, dirigida entonces por el hijo homónimo de Mario Gómez López. “Allí escribí un artículo acerca de ‘oficial de torturadores, Juan Emilio Cheyre’. A la semana me robaron la camioneta y aparecieron algunos ‘pelados’ en mi recinto, para amedrentarme”.  No fue la única vez que luchó en contra de la imagen de Cheyre como “el hombre del nunca más”. Recuerda que, para la primera proclamación de Michelle Bachelet, se hizo una polera que decía en su parte delantera “Emilio Cheyre, oficial de torturadores” y en su espalda apuntó el número en que su caso fue reconocido como víctima en la Comisión Valech.

¿Por qué no denuncié antes?

Fue a la proclamación y se paseó por Santiago con esa polera, megáfono en mano, sin embargo, la gente no creía -recuerda-, que ese distinguido oficial, nombrado como comandante en jefe del Ejército en democracia, por un Presidente de la República socialista, Ricardo Lagos, fuera un criminal de lesa humanidad. También recuerda que el 16 de octubre de 1998, como todos los años, desde el 83 en adelante, los primeros de ellos de forma clandestina, fue a Serena, venía de Suecia, donde estaba exiliado. Ese día fue especial “mientras marchaba, nos enteramos que Pinochet había sido detenido en Londres”.

En medio de la euforia por la noticia, se encontró con un gran amigo, Carlos Yusta, quien había sido alcalde en Coquimbo y por aquel entonces secretario de un parlamentario, a quien le planteó que no era posible que se designara a un “asesino”, en referencia a Cheyre, como comandancia en jefe del Ejército. “Quedó de hacer gestiones, las que efectivamente se realizaron mediante una comisión que vino al parlamento a intentar detener el nombramiento”, recuerda Toledo. Tiempo después Yusta, le comentaría que estaba todo “decidido”, que nada podían hacer.

“Hoy me preguntan ‘por qué se demoró 45 años en denunciar’. No, no me demoré 45 años en denunciar, lo que sucedía es que no nos creían que Cheyre estuviera involucrado. Nos creían mentirosos. Quiero que quede claro que no pretendo como fin obtener solo reparaciones económicas, mi fin es que se conozca la verdad, la verdad histórica. Que quede como el torturador que es, con eso estoy conforme. El resto, indemnizaciones o lo que sea, no me interesa, no dependo de eso hoy día. Pero que él quede plasmado en la historia, como la persona que le mintió al país”.

Muchos más que 24

Al terminar la conversación, Toledo hace presente que los querellantes en esta oportunidad son 24 sobrevivientes, pero son muchas más las víctimas de violaciones a los DDHH que han callado y optaron por no hablar ni denunciar. Algunos por miedo, otros por vergüenza, de que se supiera de lo que fueron víctimas. “Tienen mucho poder, sí, pero no me van a hacer callar”, asegura, reconociendo que existe una cultura negacionista: “¿Acaso en el regimiento nos van a permitir conmemorar que allí se fusiló a 15 compañeros, recordar a nuestros muertos o a quienes fueron torturados allí?”

La excusa esgrimida por Cheyre, que al momento de los hechos era solo un joven de 25 años, repulsa a Toledo: “Aseguran que Cheyre tenía 25 años entonces. Yo también tenía 25 años, era jefe de una industria. ¿Cuál era la diferencia entre él y yo? Ninguna, pero lo han protegido”.

Interviene el abogado Ávila: “Cuando se dice que Cheyre era el ayudante del comandante del regimiento, eso es verdad relativamente, pues oculta su real poder y participación en los hechos, pues no se trataba de un simple ayudante. Él era el teniente encargado del DINE, es decir, de las labores de inteligencia interior, y fue a través del DINE y de esos tenientes que se articuló, materialmente, el golpe de Estado, todos los tenientes del DINE en las grandes unidades tuvieron activa participación en la represión, Kellet en Valdivia, Zuchino en Talca, Cheyre en La Serena. Su poder fue enorme e incluso tuvieron autonomía en materia de represión, Por ejemplo, en Talca el teniente DINE dio un mal informe del coronel y este es destituido y luego arrestado”, recuerda.

“Los terroristas de izquierda”

Al momento de ser trasladados a su lugar de detención, Cheyre junto a otros dos oficiales, el ex teniente coronel Jaime Ojeda Torrent, y Mario Larenas, se produjo un inusual hecho que llamó la atención de la prensa. Ojeda Torrent, antes de subir al vehículo de la PDI, gritó a los abogados querellantes y a la prensa presente: “los terroristas de izquierda han logrado la victoria”, vociferaba, mientras aseguraba que “van a ganar cualquier cantidad de millones por habernos procesado”, unido a otros vituperios.

Al respecto, el abogado Roberto Ávila señaló a Cambio21: “El oficial que nos gritaba insultos, como que éramos ‘terroristas de izquierda’, cuando salía detenido a la Brigada de Derechos Humanos, debería pensarlo mejor, contener su frustración, pues no lo están persiguiendo por tener tal o cual pensamiento político sino por algo que es ilegal y que dice mucho del honor de un soldado, cual es; su deber de no maltratar a personas que se encuentran apresadas y que, además, son ciudadanos desarmados de su propio país”.

Cheyre, en reciente entrevista, ha asegurado ser un "perseguido", hasta por la DINA y la CNI. También afirma que jamás supo que se torturaba en su regimiento. Los tribunales -hasta hoy-, no opinan los mismo.