El histórico relator de fútbol sudamericano de los años 80, Andrés Salcedo, falleció la madrugada de este jueves 7 de enero en su casa en Puerto Colombia, en el sector atlántico del país cafetero, donde vivía hace ya varios años.
Según información entregada por Dilma Ortega, esposa de Salcedo, lo último que hizo el relator de 81 años fue mirar televisión junto a ella la noche del jueves. A eso de las 01:00 de este viernes, la reconocida voz se levantó de su casa al baño y volvió a acostarse, antes que un infarto acabara con su vida horas después.
El colombiano comenzó su carrera en la emisora Santa Cruz de Mompox. Tras ello, se trasladó en 1960 a España, donde recibió premios mientras ejercía sus labores de locutor en Radio Madrid (aunque el motivo del viaje fue “por amor”, según contó a ADN). Después se trasladó a Alemania, donde estuvo 22 años transmitiendo los partidos de la Bundesliga para Deutsche Welle y Trans Tel.
En los 90 volvió a su Colombia natal, a Bogotá capital, donde ejerció en el rubro de las comunicaciones en televisión y radio, posicionándose como voz oficial del canal Telecaribe, donde incluso narró partidos de béisbol.
En mayo pasado, Andrés Salcedo conversó con Los Tenores Puertas Adentro sobre su formación, sus influencias y el fútbol chileno.
Una de las revelaciones que hizo el relator en la ocasión fueron sus influencias: “mi estilo y mi forma de narrar se los debo a dos chilenos, que han sido mis maestros en este arte: Sergio Silva Acuña y Patricio Bañados. Con esos dos genios del micrófono hice mis primeros balbuceos e inseguros pasos como relator de fútbol”, dijo en la oportunidad.
Sobre los jugadores chilenos que pudo ver, destacó a uno: “Leonel Sánchez, dios mío, hizo grande a Chile. Para mi es el más grande”, señaló.
En relación a sus aventuras por el viejo continente y el arribo a la Bundesliga, recordó: “Yo llegué contratado por un mes por la Deutsche Welle, vivía feliz en España pero me sale este contrato por un mes y pagaban tanto dinero que era más de lo que ganaba en España en un año, mi espíritu aventurero decidió y me fui. Descubrí en un solo día, la nieve, la frialdad de la gente y una sociedad donde funciona mucho el espionaje del vecindario. Por fortuna me quedé, eran tres cosas con las que debía luchar, pero hoy digo gracias a Dios que me quedé, porque Alemania me dio todo”.