Por Guillermo Arellano
Si un brujo o mentalista nos hubiera dicho la mañana del domingo 2 de julio de 2017, día de la final de la Copa Confederaciones, que la selección chilena se quedaba fuera de Rusia de 2018 y que con ello se desataba una crisis de proporciones al interior del equipo y que como resultado llegaba el entrenador colombiano Reinaldo Rueda, la verdad, nadie lo hubiese creído. Es más, lo mandamos directo a una clínica psiquiátrica o al Festival de Viña.
Pues bien, eso sucedió. El DT Juan Antonio Pizzi falló, Arturo Vidal falló, Alexis Sánchez falló, los demás jugadores fallaron, los dirigentes fallaron, los periodistas deportivos fallaron y los hinchas fallaron. En suma, todo el país falló.
Tener a futbolistas de talla mundial, como nunca en la actual época de globalización del deporte, jugando de sparring y preparándose para ver la cita planetaria por TV es un mazazo del que nos va a costar mucho recuperarnos.
Por eso era importante que Arturo Salah, mandamás de la ANFP, contratara a un técnico de nivel. Quizás no a un estratega de la talla de José Mourinho, Josep Guardiola o Zinedine Zidane, pero sí a uno que tuviera claro que el trabajo de largo plazo, con miras a 2022, no debía partir con los mismos que nos dejaron fuera del Mundial.
El camarín quedó dañado y trizado tal vez para siempre luego de que hasta las esposas de los jugadores hablaran tras la eliminación. Si algo no tenía que hacer el señor Rueda era nominar en el inicio del proceso a Bravo, Vidal, Sánchez, Medel, Beausejour, Isla y Aránguiz.
Chile hoy no los necesita a ellos, porque se entiende que serán los líderes para la próxima Copa América de 2019. Chile requiere ahora a quienes serán sus reemplazantes o que al menos lo intentarán por serlo.
¿De qué sirve ganar los amistosos ante Suecia y Dinamarca con los titulares de siempre? ¡De nada! Repito: el plan es Qatar 2022. Por lo mismo, no existe ninguna gana de ver estos compromisos. ¿O usted se comprará la última pantalla LED o Smart TV para ver el Mundial sin “La Roja”?
Distinto hubiera sido armar una nómina con los que verdaderamente están con las ganas de partir de las cenizas como el Ave Fénix y que además físicamente pueden cumplir un buen desempeño. Bravo no quiere venir, Vidal necesita descanso porque tiene Champions League y desafíos complejos con el Bayer Münich, lo mismo que Bravo como suplente en el Manchester City, Alexis debe luchar contra la mala onda que hay en su contra en el Manchester United y Medel disputa lugares para las copas europeas con el Besiktas de Turquía.
Para qué molestarlos con el clima morboso que se instaló en la selección, donde los comentaristas de lo único que hablan es de lo que dijo Bravo en contra de Salah, de la respuesta de Salah, de lo que tuiteó Vidal, de lo que retuiteó Alexis, de la conducta de Sergio Jadue, que el preparador de arqueros de Bravo, que blablablá de este y el blablablá del otro.
Pura chimuchina y copuchas baratas, todo gentileza del señor Rueda, que se equivocó, y mal, en su primera convocatoria.
Y lo peor de todo, es que con la selección contaminada la liga local también se ensucia. Apenas llevamos seis fechas, de treinta, y ya tenemos arbitrajes polémicos y miradas de reojo por cobros sospechosos. Ni hablar del público en los estadios, que es bajísimo, y el nivel e intensidad, que dejan mucho que desear.
Seamos sinceros: ¿hasta cuándo durarán las golondrinas de verano de U. de Chile y Colo-Colo en la Copa Libertadores?
Conclusión: no nos queda otra que tragar saliva hasta que termine Rusia 2018. Lamentablemente, nuestro destino es pasarlo mal, muy mal.