Desde su búnker en el pueblo de Rehoboth, en Delaware, donde tiene su residencia privada, Joe Biden ha reaccionado a la noticia del New York Times de que está empezando a considerar abandonar su candidatura ignorándola manifiestamente. No se ha molestado ni en desmentirla. En su lugar, ha continuado como si ésta fuera una campaña normal, al calificar el discurso de nominación de Donald Trump como "sombrío".
La retórica de Biden con el mensaje de Trump es la misa que empleó Hillary Clinton en 2016 para criticar el mensaje del republicano en la nominación de aquel año, lo que, visto sobre quien ganó las elecciones, no parece un buen augurio para la campaña del demócrata. Sigue entre uno y tres puntos por detrás de su rival en las encuestas y sin lograr la mayoría en los seis estados que van a decidir las elecciones. Biden también ha anunciado que volverá a la campaña "la semana próxima", una vez que haya pasado el tiempo de aislamiento que requiere el Covid-19, del que el presidente dio positivo el miércoles.
Pero, por debajo del atrincheramiento del presidente, parece haber cierta confusión. Y al más alto nivel de su campaña, donde parece existir, al igual que en todo el Partido Demócrata, una fractura entre un núcleo duro de leales a ultranza de Biden, pero sin peso político a nivel nacional que trabajan directamente con él, y un círculo exterior de personalidades políticas relevantes que no tienen una relación tan personal con el presidente. Y esa falla ha quedado de manifiesto de manera dramática este viernes.
Primero fue el turno del 'núcleo duro', desde la ciudad de Jupiter, al norte de Miami, en Florida. Allí se produce el programa de política 'Morning Joe', de la cadena de noticias demócrata MSNBC, en el que Jen O'Malley, la 'número dos' de la campaña de Biden declaró que "por supuesto que el presidente está en la carrera. Se lo han oído decir una y otra vez".
Dos horas después, en Aspen, en medio de las Montañas Rocosas de Colorado, a 2.500 kilómetros en línea recta de Jupiter, el senador Chris Coons, uno de los mayores aliados de Joe Biden en el Congreso y, también, miembro de su campaña, decía exactamente lo contrario. "Creo que nuestro presidente está sopesando lo que tiene que sopesar, es decir, quién es el mejor candidato para ganar en noviembre y para promover los valores y prioridades del Partido Demócrata en esta campaña", dijo Coons en el Foro de Seguridad que organiza todos los años en julio Aspen Institute. El senador dio luego marcha atrás en un mensaje en X (la antigua Twitter) al proclamar su apoyo a Biden con un "estoy con él al 100%".
El mensaje de Coons tuvo menos repercusión que el de O'Malley, por motivos obvios. No es lo mismo hablar en un 'show' de televisión de obligado seguimiento por los políticos de Washington que en Aspen, un pueblo a 2.405 metros de altura en mitad de las Rocosas. El problema es que gran parte de la clase política de Washington estaba en Aspen. Un reciento somero daba cinco representantes demócratas, dos senadores republicanos, el jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, Chales Q. Brown, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. Ponerse a cuestionar el liderazgo de Biden en ese foro es, en sí mismo, una declaración de principios.
Y, mientras tanto, por la vía de los hechos, el interminable goteo de deserciones del campo de Biden empezaba a convertirse en una especie de grifo abierto, aunque todavía está lejos de ser el 'tsunami' que los críticos del presidente necesitarían para forzar su renuncia a la reelección. Otro senador, Martin Heinrich, de Nuevo México, y cinco miembros de la Cámara de Representantes le han pedido que abandone. Hasta la fecha, tres de los cincuenta senadores y 25 de los 213 representantes del Partido Demócrata han pedido que Biden deje la campaña, en una situación sin precedentes en la historia de Estados Unidos.
Pero el gran temor de muchos de esos legisladores es que la relativa impopularidad de Biden acabe tirando para abajo sus propias expectativas de voto. Hasta hace relativamente pocos años, los votantes en EEUU daban su apoyo frecuentemente a partidos diferentes en cada elección -podrían votar demócrata a la Casa Blanca y republicano al Senado, por ejemplo- pero, a medida que el país se ha quedado partido en dos bloques políticos antagonistas, el apoyo electoral va por bloques. Es todo el paquete o nada. Y, si una parte del paquete está en mal estado -lo que, según muchos, es el caso de Biden- es muy probable que el votante no lo compre.
Pero incluso la salida de Biden no solucionaría la crisis. El senador republicano Marco Rubio y probable secretario de Estado si Donald Trump vuelve a ser presidentes ha dicho que, si Biden renuncia a su candidatura, también debería dimitir del cargo de presidente. Su tesis es que una persona que no está en condiciones de llevar a cabo una campaña lo está aún menos para dirigir la mayor potencia del mundo. La lucha acerca del futuro de Biden sigue complicándose, aunque desde su trinchera en Rehoboth él hace como que no pasa nada.