Oh I'm just counting

Reportaje: Un dilema de siempre. Relaciones sexuales, calidad o cantidad

Por Margareth Núñez

¿Qué es lo mejor en el sexo? Es una pregunta que constantemente aparece en reuniones de amigos. Incluso antes que una persona empiece su vida sexual de forma activa, ya se empieza a fantasear sobre la cantidad de veces que uno debería tener sexo para decir que es un experto o qué tan hábil debería ser una persona para ser considerado un buen amante.

Después, en la etapa donde las personas comienzan a tener más relaciones sexuales se puede creer que la cantidad de sexo es el secreto de la felicidad, o quizás el sentir que se experimentan buenos orgasmos que sacian a la pareja nos hace priorizar la calidad. Ello a veces cambia, a veces no. Luego, cuando una pareja ya vive junta, la pregunta vuelve a aparecer y muchas veces a manera de un fantasma, de un temor que podría cuestionar o colocar una nota de calificación a las relaciones sexuales de pareja.

Entonces, podemos hacer una lista de las veces que hemos tenido relaciones sexuales con nuestra pareja (o con anteriores parejas) y si comenzamos a ponerle un puntaje, cual calificación, de cuándo fue un buen sexo, cuándo fue un sexo regular o cuándo fue un mal sexo; quizás notemos que muchas veces se intentará hacer esta valoración sobre la base de cómo percibimos el placer de nuestra pareja es decir si tuvo uno o varios orgasmos o que haya dicho que estuvo muy bueno.

Y si hacemos el mismo ejercicio de intentar contar cuántas veces tuvimos relaciones sexuales, ¿podemos decir que todas las veces fueron realmente satisfactorias?

Hace unos años, la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania hizo un estudio sobre la relación entre sexo y felicidad, donde una de sus conclusiones fue que nuestra satisfacción sexual no depende exclusivamente de nuestras relaciones sexuales. Existen varias investigaciones que demuestran que el tener sexo con mayor frecuencia no necesariamente implica una mejoría en la relación de pareja, incluso podría conllevar a una disminución del deseo sexual y del placer del mismo.

Esto muchas veces originado porque alguno de los miembros de la pareja se siente con “la obligación” o “la presión” de tener sexo, puesto que si no tuviese podría generar algún conflicto en la  dinámica de pareja o convivencia y para evitar ello se prefiere tener sexo sin realmente tener el deseo o apetito sexual.

Por otro lado, vivimos en una cultura que centra las relaciones sexuales en solamente el aspecto genital, es decir, que considera que tener relaciones sexuales o tener sexo es solamente penetrar y eyacular. Pensar que el sexo solamente es genitalidad y que siempre debe existir penetración es la manera más frecuente de limitar nuestra sexualidad.

Si nos centráramos en ello, deberíamos contar las veces que el pene entra en la vagina para tener una contabilidad de nuestras relaciones. Y veamos si ello nos produce placer. Lo dudo. Esto se debe a la influencia de la pornografía como “sistema educador” de cómo debería ser la sexualidad, ya que muchos lo tienen como constante referente.

En la misma línea, se adhiere el considerar que las relaciones sexuales solamente tienen como finalidad la reproducción. Al respecto, quedaría señalar que solamente podríamos considerar entonces que nuestras relaciones sexuales fueron realmente exitosas cuando logramos el objetivo de embarazarnos.

Entonces, comenzamos a darnos cuenta que calidad no es sinónimo de cantidad, y tal cual lo vemos en temas culinarios o en cualquier oferta de productos, igual sucede en el sexo. Cuando una pareja suele llegar a mi consultorio, la gran mayoría de veces se muestra preocupada por “no tener sexo como antes”. Esto podría parecer que antes tenían mucho sexo y ahora tienen poco; lo cual podría ser verdad pero como sexólogo y psicólogo se debe ir más allá.

Luego de conversar con las parejas, uno puede hacerles notar que hay varios factores como problemas económicos, temas de convivencia, hijos, proyectos, violencia, constantes peleas, aspectos de la salud, etc. que influyen en que la vida como pareja esté cambiando y con ello las relaciones sexuales.

Así, por ejemplo, una pareja que siente la demanda de sus hijos es probable que perciba que ya no tienen espacio para la intimidad sexual o que tienen sexo solo “por cumplir” y su mente puede estar fijada en “deudas” o “en no hacer bulla para no despertar a los hijos”. Todo ello suma la percepción del placer. Así, siguiendo con el ejemplo de la pareja, es importante considerar las percepciones que son tan subjetivas.

Tanto, como cuando ésta pareja tenía dos interpretaciones distintas de un mismo hecho: mientras el esposo se quejaba que solamente tenían sexo cuatro veces por semana, ella consideraba que tenían sexo con una muy buena frecuencia de “un día sí y un día no”.
 
Entonces, ¿quién estaba mal? Es un tema de cómo uno lo percibe. Así, muchas veces, las parejas en consulta están más preocupadas en tener un sexo de calidad que tener sexo por cantidad, y es por ello que cuando hay problemas de falta de deseo sexual, la solución no es tomar un medicamento que garantice una erección o aplicarse un lubricante que simule excitación. Lo importante es promover el deseo y ello se genera con el cuerpo, con el erotismo.
 
A manera de cierre, es interesante siempre escuchar qué opina una persona cuando le haces esta pregunta de cantidad o calidad, ya que así es una forma de conocer más sobre cómo percibe la sexualidad, el erotismo, el sexo, y por su puesto medir su capacidad de mentir en el sexo