Por Mario López M.
A partir de la primera crisis de gabinete en el gobierno, surgieron los primeros roces, que se han ido acrecentando en el último tiempo por la incidencia Kast. DDHH, cargos públicos y el factor Evópoli, que, entre otros, desnudan las grietas entre conservadores y liberales y entre demócratas y quienes no lo son.
Chile Vamos ha sido incapaz de construir un relato distinto de atacar a Michelle Bachelet. Hace unos meses discutían quién sucedería a Piñera. Hoy, cómo no perder el poder. Lo que le ha facilitado la vida a la coalición gobernante, es la ausencia real de una oposición orgánica y preclara en el Parlamento.
Hace solo unas semanas, Sebastián Piñera hacía una dura confesión y mandaba un angustioso recado a ministros, subsecretarios, parlamentarios y partidos de gobierno: “Gobernar es muy difícil”, reconocía, al paso que convocaba a los suyos “a ser un equipo de trabajo”. “La vida es muy dura, la política es muy ruda y gobernar es muy difícil y por eso los quiero convocar e invitar desde el fondo del corazón que seamos un equipo de trabajo”, afirmaba el Mandatario en medio de la caída en las encuestas y el desorden oficialista.
De las rencillas entre partidos, normal en una coalición “que exige lidiar con las pasiones humanas más bajas y tratar de darles cauce para que no atenten contra el propio esquema de poder”, como señala Pablo Ortúzar, investigador Instituto de Estudios de la Sociedad, en su análisis del “esquema de la derecha”, se ha pasado a las luchas intestinas, cambio de roles y sacadas de caretas.
Se perdió el relato, si es que hubo alguno
El mismo Ortúzar grafica los requerimientos necesarios para ordenar una coalición en el gobierno: “demanda liderazgos, disciplina partidaria, ‘mística’ (que es algo así como sentido de colectivo o grupo), repartija calculada de cargos y beneficios, secretos, cocina” y mucha paciencia. Pero no todo es cinismo. También requiere una causa potente, un horizonte de sentido y un relato (una historia sobre cómo llegamos hasta aquí, y cómo seguiremos hacia adelante, basada en un diagnóstico de la realidad). Así, como todo en política, mantenerse en el poder requiere de una mezcla de macuqueo, razón y razonabilidad”.
Y el investigador apunta al centro del problema que mantiene a la derecha en vilo, enfrentada a saber quiénes son, qué hacen ahí y, a dónde van. El llamado “relato”.
La llegada a La Moneda por parte de Piñera, se basó en al menos tres pilares muy hábilmente manejados: una potente campaña de ataque al gobierno de Michelle Bachelet, la división real de los sectores de centro, izquierda e izquierda de la izquierda (aunque al Frente Amplio no le guste llamarse así) y, por último, una formidable campaña populista, llena de promesas de bienestar económico y orden, asociadas a su líder, Sebastián Piñera.
¿Qué les pasó?
El esquema del triunfo resultó bastante fácil, aunque el manipulado optimismo que mostraba la derecha antes de las elecciones, le llevó a creerse el cuento a ellos mismos y más de un dolor de cabeza tuvieron de cara a la segunda vuelta. Piñera aseguraba -de hecho, lo dijo, aunque después trató de morigerarlo- que ganarían en primera vuelta y de manera holgada. No fue así y debió ir a balotaje, pero el factor división en sus oponentes, le determinó -ahora sí-, un triunfo bastante categórico, al menos una de las mayores diferencias en los resultados pos dictadura.
Ingresaron al gobierno con varios puntos a favor: la ahora oposición, no era “una” oposición, sino que varios caciques dentro de cada tribu que buscaban llevar aguas para su molino. Desorden en las negociaciones con el Ejecutivo a lo que Piñera supo sacar muy buen provecho, al principio. Ni le dolió “legislar” por fuera saltándose el Parlamento donde estaba en minoría, porque nunca faltó el parlamentario -de todos los sectores en la oposición-, que le diera el delta que necesitaba.
Por otro lado, contaba con los empresarios, clase a la cual él mismo pertenece, que deberían inyectar recursos para “reactivar”, señalaba, la economía y consecuentemente la inversión, la bolsa y el empleo. Por último, la derecha consciente que en la primera administración Piñera los “protagonismos” del Primer Mandatario le habían jugado en contra, esta vez lo tendían “guardado” para evitar cualquier desaguisado en medio de la “luna de miel” que todo gobierno tiene el primer año de mandato.
Rojas y el “factor Evópoli”
Las doce de la noche a la “cenicienta”, esta vez se le adelantaron y con todo. Las desafortunadas -para no decir descriteriadas- intervenciones en lo público de varios ministros del nuevo gabinete, generaron los primeros ruidos en La Moneda. A poco andar, en agosto de este año, a apenas 4 meses y días de haber asumido, fue necesario el primer cambio de gabinete. No se solucionaron los dramas, como esperaba el Ejecutivo, pues el cambio de gabinete trajo un nuevo foco, aún más potente que el anterior, el nombramiento de Mauricio Rojas, en la secretaría de Las Culturas, provocó más fuego que aquel que se trataba de apagar, con bencina.
Rojas, un oscuro y desconocido personaje para muchos, abrió la primera gran grieta entre la derecha. Por años se habían propuesto acallar las disputas acerca de la injerencia de Pinochet entre ellos. La dictadura, en la cual muchos líderes de derecha actuales habían participado, no “vendía”, por lo cual siempre se mantuvo escondido el tema dentro del clóset. Hasta que se destapó el negacionismo de Mauricio Rojas y ardió Troya. El tema ya no era “oposición v/s gobierno”, que sería lo típico en esta clase de situaciones, la ebullición era incluso al interior de las huestes de gobierno, donde Evópoli llevaba la voz cantante en contra del despropósito de ese nombramiento y sacó una declaración que, a su vez, sacó chispas.
“Intentan hacerle creer a la gente que ellos son los buenos y nosotros los malos. Nosotros venimos de la dictadura y ellos son el partido moderno, bonito y simpático... Quizás esto tiene que ver con traumas en Evópoli. ¿Cómo es posible hacer una declaración pública en medio de una tormenta de nuestro Gobierno, quitándole el piso al ministro? Ese tipo de cosas se hacen en privado”, disparó un iracundo Mario Desbordes, presidente de RN, a lo cual se sumó la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe: “No pueden ser Gobierno y oposición al mismo tiempo, criticar al Gobierno y ser parte del Gobierno”, les advirtió a Evópoli.
Toda una fauna
Las disputas entre los partidos tradicionales de Chile Vamos, RN y la UDI v/s Evópoli, van más allá del tema Rojas. Ha sido desde el día uno un constante intentar diferenciarse, en materias valórica e incluso en materias políticas y de DDHH: “No debe ser sencillo para ellos cuando la mayoría de la dirigencia de Evópoli tiene a su progenitor o a algún familiar directo entre los principales gestores del gobierno militar. Los llamo a sacarse esa tranca y seguir hacia adelante”, les espetó Desbordes, agregando que “éstas son las pugnas que podrían complicar la unidad de la coalición (porque) uno siente que quien debe ser tu aliado te está pegando un puñete maletero... Estos son golpes bajos que dañan la confianza”, les representó a sus “socios” de coalición.
No se trata de un hecho aislado. El mismo Desbordes asegura que “la actitud de Evópoli no es un error comunicacional (…) está planificada así”. Pablo Ortúzar, grafica a los partidos de derecha, de la siguiente forma: “Desde un punto de vista más bien cínico, puede decirse que Chile Vamos está conformado por cuatro partidos. Entre ellos, sólo tres son independientes de Piñera, ya que el PRI es una especie de saldo político-clientelar adquirido por el presidente luego de la muerte de su dueño anterior. Luego está el piñerismo —del que el PRI conforma la soldadesca, pero hay hartas categorías (incluyendo a los gerentes) por encima— y tres partidos más”, asegura.
“La UDI y Evópoli, en tanto, aparecen divididos de la cintura para abajo (salvo por los bolsillos). Le ponen pimienta ‘valórica’ al consenso neoliberal. Disentir en esos temas les sirve a ambos para aleonar a sus huestes y ganar espacio comunicacional (ejemplo: agenda de género). RN, finalmente, es una especie de ‘resto del mundo’ de la derecha, con varias capas y tendencias distintas en su interior, y ha sido el mayor beneficiado con el auge piñerista. Su gracia es ese pluralismo interno, que lo pone en buen pie para ser el partido quilla de este gobierno, y el articulador de la coalición”, afirma el investigador, que agrega: Están unidos por el poder y por el liderazgo de Piñera. Sus diferencias no generan dinámicas irreconciliables, sino tensiones que les dan visibilidad a los involucrados. Hay incentivos para estirar el elástico, pero no para romperlo”.
No solo fortalezas
Varias son las “aristas” que tienen en vilo a Chile Vamos. Desde luego, han sido incapaces de construir un “relato” propio, lo que los ha llevado de manera constante, a pesar del tiempo transcurrido, a justificar su accionar y a compararse con el gobierno de Michelle Bachelet, en una cantaleta donde a estas alturas, tienen más por perder que por ganar. Sobre todo, porque la gente ya no acepta como válido el discurso de que todo lo malo es del gobierno anterior. Han pasado casi 10 meses, y las promesas están muy lejos de cumplirse, en especial en materia económica.
Una lenta y desastrosa instalación, agravada por una razzia sin precedentes en democracia al interior del aparato del Estado, con miles de despedidos, también les ha pasado la cuenta, no solo al gobierno, sino que además a los partidos de derecha. Luchas nada de silenciosas o sutiles por cargos más o menos para cada partido o caciques al interior de ellos, han sido un permanente dolor de cabeza para el ejecutivo. Cargos sin llenar, incluso a nivel de embajadas, seremías y jefaturas de servicios públicos, han alargado, hasta el desangre, las luchas internas por controlar el poder en la Administración Pública.
Un ministro de Economía llamando a los inversionistas a sacar el capital de Chile y a invertir en el exterior, grafican claramente los desmadres en materia de políticas públicas, al paso que demuestran que no estaban preparados, como aseguraban, para gobernar. Si a ello se le suma un pésimo manejo de los efectos de la crisis internacional, la que miraron en menos, se les desató la tormenta perfecta. Incluso la Banca registra su peor rendimiento desde 2013, el desempleo y el poder adquisitivo cayeron a niveles no vistos en años, qué decir de las ventas, etcétera.
No basta gobernar para la foto
Desde el día uno el Presidente Piñera ha intentado gobernar más aferrado a las imágenes que a los resultados. Formó varias Comisiones en sensibles materias públicas que arrastraron a varios parlamentarios de oposición, DC, Izquierda y Frente Amplio, a formar parte de ellas, lo que tensionó a esos partidos. ¿Resultados concretos? Un poco por aquí y algo por allá, pero nada distinto o más potente que si se hubiera hecho de la forma tradicional. Parafernalia y más parafernalia. Los partidos de derecha bailaron al ritmo que les puso La Moneda, pero como eran interesantes las movidas, ni chistó.
Apenas asumido el cargo, Piñera hizo lo que el gobierno anterior no quiso o no pudo hacer. Descabezó a Carabineros, institución sumida en una profunda crisis ética, administrativa y económica. Aplausos para La Moneda, pero… una vez más se quedó en las imágenes, porque la institución policial necesitaba algo más que el simple cambio de nombres, y el caso Catrillanca, lo acreditó absolutamente, reventándole en la cara -y de la peor manera-, al Ejecutivo.
La derecha política o económica, ¿se ha jugado en la defensa de su gobierno en el caso Catrillanca? No. Un par de declaraciones de buena crianza y a esconderse, para que no les salpique el barro, dejando solo al gobierno. El Ejecutivo, Piñera incluido, ha pagado los costos directos de las mentiras y montajes. Un 36% de aprobación, muy por debajo del 60% que alcanzó a marcar al inicio de la administración y un 4,3 en una “nota” puesta por la evaluadora oficialista Cadem -muy por debajo del 6 que se auto colocó el propio Piñera-, no hacen atractivo a la derecha seguir recibiendo impactos. De mal en peor.
El factor Kast y el raspado de olla de Evópoli
Una crisis en desarrollo tiene a la derecha varada. Dejando fuera al PRI, por su poca incumbencia, los otros tres partidos están expectantes no por aquello que ellos mismos sean capaces de hacer, sino que por lo que José Antonio Kast va a terminar provocándoles a todos.
En las pasadas presidenciales, Kast les arrebató un 7% (voto duro, evangélico ortodoxo y militares viudos de la dictadura). Luego vendría el segundo golpe, el “bolsonarazo” que llevó a varios en la UDI y RN a pelear por aparecer “en la foto”.
La última estocada, fue moverles el piso de los parlamentarios, con la renuncia de un diputado -Ignacio Urrutia- a la UDI, y la declaración expresa de varios parlamentarios de RN que reconocen “estar trabajando por Kast para la presidencial del 2022”, entre ellos Camila Flores, Harry Jürgensen, Miguell Mellado, Francesca Muñoz, Ignacio Urruticoechea, Eduardo Durán, Aracely Leuquén y Carlos Kuschel. Hay otros, sobre todo de la “bancada evangélica” dentro de RN.
Alentado por Chile Vamos, el propio Piñera salió a atacar a Kast, diciendo que “no es lo que Chile necesita”.
Evópoli está al “aguaite”, porque al derechizarse esos partidos, varios no tan extremistas en la UDI y RN, les puede caer algún raspado de la olla, algún parlamentario o unos votitos.