Miles de manifestantes coreando “dictadura nunca más” salieron a las calles de la capital de Brasil este domingo en el 55º aniversario del golpe que inauguró más de dos décadas de gobiernos militares, una fecha que el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro pidió “conmemorar” en los cuarteles.
Otras protestas fueron convocadas por la tarde en Rio de Janeiro y Sao Paulo en rechazo a la solicitud de Bolsonaro, un defensor del golpe militar de 1964 que derrocó al presidente Joao Goulart.
En Brasilia, cerca de mil manifestantes acusaron a Bolsonaro, un excapitán del ejército de 64 años que incorporó a varios militares en su gabinete y nunca ha ocultado su admiración por los exdictadores de Brasil, de ser un “militante” y exigieron su salida.
Las protestas tienen lugar un día después que una corte de apelaciones anuló la decisión de otro tribunal de prohibir las reivindicaciones del golpe que instauró una dictadura de 21 años.
Bolsonaro seguirá los eventos desde Israel, donde realiza una visita oficial.
Desde que el lunes el portavoz presidencial, Otávio Régo Barros, afirmó que el presidente pidió que el aniversario del golpe sea conmemorado con “las celebraciones debidas” en los cuarteles, los llamamientos a manifestarse se han multiplicado.
“No conmemorar, rememorar”
Ante la controversia, Bolsonaro matizó sus propósitos y dijo que los actos en los cuarteles no serían para “conmemorar, sino para rememorar” este episodio de la historia brasileña, que se cerró en 1985 con el retorno de gobiernos democráticos.
Un trecho del orden del día leído el viernes en un acto castrense en Brasilia destaca: “Las Fuerzas Armadas participan de la historia de nuestra gente, siempre alineadas con sus legítimas aspiraciones. El 31 de marzo de 1964 fue un episodio simbólico de esa identificación”.
Un regimiento de Sao Paulo ya celebró también el jueves el aniversario, afirmando que en 1964 las Fuerzas Armadas respondieron al “clamor” popular para frenar una “escalada hacia el totalitarismo”, en referencia a los grupos de izquierda que habían tomado las armas en ese periodo.
Según un informe de la Comisión Nacional de la Verdad (CNV) -la versión oficial del Estado brasileño sobre el período- publicado en 2014, los “años de plomo” dejaron al menos 434 muertos y desaparecidos, un número de víctimas considerablemente menor al de otros países latinoamericanos como Chile (3.200) o Argentina (30.000, según organizaciones de la sociedad civil).
Pero esa cifra no incluye a centenares de víctimas de milicias contratadas para reprimir conflictos agrarios ni las matanzas de indígenas en el avance de la ocupación del territorio por el Estado.
Documentos estadounidenses desclasificados el año pasado revelaron que la eliminación de disidentes se decidía en el palacio presidencial.
Pero en Brasil, muchos aún consideran que la dictadura fue un período de prosperidad en el que prevaleció el orden, a pesar de la represión y de que el “milagro económico” que contribuyó al desarrollo del país se frenó con la crisis petrolera mundial de 1973.
Bolsonaro, que asumió el cargo en enero, es el primer presidente de Brasil desde el regreso a la democracia en 1985 en exaltar públicamente el régimen militar, aunque afirma que su llegada al poder no fue por un “golpe”.
En el pasado el mandatario se refirió a la dictadura como una época “gloriosa” en la historia de Brasil. En 2008 dijo que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”.
“Hay que reconocer la verdad, no fue una maravilla, pero ningún régimen es maravilloso. Es como el matrimonio, a veces hay pequeños problemas, es muy raro no tener problemas en una pareja”, dijo el miércoles.
En 2016, durante la votación para la destitución de la presidenta izquierdista Dilma Rousseff en la Cámara de Diputados, dedicó su voto a un coronel que era jefe de inteligencia de la dictadura y un notorio torturador brasileño.