Colo Colo, esta vez, tuvo que sacar más magia del sombrero. Simplemente porque, con lo que tenía, no le alcanzaba. Audax Italiano, su rival en el Monumental, no solo le estaba ganando bien entrado el partido a los albos merced a la anotación de Alessandro Riep, sino que también los había controlado y hasta los estaba haciendo ver mal. Muy mal.

Colo Colo estaba abatido, sentía así que su lucha con Universidad de Chile por el título se estaba escapando de las manos y solo apostaba a que algo extraordinario pasara para poder revivir.

Y pasó. En menos de 10 minutos -entre los 74’ y los 83’-, el Cacique empató el partido con un penal, quedó con uno más por la expulsión de Gil Romero y finalmente consiguió el triunfo agónico y hasta impensado por 2-1.

No fue magia, en realidad. El denominador común en las tres acciones que le dieron oxigeno vital a los albos fue Carlos Palacios, quien anotó el penal, fue el infraccionado por Gil Romero y también el que construyó la jugada que derivó en el gol del triunfo y que anotó Falcón.

Era él el conejo que Colo Colo tenía que sacar del sombrero.

Palacios se enalteció en una seguidilla de golpes que le permitieron a los albos no sólo ganar una pelea que parecía perdida sino que también que lo alienta para o que viene en lo inmediato: jugar los dos partidos pendientes que tiene (ante Huachipato y Unión La Calera) durante el receso eliminatorio y que, de ganarlos, lo convertirían en el nuevo puntero del torneo.