Oh I'm just counting

Sampaoli, a ti te digo: ¡qué bueno que te fuiste!

Por Guillermo Arellano
 
Al argentino Jorge Sampaoli se le reconoce cada logro que ha obtenido desde que salió de su humilde Casilda (Santa Fe) a la fecha: los torneos nacionales y la Copa Sudamericana con Universidad de Chile, la Copa América con la selección chilena y la clasificación al Mundial de Rusia con el combinado nacional albiceleste, polémica, pero clasificación al fin y al cabo.
 
De seguro el DT tiene su lugar asegurado en los resúmenes televisivos, pero no en la galería de los mejores, porque ser el mejor, en todo tipo de actividades, involucra un todo que es mucho más que las partes.
 
En el caso de un entrenador estamos hablando de liderazgo, seriedad, calidad humana y profesional, manejo de grupo y habilidades técnicas, estratégicas y de discernimiento mental, entre varias otras categorías específicas que bien valdría otro tipo de análisis.
 
 
¿Es eso Sampaoli? A todas luces no. ¿Basta que gane trofeos? No. El fútbol es un deporte hermoso y noble practicado por jugadores que en una abrumadora mayoría provienen de segmentos populares. El fútbol también es mágico, porque desde los rincones de la carencia y la necesidad genera un talento innato que ya se quisiera un artista del renacimiento.
 
Sin embargo, entre el talento y la grandeza existe un verdadero abismo. Pelé es el número uno no solo porque ganó más mundiales que Maradona y Messi. El brasileño encarnó la limpieza y un ejemplo de deportividad luego del mítico “Maracanazo” de 1950. Su posterior rol de dirigente y rostro de transnacionales equivale a una sombra que pesa en todo lo que es la FIFA a nivel institucional, pero no daña para nada su legado.
 
Por lo mismo, el Brasil campeón de 1970 es el mejor equipo de todos los tiempos, porque juntó talento, grandeza y disciplina, todo unido armónicamente en una bella melodía.
 
Cosa curiosa. El Brasil de 1982 se recuerda mucho más que el campeón ese año, Italia. Era un equipo lírico y plagado de caudillos, pero donde importaba más la ética del balón, la diversión y el espectáculo por sobre la frialdad del resultado. Los tres goles que le marcó Paolo Rossi a la selección verdeamarilla, aparte de impedir el paso del gigante sudamericano a semifinales, sentenció la muerte del “jogo bonito” que tanto echamos de menos.
 
¿A qué viene todo esto? Fácil y claro: ningún entrenador con antecedentes reñidos con la moral y las buenas costumbres, que rompe compromisos con sus empleadores, que sostiene vínculos íntimos con personas cuestionadas por la justicia, que oculta la verdad con jugadores ante actos de indisciplina y que denigra a un trabajador por el sueldo que gana puede estar en el ranking de los mejores.
 
 
Para Sampaoli el parámetro del éxito está en las "lucas" que se recaudan a fin de mes, no la labor anónima de un policía, que entre otras cosas buscaba llegar a la justicia a través de un control de tránsito, que fue lo que quedó demostrado en el video que se dio a conocer el pasado fin de semana de Navidad.
 
Si la plata es el único filtro, qué queda para el adiestrador de la “naranja mecánica” holandesa que en la década del ’70 deslumbró al planeta. Los alemanes, envidiados por una supuesta frialdad en la consecución de sus logros deportivos, son el reflejo de la ética, la renovación y el amor propio juvenil que decidieron nunca más claudicar después de las guerras mundiales. Es un tema cultural, muchachos.
 
Hasta el “ballet azul” de los años 60 y ni hablar de Colo-Colo 91 tienen eso del trabajo limpio, serio y comprometido a cargo de un líder. Fernando Riera, Marcelo Bielsa, Manuel Pellegrini, el Zorro Álamos e incluso Ignacio Prieto y Arturo Salah dejaron huellas que fueron seguidas en el tiempo por otros.
 
Por eso que nos alegramos que Sampaoli se haya ido de Chile. Podrá reverdecer laureles con los hinchas de la “U”, que está bien, pero por ningún motivo ser un reflejo de lo que queremos a este lado del planeta. Para antivalores tenemos suficiente con políticos incapaces de ponerse de acuerdo, uniformados corruptos e instituciones cada vez menos confiables.
 
Con Sampaoli ni a misa.