Oh I'm just counting

Somos o no somos: ¿Centroizquierda o centro e izquierda? Llegó la hora de sincerar

La derrota electoral sufrida por la Nueva Mayoría y los demás sectores escindidos del progresismo, les debe llamar a una profunda reflexión acerca de la identidad, objetivos políticos perseguidos y estilos de ejercer lo público.

Por Mario López M.

De no entenderse el mensaje popular, se corre el riesgo que el desastre sea además cultural. Determinar si la culpa estuvo en la falta de unidad, el candidato, la ausencia de lealtad o una mala lectura de la realidad, es solo parte del proceso.

Ya en la oposición a partir del 11 de marzo se deberá definir si se plantearán nuevas políticas de alianzas o se redefinirán las actuales. Algo parece claro, la DC y el PC bajo el mismo techo, genera posibilidad de violencia intrafamiliar.

 “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, pareciera ser la conclusión que los sobrevivientes de la gesta del 5 de octubre de 1988 que repiten como una letanía, que ya ni ellos mismos se escuchan. Han pasado casi 30 años y al parecer no se han percatado que el país tampoco es el mismo.

De la épica derrota infringida al dictador con solo un lápiz, la unidad, convicción y sueños de un pueblo, han pasado a ser derrotados por “un pillo” o un “pícaro oportunista”, como calificaron el analista Patricio Navia y el columnista Carlos Peña al hoy nuevo Presidente electo, Sebastián Piñera.

Ni autocomplacientes ni autoflagelantes

¿Cómo es posible entender que contando con un candidato transparente, honesto, íntegro, con un programa  inclusivo que defendía conquistas sociales ampliamente sentidas en la población, se haya caído derrotado ante un candidato que contrasta fuertemente por sus excesos y errores, quien no solo fue imputado en varios casos de corrupción, sino que también encabezó el gobierno con más formalizados por delitos en toda la historia democrática del país?

La respuesta fácil, el diagnóstico obvio que sitúa la interrogante de qué sucedió, en los otros o en las circunstancias, como aquella que centra el problema solo en el “nosotros”, llevará necesariamente a una respuesta errónea y a alejarse aún más del sentir mayoritario del pueblo.

Es cierto que los medios de comunicación masivos los controla la derecha y que usa y abusa de ellos; que la falta de unidad –sin primarias, con retroexcavadoras y matices, con multiplicidad de candidatos-, fueron castigados por el electorado; que la ausencia de un liderazgo claro, no fue capaz de rearticular al sector progresista; que faltó sentarse a negociar con el Frente Amplio y que a este le sobró mezquindad y mil otras excusas que ponen el énfasis en la paja en el ojo ajeno o en los errores no forzados -todas válidas por cierto-, son insuficientes por sí mismas para explicar el fenómeno que ha vivido Chile.

La cuestión ahora, no es solo diagnosticar, sino que ver qué va a pasar con un centro y una izquierda que nunca fueron capaces de articular políticamente la mayoría que representaban. ¿Volverán a ser “centroizquierda” o serán “centro” e “izquierda”?

La crisis de los partidos

Manuel Antonio Garretón, un socialista de aquellos que empuñó las primeras banderas de la Concertación, confiesa que por primera vez desde la recuperación de la democracia no votó por el candidato de la hoy Nueva Mayoría: “No lo hice, no porque tuviera problemas con el candidato, sino con las fuerzas que lo apoyaban: se habían farreado al mejor candidato posible que era Ricardo Lagos, sus partidos habían perdido consistencia y capacidad de liderazgo y ya no estábamos frente a un proyecto de envergadura. Para ser coherente con mi opción no me refiché en el Partido Socialista, aunque tampoco renuncié explícitamente esperando en el futuro alguna recuperación de su capacidad para volver a ser el partido más importante de la historia contemporánea en Chile”, dijo.

En la DC, otro histórico, Ricardo Hormazábal, tampoco refichó por su partido: “Ha dejado de ser, para mí, el valioso instrumento de cambio democrático”, señaló aunque aseguró que sigue siendo democratacristiano más allá de su militancia. “Chile necesita partidos prestigiados, con propuestas serias, procedimientos democráticos y disciplina consciente. A los actuales partidos – incluido el PDC –les cuesta abrir espacios a personas e ideas distintas, favoreciendo a los que han sido actores por muchos años y cargan con la responsabilidad del modelo cultural que crea el malestar ciudadano que enfrentamos. ¿Por qué no permiten, por ejemplo, que se doblen los espacios para candidatos nuevos, de modo que el ciudadano pueda decidir con más opciones?”, espeta.

Ejemplos sobran en todo el alicaído otrora arcoíris y casi todas ellas apuntan a que se perdió el norte, que se pasó a ser parte del modelo o que se perdió la identidad histórica, como señalan otros, que coincidiendo en el diagnóstico no concuerdan en el remedio, como la aún DC Mariana Aylwin, el ex PPD Jorge Schaulsohn o el exministro de Salvador Allende Fernando Flores, todos quienes abandonaron o amenazan abandonar el buque que llegó a cobijar a la “generación dorada de la política”, que entregó los más exitosos gobiernos al país tras la dictadura.

Nueva Mayoría (Q.E.P.D.)

“Desde el Congreso vamos a reunir fuerzas, vamos a formar un sólido bloque unitario por los cambios para defender los logros del pueblo chileno y avanzar en las reformas que el país aún nos exige”, dijo Alejandro Guillier hablándole al “progresismo” y no solo a la Nueva Mayoría, al momento de reconocer la derrota electoral. Es claro que el actual conglomerado de gobierno nació muerto, pues más que una coalición de gobierno se conformó como un pacto de gobernabilidad para Bachelet y con fecha cierta. La osadía de reunir bajo un mismo paraguas desde la DC al Partido Comunista, terminó por mojarlos a todos.

Desde luego será tarea primordial redefinir las identidades políticas de quienes forman parte de la alicaída Nueva Mayoría. Varios congresos ideológicos y programáticos ya tienen fecha cierta. Cada partido deberá enfrentar sus propios demonios y no son pocos los que amenazan escindirse e incluso desaparecer. La primera pregunta pareciera apostar a qué harán a partir del 11 de marzo cuando pasen a ser oposición. ¿Se impondrá la tesis del camino propio de la DC? ¿El Partido Comunista se acercará al Frente Amplio? ¿Desaparecerán los partidos instrumentales, entre ellos el PPD? Esas y otras interrogantes deberán ser despejadas previos a dilucidar, puertas adentro, cada partido su futuro.

Lo primero que deberán asumir es el fuego amigo que se generará como consecuencia de achacarse culpas por lo sucedido este 17 de diciembre. Luego del mea culpa deberán sucederse una serie de procesos que no miran solamente a determinar si seguirán o no juntos. ¿Qué harán con la demanda de más participación de generaciones a las que les han sido negadas cuotas de poder y representación al interior de los partidos y que ha llevado que muchos hayan buscado en el Frente Amplio respuesta a sus inquietudes? ¿Qué harán respecto a su ausente relación con sindicatos, centros de alumnos, juntas de vecinos, colegios profesionales y demás organizaciones intermedias que fueron abandonados y cuya hegemonía hoy detentan otros?

El PS y la política del avestruz

Álvaro Elizalde, un rostro casi nuevo en materia política, ha debido enfrentar las cumbres borrascosas más virulentas para su partido desde la vuelta a la democracia y parece que es solo el comienzo. El partido con el nuevo senador electo asumió la responsabilidad (¿o irresponsabilidad?) de haber propiciado el quiebre del eje histórico con la DC., sustento de la otrora Concertación. También le tocó a su manera jugar a Edipo, que ¿sin saberlo? mató a su “propio padre”, Ricardo Lagos, desencadenando una serie de sucesos trágicos, entre ellos la ausencia de primarias, evento casi fatal para las pretensiones electorales del sector.

Con la carga de ser el partido mejor posicionado al interior de la izquierda (19 diputados y siete senadores), deberá replantearse sus políticas de alianzas. Retomar el vínculo histórico con la DC pareciera no ser de todo el agrado del líder socialista. Pareciera seducirle más estrechar lazos con el PC e incluir a fuerzas como el PRO de Marco Enríquez-Ominami, hoy convertido en PRO PAÍS, por su unión con el partido de Alejandro Navarro, ambos obligados a hacerlo para no desaparecer tras los magros resultados electorales en las parlamentarias. El PPD es también opción a sumar, aunque dependerá si ese partido instrumental logra sobrevivir a su ausencia de objetivos comunes más allá de los electorales.

Se quiera o no el PS tiene hoy un desafío histórico que deberá sacarlo de la cómoda estrategia del avestruz, la de esconder la cabeza bajo la tierra, como si no ver significara que las cosas no acontecen a su alrededor. El rol que podrá ocupar la sapiencia del senador electo José Miguel Insulza en el partido y no solo en la Cámara Alta, marcará buena parte de la agenda socialista, sacándola de la sola intrascendencia contestataria en que hoy se encuentra inserta. El PS debiera ser una bisagra socialdemócrata rearticuladora de la izquierda progresista y puente de plata con el Frente Amplio y la Democracia Cristiana, a menos que sigan jugando a la autodestrucción.

El rol de la Democracia Cristiana

Para nadie es un misterio que al interior de ese partido existen al menos “dos almas”, como gusta decir a los siúticos. Una que se define como de centroizquierda y encuentra su nicho natural en la unión estratégica con socialistas y no hacen muchas arcadas a la presencia incluso del PC en ella. Varios de los recientes parlamentarios electos, sobre todo en la Cámara Alta, se identifican con dicha postura. Otros, varios de los que resultaron derrotados electoralmente a pesar de haber obtenido importantes votaciones y algunos que se agrupan en el autodenominado sector “Progresismo con Progreso” y que lidera Mariana Aylwin, sostienen que el nicho natural de la DC es el centro y que la sola presencia del PC en una coalición es inaceptable.

Tampoco es un misterio que algunos seguidores de Mariana Aylwin hace rato están preparando maletas y que los recientes resultados le dan más ínfulas para partir, aunque no cuentan con rostros enquistados en el poder (Parlamento) u organizaciones sociales y menos con certeza de tener electorado que les siga. Su mayor centro de influencia ha sido el acceso a los medios de comunicación, en especial la cobertura mediática que les dio la televisión durante el proceso eleccionario y los apellidos e historia de alguno de sus integrantes.

De cara al nuevo gobierno, la DC, de optarse por el camino propio o de mantenerse los matices respecto de la izquierda o, en caso que esta última opte por polarizar su postura y busque aislar a la falange, podría convertirse en un partido imprescindible para el nuevo oficialismo o la oposición en cuanto aprobar nuevas políticas o defender el legado progresista. Los votos de la DC en el Congreso, desde luego serán “objeto de deseo” de todos. La Junta Nacional –con carácter ideológico- que se realizará en enero por ese partido, despejará buena parte de las incógnitas acerca de políticas de alianzas, lo que podría ser allanado si Mariana Aylwin decide dar, con antelación o en esa misma oportunidad, un paso al costado.

Una política de alianzas hacia un nuevo centro, con los sobrevivientes del sector de Andrés Velasco, Amplitud, radicales y otros cuántos náufragos, en miras a reeditar los tres tercios, hoy no pareciera ser opción. Menos ir a la derecha y aún menos integrarse al nuevo gobierno. De no reeditarse el eje PS-DC, los radicales no son mala opción, aunque poseen una presencia casi indiferente en el Congreso. Los radicales que creían haber descubierto el Santo Grial, a Alejandro Guillier, ahora, quedaron semi huérfanos y deberán resolver dónde se ubicarán, en el centroizquierdismo, su nicho histórico –para lo cual sería vital articular con la DC-, o irán más allá y se homologarán con los sectores de más izquierda, intentando revivir una UP 2.0.

El Partido Comunista y la insoportable levedad del ser

De dulce y de agraz ha resultado ser el paso del PC por la coalición de gobierno en la administración Bachelet. De una influencia mayor a su peso electoral, según acusaron muchos, pasó a incrementar de manera importante su presencia en el Congreso (2 diputados sumó a la bancada), pero sin aumentar su volumen de votos, aplicando una adecuada lectura pragmática al nuevo sistema electoral, en los que fracasaron otros, que por no saber leer el nuevo mecanismo sacaron menos parlamentarios que los votos le habrían permitido, como la DC.

Y si de pragmatismo se trata, el nuevo desafío de los comunistas será determinar qué harán ahora con los dos pies en la calle, ya que no podrán mantener, como hasta ahora, uno en el gobierno y otro en la calle. También deberá definir si seguirá junto a sus socios del PS, PPD y radicales en alguna coalición con aspiración de poder en miras de 4 años más o derechamente coqueteará con el Frente Amplio que le ha disputado varios espacios naturales de poder social que los comunistas reclaman como suyos.

Secreto a voces es la pugna al interior del PC en materia de alianzas. En algo están claros, “con la DC ni a misa”, señaló un parlamentario de ese partido a Cambio21, agregando que parece más natural rearticular una alternativa de izquierda-izquierda, no la Unidad Popular, aclara, que se entienda derechamente con el Frente Amplio, en una política de cooperación más que de destrucción. Otros al interior de ese partido piensan que las condiciones no están dadas y que de priorizar en el FA se corre el riesgo de entregar banderas a un conglomerado que aún no es “chicha ni limonada”. Ellos creen que la Nueva Mayoría aún no muere.

Lo que se le reconoce al PC es que no se ha visto inmiscuido en ningún caso de corrupción por financiamiento ilega, salvo su desgraciado paso en la administración de la Universidad Arcis.