Oh I'm just counting

Ética y lucro . Por Jorge Orellana Lavanderos. Ingeniero, escritor y cronista

Veleidoso, el otoño trae en el alma desde siempre, cambios repentinos. Anoche, nos dormimos con el golpeteo incesante de la lluvia y al despertar, nos recibió el aroma inconfundible de la tierra mojada. El día, que recuerda el día de mi matrimonio, transcurrió sereno y me pareció que la lluvia acabaría temprano. Esperé ansioso el final del día, para buscar - al tedio de la tarde y cierta rutina de la vida – refugio en el trote. Mi mujer – con su inacabada ternura desde hace 38 años – me previno: ¡Abrígate viejo! Hace frío. La besé y me alejé trotando, internándome en los misteriosos pasadizos por los que el trote me arrastra.

En la tarde, había recibido un chat con la imagen del Partido Socialista, en la que sobre un círculo rojo aparecían destacadas las dos iniciales de la tienda, solo que en la segunda, el signo había sido cambiado por aquel que identifica al signo peso. Supe entonces que mis conjeturas me encausarían en esa dirección.

Es razonable suponer que una colectividad debe invertir sus activos o recursos en una sociedad seria, capaz de otorgarle la mejor garantía sobre la rentabilidad a obtener, pero es cuestionable que dicha inversión recaiga en una de las sociedades más representativas de la economía neoliberal, y parece lógico concluir que la inconsistencia afecta a los representantes de ese conglomerado político cuando proclaman la inmoralidad del sistema en el que han invertido en forma solapada y subrepticia. ¿Es sustentable refutar la inspiración ideológica económica de una empresa a la cual se confía el patrimonio? 

La inversión, usada en la explotación de un negocio legitima la obtención de una utilidad; sin embargo, existe cierto desprecio para calificar el excedente resultante de la inversión de un capital inmovilizado. Es la diferencia que distingue a un empresario de un inversionista y se asume con algo de indulgencia que a mayor riesgo es razonable exigir una mayor rentabilidad a la inversión. 

Regresa la lluvia, delicada, como una cortina que cae con imperceptible levedad, disfruto la presencia de la lluvia, pero la belleza del instante efímero me recuerda algo más cercano y frívolo. Anoche, consternados, detectamos con mi mujer la presencia de una antigua gotera, que suponíamos erradicada, y que cae justo sobre los pies de nuestra cama. Tendré que pedir a un maestro carpintero – llamado así porque para el desarrollo de su oficio precisa de sabiduría - que extinga de una vez por todas, la maldita gotera.

El recuerdo me lleva a la empresa, y más precisamente al día en que - empujado por las circunstancias - tuve que iniciarla. Sorprendentemente, mis jefes de entonces, me convocaron para anunciarme que paralizarían la empresa constructora que yo dirigía. ¡Justo cuando creíamos que lo estábamos haciendo tan bien! Obligados, decidimos entonces, en equipo, continuar por nuestra cuenta con una nueva empresa. El tiempo; nuestro constante rigor; la certeza de que la vida nos ofrecía una oportunidad que no se repetiría; y algo de mucha suerte, siempre necesaria en toda actividad humana, nos llevaron a obtener resultados más generosos de lo esperado. Sacudirnos de la pasiva rutina en que transitábamos, había sido un regalo de la vida, como aquellos que surgen en el incierto mundo que aparece al doblar por el recodo de una esquina.

Habíamos obtenido una recompensa a nuestro sacrificio. Pero… ¿Podía definirse aquello como el justo lucro a nuestra gestión? ¿Cuál es el justo lucro? El diccionario consigna que lucro corresponde a la obtención de una ganancia, utilidad o provecho, sobre una actividad, lo que incluye a cualquier acción que implique la obtención de un remanente. Se lucra cuando se arrienda una propiedad, cuando se cobra por la ejecución de un trabajo, cuando se gana en la explotación de una empresa, cuando se invierte en un depósito bancario, en fin: ¿Si tantas acciones humanas pueden ser calificadas de lucro porqué se ha demonizado esa palabra?

Ciertos líderes de opinión la han denostado, queriendo tal vez, referirse al rechazo por la ambición ilimitada por conseguir riqueza. Aquello, contiene sin embargo un carácter subjetivo de los estándares éticos sobre la acumulación de riqueza, Por ejemplo ¿Quién osa reclamar contra los abultados sueldos de algunos deportistas? ¿Será por la inconveniencia política, o por su condición de casos aislados, la razón por la que se guarda silencio frente a estos casos? Ocurre, sin embargo, que al aceptarlos, se legitima en su más implacable forma un mercado, que por otro lado se repudia.

Circundé los verdes prados del solitario campo de golf, pisando con fuerza las veredas de concreto que lucían sembradas de opacas hojas muertas. Las luminarias se habían encendido y alumbraban la pátina húmeda que cubría las hojas que ahora me dirigían persistentes haces luminosos, que a mí, extrañamente, se me antojó que venían cargados de dolorosos matices de angustia. Pensé que las hojas me estaban enviando un mensaje, como las inequívocas señales de la naturaleza, y que tal vez el origen de mi angustia estaba en la actitud de los hombres. 

¿Cambia en algo la vida de una persona cuando tiene en su cuenta corriente dos, en vez de un millón de unidades?  Seguramente en nada, en ambos casos gozará de una vida regalada. La relevancia del dinero - no la del lucro, que es otra cosa – muestra su descarnado rostro solo cuando las necesidades básicas de una persona no están cubiertas. Los líderes deben aclarar conceptos que a veces distan de ofertas populistas, para encausar conductas y estructurar los valores que rijan una sociedad.

En el Evangelio, se presentan situaciones que pueden interpretarse en forma opuestas. En la Parábola de los talentos, su lectura nos lleva a reflexionar sobre la exigencia a cada uno por potenciar el desarrollo de nuestras habilidades, instando a un empresario a la creación de riqueza, ya que los siervos que la han creado son premiados, en cambio, el siervo que no ha obtenido réditos, es calificado de inútil y condenado a las tinieblas.

Es bueno entonces que las empresas obtengan lucro por su gestión, otra cosa es el destino que se imputará a esas utilidades, pero parece adecuado abordar una discusión respecto del crecimiento de ellas, el que tampoco, a mi juicio, debe ser ilimitado, pues la riqueza acumulada en pocas manos, tiende un manto incierto respecto a la distribución de esa riqueza. Las leyes deben regular el desarrollo de las empresas.
 
Los líderes deben orientar los valores de la sociedad y las leyes deben regular la conducta y crecimiento de las empresas, pero, son los gobiernos quienes deben propiciar el armónico marco jurídico que permita el desarrollo del país, con un enriquecimiento acotado por las normas de la ética y la justicia social. 
Antes de dejar el río, miro hacia el horizonte del poniente y me detengo para capturar con mi celular la borrasca que se viene. En el extremo izquierdo, sobre el río que serpentea sinuoso, emergiendo sobre la montaña lejana, inefable, irrumpe la presencia de la luz de esperanza, que es la misma que inspira el destino del hombre.
 
Tuerzo hacia mi casa, la tormenta se ha desatado, un fugaz relámpago ilumina el sendero que se ha oscurecido, y espero ansioso por el estruendo atronador que retumba sonoro entre los montes, causando, lastimosamente, pavor a mis perros.