Tamandua y Baita son sobrino y tío. Han sobrevivido a décadas de ataques de invasores de tierras en los que se cree que fallecieron muchos de los miembros de su tribu indígena, los Piripkura, en Mato Grosso, un estado de Brasil símbolo de la expansión del agronegocio.
Desde hace por lo menos 40 años, viven aislados en las profundidades de la selva, teniéndose el uno al otro como única compañía, explica Marta Miera en un reportaje.
También hay una mujer Piripkura, Rita. Tamandua es su sobrino y Baita su hermano. Por decisión propia, no vive aislada. La feroz explotación de sus tierras para la producción de carne de vacuno y la tala ilegal la empujó a separarse de su familia en Brasil.
«Los indígenas conocen profundamente la selva», pero con las invasiones de madereros, hacendados o especuladores de tierras el equilibrio se rompe y todo cambia para ellos, comenta a RT Leonardo Lenin, secretario ejecutivo del Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas (OPI).
Se cree, por ejemplo, que los Piripkura fueron un pueblo agricultor, una actividad sedentaria que abandonaron para convertirse en «invisibles» en una estrategia de supervivencia ante los invasores de la Amazonía en Brasil.
Con el tiempo aumentó la presión –intensificada en la década de los 70 con los proyectos de ocupación del gobierno militar– sobre el territorio por parte del poderoso lobby agropecuario y los madereros.
Como consecuencia, el número de indígenas aislados se redujo drásticamente: por asesinatos o por enfermedades contraídas por medio de los invasores.
Lenin trabajó durante años con el equipo de la Fundación Nacional del Indio (Funai), que lleva décadas siguiendo a estos dos hombre. Según él, cuando estos grupos aislados se ven diezmados sienten «un gran estrés» porque no pueden cumplir con sus costumbres sociales.
Cuando Baita, su propio hermano, quiso casarse con ella, en contra de los dogmas ancestrales de su comunidad, tomó la determinación de irse.
Entonces estableció relación con unos peones de una de las haciendas invasoras. Durante años trabajó en condiciones análogas a la esclavitud, y se sospecha que fue víctima de abusos sexuales. A finales de la década de los 80, fue liberada por un equipo de la Operación Amazónica Nativa (OPAN).
Después, se casó con Aripan, del pueblo indígena Karipuna, en el estado de Rondonia. No tienen hijos. Los relatos de esta mujer abrieron una ventana de conocimiento a los indigenistas sobre los Piripkura.
«Hombres blancos llegaron de madrugada y mataron a todo el mundo«, explica en un video sobre uno de los ataques sufridos, en el que murieron nueve miembros de su familia.
También reflexiona sobre Tamandua y Baita: «Estoy pensando que les podrían matar. Hay mucha gente [invasores] andando por aquí. Les van a matar a los dos. Si les matan, no quedará nadie».
Según ella, en los años 70 los Piripkura eran unos 20 miembros.
Ineficacia de los mecanismos legales de Brasil
Las autoridades brasileñas tienen registradas 115 tribus aisladas, que viven exclusivamente en la selva, no tienen relación con no indígenas y mantienen contactos muy esporádicos con otros pueblos originarios.
Solo 28 de esas tribus han sido confirmadas. El resto llevan años en investigación.
A partir de los testimonios de Rita, la Funai puso en marcha en 1985 un grupo técnico para identificar el territorio, localizado entre los municipios de Colniza y Rondolândia, y demarcarlo, algo que todavía no ha ocurrido.
En el primer contacto, solo aparecieron Tamandua y Baita.
«No hemos podido saber qué ocurrió con el resto, porque no les gusta hablar del tema. Tuve la oportunidad de hablar con ellos sobre esto y se irritan mucho», dice Lenin.
Los expertos no descartan que haya otros indígenas aislados en la zona. Piripkuras o de otro grupo.
En teoria, los Piripkura están protegidos por un mecanismo legal denominado ‘portaria de restrição de uso (ordenanza de restricción de uso)’, renovado cada dos o tres años y cuya vigencia está a punto de finalizar.
Pero la realidad es que los invasores lo desoyen. Y el Estado tampoco ha aplicado el artículo 231 de la Constitución, que reconoce a los indígenas «su organización social, costumbres, idiomas, creencias y tradiciones, y los derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan».
«Este mecanismo de emergencia, que impide la entrada de invasores en estas tierras, salvaguarda a los indígenas hasta que se produzca la demarcación de sus tierras como obliga la Constitución», denuncia a RT Sarah Shenker, directora de la campaña por los pueblos indígenas no contactados de Survival.
Un equipo del Instituto Socioambiental (ISA) realizó un sobrevuelo en octubre por el territorio Piripkura: vieron los inicios de los incendios, haciendas en pleno funcionamiento, movimiento de camiones y un ganado alimentándose del pasto fruto de la deforestación.
Solo entre mediados julio y finales de septiembre fueron deforestadas 4.153 hectáreas de este territorio de 240.000 hectáreas. Una enorme área con casi 1,3 millones de árboles desapareció totalmente.
Tamandua y Baita
El equipo de la Funai, liderado por el prestigioso indigenista Jair Candor, mantuvo contacto con Tamandua y Baita por lo menos en cuatro ocasiones.
Siempre han sido ellos los que por iniciativa propia se han aproximado a la base que el organismo mantiene en la zona.
Por su parte, los indigenistas realizan expediciones para fiscalizar el territorio. «Pero la situación está tan peligrosa, que el equipo no consigue hacer su trabajo. Son rechazados y amenazados», cuenta Lenin.
La labor de la Funai se ha visto politizado en los últimos años.
Varias organizaciones denuncian que, desde que Jair Bolsonaro asumió el poder en 2019, el organismo ha ido sumando empleados vinculados a los intereses de la agroindustria y anti-indígenas.
«El gobierno de Bolsonaro ha cumplido su promesa de precampaña de no regularizar ni un centímetro de tierras para los indios y de implementar proyectos económicos (…) en los últimos dos años estos invasores, con respaldo político, se sienten alentados para entrar en el territorio», denuncia Lenin.
A finales de los años 90, Tamandua y Baita se acercaron a una hacienda en busca de fuego, pensando que era el equipo de la Funai.
Extremadamente vulnerables a cualquier enfermedad exterior, el primero en infectarse de gripe fue Tamandua. Ambos fueron atendidos, curados y devueltos a la selva.
Más de 15 años después, hubo otro contacto. «Baita estaba extraño. Empezó a decir que tenia dolor y fue trasladado a un hospital donde le encontraron varios cálculos renales y fue sometido a una cirugía. En ese proceso de recuperación fue cogiendo todo tipo de enfermedades, porque le colocaron junto a otras personas», explica Lenin.
Unos diez años después, los dos hombres fueron trasladados a Sao Paulo. Uno con un problema de próstata, el otro con una coágulo en el cerebro. Se les operó y pasaron una temporada en el hospital. En todo ese proceso, Rita estuvo siempre a su lado.
Después, Tamandua y Baita regresaron a las profundidades de la selva en Brasil. No han vuelto a establecer contacto.