Para algunos se logró crear el “guillerismo” que le dará al senador independiente una segunda oportunidad. Para muchos dependerá de su rol articulador de cara a los próximos cuatro años. Él ha manifestado estar dispuesto.
Un futuro entre el liderazgo y la intrascendencia: Guillier ¿ahora qué?
Por Mario López M.
No es el único que mira a la distancia. Sánchez y otros en el FA están al “aguaite”. En la DC la cosa no es tan clara, primero deben desaparecer los fantasmas de la división y la identidad. Sin timón, no hay rumbo fijo.
La soledad pareció apropiarse del comando de Alejandro Guillier el pasado 17 cuando la tarde comenzaba a aclarar el resultado del balotaje. No estaban allí los “rostros” de los partidos políticos que lo respaldaban. ¿Pero alguna vez estuvieron?
Para muchos, al interior de la centroizquierda el entonces candidato presidencial fue una especie de “Llanero Solitario”, que asumió a plenitud su independencia, incluso de los partidos que lo apoyaban y posteriormente de quienes se suponía deberían haber estado junto él en la segunda vuelta.
Sin embargo, en un sector huérfano de liderazgos que convoquen la pregunta que muchos se hacen es: Y Guillier, ¿ahora qué? ¿Se transformará en el líder capaz de convocar a la Democracia Cristiana, la izquierda y hasta el Frente Amplio? O pasará sin pena ni gloria al ostracismo, preocupado solo de terminar su periodo y sin opción siquiera para evaluar una segunda oportunidad.
¿El retiro?
Durante el fragor de la campaña, Guillier aseguró de manera lacónica que “pase lo que pase en cuatro años dejaré la política”. En esa oportunidad la educación era su norte, volvería a sus raíces. Parecía coherente con su discurso que él había llegado accidentalmente a la política y que no era en esa materia un “profesional”. “Me gusta mucho la educación y si yo hago mi balance de vida, entre mi etapa de profesor universitario, mi etapa de periodista y mi etapa como político, me quedo con la de profesor”, dijo, aunque agregó una críptica advertencia, que pasó inadvertida: “me arrepiento de no haber entrado a la política antes. Habría tenido tiempo para aprender más, para hacer redes propias”.
¿Anunciaba su retiro definitivo, aún antes de saber los resultados? Tras el balotaje vino una explicación que despejó –en parte- las dudas acerca de su futuro. Junto a su hijo Andrés, su equipo de prensa y algunos colaboradores de la campaña, a solo horas de terminada la segunda vuelta aclaró: “cuando dije eso, tengo que ser honesto, estaba convencido de que iba a ganar la carrera presidencial (…) Reconozco que el escenario es muy distinto al que yo preví y por lo tanto estaré, mientras la ciudadanía me dé la confianza y yo sienta que pueda hacer una contribución”. O sea, no se retiraría en cuatro años más.
¿Iría por la segunda oportunidad o se limitaría solo al Parlamento? En su círculo cercano apuntan a la primera alternativa. “Guillier construyó una plataforma, sobre todo en los independientes, que no puede abandonar, esa será la base que lo va a catapultar a La Moneda en cuatro años más”, afirma a Cambio21 una fuente cercana al candidato. ¿Y los partidos de la centro izquierda qué? “Ellos necesitan liderazgo, alguien que articule acuerdos, que los una, ese es Guillier”, recalca.
¿Quién abandonó a quién?
Así como en la tarde del 17 el Hotel San Francisco en Santiago penaban las ánimas, no es menos cierto que esa situación se palpó a lo largo de casi toda la campaña. Un divorcio consensuado, amistoso entre el candidato y el establishment de la Fuerza de Mayoría que lo respaldó. Las acusaciones son cruzadas, aunque solo se escuchan en las catacumbas. Que Guillier nunca aceptó que los partidos dirigieran la campaña, que su equipo lo aisló, que se tomó muy en serio eso de ser “independiente”, le critican soterradamente.
Desde el entorno del candidato ha sido Juan Enrique Forch, su asesor comunicacional, el que ha llevado la voz cantante: “Él mantuvo desde un principio su planteamiento de presentarse como independiente y el eso no era un capricho, era una postura política. Su relación con los partidos políticos se planteó siempre en términos de mantener su independencia. Pero ¿qué sucede con los partidos? Ellos pretendían controlar la campaña y así controlar al candidato. Y a lo que la campaña y el candidato se resistieron fue a ser controlados por los partidos”, dijo a Qué Pasa.
Y más: “Los partidos políticos son organizaciones en crisis, son organizaciones del siglo pasado que no han sabido ponerse al día con lo que pasa en el mundo y en el país. Están más preocupados de su propio poder que de representar a la ciudadanía. No los veo como grandes agentes de movilización ni de representación. ¿Quiénes son estos partidos? Ellos tampoco tuvieron un gran desempeño en la parlamentaria y ellos eran los que querían tomar el control de la candidatura. ¿Y por qué entonces no levantaron ellos mismos algún candidato?”.
Desde las colectividades políticas reclamaban que el equipo de Guillier carecía de la experiencia que ellos sí tenían luego de ganar muchas batallas electorales, la capacidad de movilización de la que carecen los independientes por faltas de cuadros territoriales, etcétera. Lo cierto es que ese divorcio les pasó la cuenta, con independencia de quién tuviera o n o la razón.
¿Guillerismo?
Quienes sostienen que Guillier solo comienza a intervenir en la política aseguran que más allá de los partidos se creó una especie de guillerismo entre la gente que, participara o no de los conglomerados tradicionales, se siente más identificada con el líder que con la estructura partidaria.
“Creo que los liderazgos los definen las bases, no uno. Uno no se despierta en la mañana y dice: voy a ser líder. La gente es la que te reconoce o no y, en ese sentido, para poder ser líder del sector de la Nueva Mayoría tendrían que ser los partidos los que lo decidieran, pero creo que no lo harán por todo lo que hemos hablado”, recalca Forch.
“Hablar de ‘guillerismo’ suena un poco rimbombante y alejado a la realidad”, asegura un destacado parlamentario de la Nueva Mayoría que prefiere no identificarse, pues asegura que es necesario que los acontecimientos se vayan decantando para poder opinar con más certeza. Lo claro es que para los partidos de la izquierda Guillier aún no asume las banderas del liderazgo que los convoque. En el Frente Amplio no es de los suyos, tampoco en la Democracia Cristiana.
Su único nicho, según sus seguidores, es la “gente”: “Él fue propuesto por la ciudadanía, las encuestas pusieron su nombre porque él aparecía como el político mejor evaluado y porque donde él aparecía en las regiones, la gente lo aclamaba. No la impulsó él”, asegura Forch.
Por eso entienden que deberá perfilarse de cara a los partidos, asumir un rol articulador, de ese “primus interpares” en que se transformó Patricio Aylwin de cara a la necesidad de unir a los opositores a la dictadura. “Si los partidos no lo entienden así, la derecha llegó para quedarse muchos años más”, afirma nuestra fuente cercana al senador.
¿Qué le pasó al centro y a la izquierda?
Cristián Warnken la tiene clara: “Chile merece una mejor izquierda que esta”, afirmó tras las elecciones. “Una izquierda que desprecia a su propio pueblo con arrogancia y soberbia es una izquierda populista pero no popular, una izquierda que se apegó al poder, una izquierda sin valores, sin ética”, disparó sin miramientos.
El columnista, académico y poeta dijo que “cuando la derrota es indesmentible, contundente, inapelable, no se puede esconder su magnitud debajo de la alfombra, como no se puede tapar el sol con un dedo”.
“Parece que ya no hay héroes en nuestra ‘centroizquierda’, derrotada este domingo no por el candidato de derecha, sino por el pueblo elector, ese que ella ha dicho siempre representar y defender”, espetó con firmeza. “Para llegar al fondo, hay que caer de verdad, como nos invita el poeta Huidobro en ese memorable Canto I de Altazor: ‘Cae lo más bajo que puedas caer’. Eso tiene que hacer la izquierda chilena hoy: caer, tocar fondo. No ignorar, por ejemplo, una lección que la historia le ha dado una y otra vez: que la izquierda sin el centro termina en el aislamiento, la derrota y a veces en la tragedia. Ahí está Salvador Allende solo en La Moneda; ahí Guillier solo en un escenario vacío de un hotel que los verdaderos culpables de la derrota habían abandonado para no dar la cara”, sentenció.
“Ojalá el duelo, la ‘katábasis’, la cruzada del desierto de la izquierda sea larga, porque Chile merece una mejor izquierda que esta. Una que sintonice con su realidad, que escuche y empatice con los pobladores que están secuestrados en sus poblaciones por los narcos y entienda por qué ellos se levantaron a votar por la derecha (…) El pueblo no quiere escuchar nunca más ‘hasta la victoria siempre’, que termina llevando siempre a la derrota. Una izquierda sin sentido común es una izquierda sin destino. (…) Una izquierda retórica pero no pensante. Una izquierda que abandonó la reflexión por la consigna. Esa izquierda debe morir. Para que algún día pueda nacer algo nuevo y no trasnochado, y tenga sentido decir ¡viva la izquierda!”, concluyó.
Más allá de la fiereza y lo descarnado de la crítica, que por supuesto alcanza al Frente Amplio y a la Democracia Cristiana, todos actores de este triste episodio, todos incapaces de entender que el pueblo –mayoritariamente- les encomendó unidad, coherencia y responsabilidad y que la desbarataron. El mensaje apunta a aprovechar que el grano de trigo solo muerto es capaz de dar vida. Dejar atrás los SQM, las retroexcavadoras, los matices, la farándula para abrazar las esperanzas de la gente parecen ser las tareas que deberán asumirse en los próximos años.
¿Y Beatriz Sánchez, qué?
Mal que mal ella obtuvo el 20% en primera vuelta y 400 mil votos más que el conglomerado que la apoyaba, lo que no deja de ser trascendente, aunque al momento del análisis haya sido menos que lo obtenido por ME-O en 2009. Como hemos dicho, la diferencia es que ese sector, el Frente Amplio, logró presencia parlamentaria, lo que no obtuvo Enríquez-Ominami.
Por eso no dejó de llamar la atención que concluida la primera vuelta Sánchez haya “abandonado” al sector que representó, sin enarbolar esas banderas para vencer a la derecha.
“Alejandro no es una persona de andar pidiendo apoyos. En ese sentido, espera gestos más que pedirlos. Respecto a Beatriz, y lo digo a título muy personal: ella, entre la primera y segunda vuelta, tuvo una conducta política donde creo que, como líder político, perdió mucho. Era un mes en que el país estaba en ebullición electoral y ella abandona al 20% de su votación, se declara en reflexión y las últimas semanas se declara medio en vacaciones. Hay un abandono de su electorado”, dijo Forch.
No es claro que sea ella quien lidere al Frente Amplio en los próximos cuatro años. Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Jorge Sharp están al “aguaite” al cumplir los años para postular a algo más y eso pasa por desbancar a la periodista.
No solo de eso pende qué pasará con las posibilidades ciertas de transformarse en una carta con miras a 2022. El FA deberá dar muestras sólidas de ser un conglomerado serio y no solo un grupo de montoneros. Propuestas concretas, equipos de trabajo y consecuencia entre lo que se hace y se dice, son las pruebas que debe rendir frente a la ciudadanía. No partió bien entregándole en bandeja el gobierno a la derecha con su indefinición, es cierto, pero en política, se ha visto muertos cargando adobes.
Carolina Goic en la encrucijada
La ex candidata presidencial de la Democracia Cristiana llegó a la papeleta siendo la menos conocida por el electorado y la que más recibió “fuego amigo” de entre sus presuntos adherentes. Secreto a voces fue la oposición que la postulante falangista sufrió de parte de algunos de sus propios parlamentarios, ansiosos de apoyar a Guillier y desechar así la vía del camino propio.
Apenas terminada la primera vuelta renunció a la dirección del partido, consecuente con asumir la responsabilidad de la derrota –nadie más lo ha hecho hasta ahora-, y se sumió en el mutismo, solo roto el día en que personalmente fue a dar el respaldo a Guillier.
Su partido se debate entre el quiebre y la supervivencia, mirando el lado más vacío del vaso, el escuálido porcentaje obtenido por Goic y no el logrado en las parlamentarias, donde obtuvieron más del 14% y debieron haber elegido al menos ocho parlamentarios más de haber entendido bien cómo operaba el nuevo sistema electoral.
¿Será capaz Goic de transformarse en esa líder que, primero, una a su partido y, luego, encarne los ideales demócrata cristianos? Fuerza personal ha demostrado, pero deberá lidiar con muchos demonios que se le cruzarán en el camino. El primero es el fantasma de la división, aunque pareciera que ella no tiene mayor injerencia o peso para evitarla.