A finales de enero de este año, cuando el coronavirus comenzaba a extenderse desde Wuhan, un grupo de personas realizaban un trayecto en autobús camino de una celebración budista en la ciudad de Ningbo, casi 1.000 kilómetros al este de allí. En su interior viajaba una mujer infectada, quien sin saberlo contagió a otros 23 pasajeros, incluso a aquellos que no estaban sentados cerca de ella. El caso, recogido en una investigación científica que ha visto la luz este martes, refuerza la hipótesis de que el patógeno puede transmitirse por el aire.
El paciente cero de este foco fue una mujer de 64 años que la noche anterior había cenado con un grupo de conocidos procedentes de la provincia de Hubei, de la que Wuhan es capital, por lo que todavía no había desarrollado síntomas. En su estudio, publicado en la revista JAMA Internal Medicine, un grupo de investigadores analizaron lo sucedido por medio de un diagrama que mostraba el asiento de cada viajero.
Incluso aquellos situados lejos del perímetro considerado seguro, entre uno y dos metros, se habían infectado; tanto en la parte frontal del autobús como en la trasera. Por este motivo, los investigadores apuntan la posibilidad de que el virus se extendiera por medio del aire acondicionado, el cual circulaba de manera ininterrumpida en el interior del vehículo, lo que probaría que puede transmitirse en forma de aerosol: pequeñas gotículas que pueden extenderse hasta 8 metros y permanecer en el aire durante una hora.
Durante el trayecto, de apenas 50 minutos, solo aquellas personas sentadas cerca de las ventanas o la puerta estuvieron a salvo. Esto, además, sucedió en un momento en el que el uso de mascarillas todavía no se había generalizado, dado que Ningbo no había registrado ningún positivo hasta entonces. De entre las 300 personas que participaron en el evento religioso posterior, celebrado al aire libre, solo se detectaron siete casos más, todos ellos individuos que reconocieron haber mantenido contacto directo con la paciente cero.
En primera instancia las autoridades sanitarias descartaron la posibilidad de que bastara con respirar para liberar por el aire micropartículas portadoras del virus, una cuestión que dividía a la comunidad científica y que acabó siendo reevaluada a medida que las pruebas se acumulaban. A lo largo de los últimos meses, cada vez más estudios han reclamado que se tenga en consideración esta vía de contagio, criticando la postura de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que mantuvo su negativa hasta que el pasado mes de julio reconoció este extremo, el cual serviría de patrón multiplicador de infecciones en espacios cerrados muy concurridos y sin circulación de aire como oficinas, restaurantes o el transporte público.
La investigación sugiere que, en este tipo de entornos cerrados con recirculación de aire, el SARS-CoV-2 es “un patógeno altamente transmisible”. “Nuestro hallazgo de su potencial transmisión en aerosol tiene un importante impacto en materia de salud pública”, apuntaba el texto.
El estudio de algunos focos anteriores ya indicaban esta posibilidad, como una clase de zumba en Corea del Sur en febrero o una comida de año nuevo lunar en Cantón, China, a finales de enero. “La mejor prueba de la existencia de transmisión de SARS-CoV-2 por aerosoles proviene de ese brote en el gimnasio en Corea del Sur”, reflexionaba en junio la epidemióloga Emily Gurley, de la Universidad Johns Hopkins. “No estoy negando que pueda ocurrir, pero tenemos muchos estudios meticulosos que muestran que la mayoría de las infecciones se deben principalmente al contacto próximo y prolongado con pacientes infecciosos”.
El propio coordinador de Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, también se manifestó al respecto. “El virus no se transmite por aerosoles, gotas pequeñas que se inhalan porque permanecen en el aire. Se transmite por contacto directo con gotas más gruesas que caen rápidamente”, señaló, aunque reconoció a continuación que algunos “estudios de casos muy concretos muestran que puede pasar”
En primera instancia las autoridades sanitarias descartaron la posibilidad de que bastara con respirar para liberar por el aire micropartículas portadoras del virus, una cuestión que dividía a la comunidad científica y que acabó siendo reevaluada a medida que las pruebas se acumulaban. A lo largo de los últimos meses, cada vez más estudios han reclamado que se tenga en consideración esta vía de contagio, criticando la postura de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que mantuvo su negativa hasta que el pasado mes de julio reconoció este extremo, el cual serviría de patrón multiplicador de infecciones en espacios cerrados muy concurridos y sin circulación de aire como oficinas, restaurantes o el transporte público.
La investigación sugiere que, en este tipo de entornos cerrados con recirculación de aire, el SARS-CoV-2 es “un patógeno altamente transmisible”. “Nuestro hallazgo de su potencial transmisión en aerosol tiene un importante impacto en materia de salud pública”, apuntaba el texto.
El estudio de algunos focos anteriores ya indicaban esta posibilidad, como una clase de zumba en Corea del Sur en febrero o una comida de año nuevo lunar en Cantón, China, a finales de enero. “La mejor prueba de la existencia de transmisión de SARS-CoV-2 por aerosoles proviene de ese brote en el gimnasio en Corea del Sur”, reflexionaba en junio la epidemióloga Emily Gurley, de la Universidad Johns Hopkins. “No estoy negando que pueda ocurrir, pero tenemos muchos estudios meticulosos que muestran que la mayoría de las infecciones se deben principalmente al contacto próximo y prolongado con pacientes infecciosos”.
El propio coordinador de Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, también se manifestó al respecto. “El virus no se transmite por aerosoles, gotas pequeñas que se inhalan porque permanecen en el aire. Se transmite por contacto directo con gotas más gruesas que caen rápidamente”, señaló, aunque reconoció a continuación que algunos “estudios de casos muy concretos muestran que puede pasar”