El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aseguró que durante sus dos años y medio de mandato no existe “una marca de corrupción”, pese a que su Gobierno y el propio jefe de Estado están siendo investigados por irregularidades en la gestión de la pandemia.
El mandatario brasileño hizo estas declaraciones durante un evento en el que se dio vida a un proyecto que busca fortalecer la “integridad” de todas las instituciones públicas del país y que fue desarrollado por el Gobierno con el apoyo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Durante el evento en el Palacio presidencial de Planalto, el líder de la ultraderecha brasileña recordó sus 28 años de experiencia política en los que todas las campañas políticas hablaban de combatir la corrupción hasta que llegó al poder para “hacer algo diferente para mejor”.
“Conformamos un equipo de ministros nunca antes visto en otros Gobiernos. Abandonamos un poco la cuestión política pero vimos que era necesario, cada vez más, buscar el apoyo y el entendimiento del Parlamento brasileño”, aseguró en su discurso.
“Fuimos cambiando, pero bajo esa bandera pusimos en práctica un efectivo combate a la corrupción. Hoy podemos hablar de eso porque estamos a dos años y medio del inicio de nuestro Gobierno, sin una marca de corrupción”, agregó.
Bolsonaro y varios miembros de su Gobierno están bajo la lupa de una comisión del Senado por posibles fallas, omisiones y sospechas de corrupción en el combate a la covid-19, que llevaron al agravamiento de los casos en el país, con un saldo que en la actualidad supera los 550.000 muertos y 19,7 millones de contagios.
Las indagaciones han revelado una serie de irregularidades en la compra de vacunas, una estrategia “deliberada” por la inmunidad de rebaño y la apuesta del Gobierno por medicamentos ineficaces contra la covid-19, como la cloroquina.
Compuesta por once senadores, siete críticos con Bolsonaro y otros cuatro que le apoyan abiertamente, la comisión ha acelerado el desgaste que venía sufriendo el Gobierno, que vive su peor momento de popularidad, a falta de un año y medio para las elecciones de 2022, a las que pretende presentarse el presidente brasileño.